Capitulo 6

3K 198 38
                                    

*

Respiró rápidamente para hacer apneas pronunciadas y bajar sus pulsaciones, con los ojos puestos en el blanco esperó el momento para soltar la flecha.

Ligera viajo por el viento frio como una pluma que dio en el centro de manera certera.

Verónica bajó el arco al ver que se acercaba uno de los empleados con el teléfono en la mano.

vyzov "llamada".

спаси́бо pozhaluysta "Gracias, retirate" Verónica llevó el teléfono a su oído y sonrió.

Tu ruso ha mejorado bombón de fresa.

La tía Zaric odia que hable en inglés e insiste en que todos los Arkádievich debemos tener un perfecto ruso.

Casi podía sentir la sonrisa de Alexeil al otro lado de la línea. Paseó con el teléfono y a lo lejos vio el lago congelado — Te extraño tanto que me duele el corazón.

Pronto será tu cumpleaños diecisiete — él prosiguió — Aunque no esté contigo planeo regalarte lo que desees.

Verónica recordó cuando era una niña y vislumbró por primera vez el suelo ruso, aunque había visto la nieve en anteriores ocasiones; en su hogar. Era impresionante como los cúmulos parecían un océano blanco en la casa de la tía Zaric.

Nunca podrá olvidar cuando Alexeil le enseñó a patinar sobre hielo y ella se movía torpemente.

Uno de los mayores detalles que tuvo él con ella eran los patines; de color blanco y una fina cuchilla trabajada que le regalo. Tenía el par guardados aun en algún rincón de su habitación.

Lo único que podría desear ahora es tú compañía.

Siempre estoy contigo Verónica.

Los dedos de la chica acariciaron el teléfono — Entonces prométeme una cosa. — Humedeció sus labios — Júrame que vendrás con mil rosas por mí.

Te lo juro.

Y asi fue.

La primera semana de agosto Verónica bajo las escaleras usando sus tacones color cereza y allí estaba él, su padre. Afuera de la mansión en un Cadillac descapotable blanco 1959 con mil rosas rojas sobre los asientos.

Las maletas de la pelirroja se estrellaron contra el suelo y corrió saltando sobre su padre, abrazándolo y llenándolo de besos mojados en lágrimas de felicidad.

¡Porque no había nadie más en el mundo! No había nada más que ella quisiera en el mundo.

Y para él, de la misma manera ella era su estrella fugaz.

*

La pelirroja con los ojos rojizos de tanto llorar se dirigió a las pistas de atletismo y allí la entrenadora colocó ambas manos en su cadera — ¡Arkádievich veinte vueltas!

La chica sin pensarlo comenzó a correr torpemente al principio, luego regulando su centro de gravedad continúo junto a los demás que habían llegado tarde, incluyendo a sus dos amigas. Sin importarle dio la primera vuelta bastante bien seguida de la otra.

Un cuadro doloroso de rechazo por parte de su padre se pasó por sus pensamientos, los ojos de ella se enfrascaron en la línea blanca que seguía sin fin, pasando por la meta una y otra vez.

VerónicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora