capitulo 3

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Angieskra Arkádievich a diferencia de su hijo tenía un cabello castaño; claro y unos ojos azules más oscuros que los de Alexeil con los que miraba fijamente a las personas casi percibiendo cualquier atisbo de inseguridad. Mentirle no era una opción conveniente, era como si pudiera olerlas — ¿Cómo está tu padre?

—Bastante bien... estamos bien —Ella nunca preguntaba por Verónica.

<<Bueno en realidad yo no era su nieta>>.

Ella no era capaz de reconocer su preocupación de madre; su orgullo demandaba indiferencia. Para Verónica la señora Angieskra era una viuda destruida emocionalmente: enojada con la vida, se ahogada en excesos cada vez que podía para sentir los nervios tan solo un poco.

Entró por la puerta de la mansión de la señora y con su portafolio agarrado con ambas manos le sonrió a la mujer. Al otro lado solo recibió una leve mirada y luego se metió en el comedor.

Había una foto del señor Audrey en la pared, sobre las escaleras de un tamaño considerable, casi como si sus ojos estuvieran sobre todos y fueran testigos de como despues de su muerte la familia que tanto habia amado se desvarataba lentamente.
Veronica vio que tal cual a su hijo tenía un par de ojos de diferente color, solo que los de él eran demasiado evidentes.

Alexeil casi nunca lo mencionaba, pero no tenía problema de hablar sobre él en particular. La pelirroja acariciando la madera de las paredes y decoraciones imaginó que esa casa fue donde su padre creció.

Casi podía verlo correr cuando era niño con sus pequeñas bermudas.

Algunos se recuperaban de sus pérdidas y otros como Angieskra se enfrascaban a si mismos en el tiempo, se paraban en la carretera esperando revivir de alguna manera.

Como la pelirroja era la primera en llegar a la mansión de principal, decidió sentarse en la biblioteca a leer tranquilamente mientras su padre llegaba y tal vez terminar uno que otro trabajo de su escuela.

Su "abuela" y ella en realidad se evitaban una a la otra, pero no eran groseras. Al menos Verónica estaba dispuesta a ser respetuosa mientras Angieskra lo fuera con ella. Desde muy pequeña sentía que la mujer la culpaba por la pérdida de su único hijo, también porque Verónica en realidad ajena a la familia Arkádievich.

El tío abuelo Fiodor atravesó el marco de la puerta y sonrió al ver a la pequeña chica. No la veía desde hace un año. —¿Por qué no vienes a compartir con nosotros?

—Solo terminaba una tarea —Subio su libro de quimica, lo guardo de nuevo en uno de los bolsillos.

Le dio un abrazo reconfortante. Él era un buen tío a su manera: enviaba regalos en el cumpleaños de Verónica. Era su secretaria quien lo hacía tal vezLo hacía igual— Asi que no había forma de reprochárselo.

El cumpleaños pasado cuando estuvo en Rusia igual no se olvidó de enviar una pulsera de óvalos: encadenados con diamantes incrustados y en el centro una joya de esmeralda por el color de las pupilas de la chica.

La tía Diana con sorpresiva alegría se abalanzo hacia la chica y la abrazo con mucha fuerza — Ay no puedo creer que estés asi de hermosa.

—Hola, tía — Diana besó las mejillas de su sobrina. En verdad Verónica podía sentir el amor de la mujer, sus ojos color miel la miraban con sinceridad. -Volvió a abrazarla más fuere- le limpio las mejillas por el colorete que había dejado en ellas, al separarse sin bajar las manos miro de arriba abajo a la Pelirroja.

— ¿Engordaste? Te ves mucho más madura.

Verónica negó con la cabeza —En verdad que tu padre tendrá que cuidarte porque cada vez que te veo mucho más hermosa, aún recuerdo una niña llorona y ahora te convertiste en toda una mujercita.

VerónicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora