Capítulo 49

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Capítulo 49

Ella pensaba que lo peor que podría sucederle era la muerte de las personas que amaba, y no fue así porque sintió que se le desgarraba el alma por el desamor. Ese desazón en la boca por darse cuenta de cómo lastimaba.

Apretaba ambas piezas en sus manos que parecían las piezas rotas de su corazón. El de ambos estaba destrozado.

—¡¿Por qué no pueden unirse?! —Maldecía con odio y lágrimas junto a llantos ahogados por un hipo que no parecía que terminaría nunca.

Las puntas de los zapatos afilados la alertaron y subió la vista mientras la canosa mujer se arrodillaba en frente suyo como si fuera un reflejo futuro de sí misma. Le agarró las manos con cuidado —Querida, ¿A que se deben esas lágrimas de cocodrilo?

—Y-y-yo lo he arruinado —. Ella trató de hablar y en un dejo de aire pudo pronunciar. Le mostró la caja con el aro y la piedra.

Una sonrisa melancólica se dibujó en sus labios —Las cosas se pueden reparar.

—Pero quedan heridas que nunca sanarán —Masculló con desesperación.

—Mi esposo era japonés —. Le limpió las lágrimas con su pulgar estirando la carne que había en los párpados un poco —Él solía decir que cuando una taza se rompe los occidentales eran muy tontos al comprar una nueva —. La ayudó a ponerse de pie con cuidado —Ya sé que no hay que ser materialista, pero hay cosas que son invaluables. Que no es tan sencillo comprar una nueva —le pegó al pecho caja aterciopelada —Es igual con las personas que amamos... —La condujo hasta una pequeña estancia de descanso que había en el invernadero más allá de los grandes follajes de un par de árboles que había —Por eso él siempre reparaba las tazas rotas y ¡Vaya, si que se rompieron mucho porque me encantaba aventarlas cuando peleabamos!—. Sonrió con vergüenza —Sin embargo, luego lo encontraba uniendo cada pedazo y se pegaban con oro —La pelirroja se sentó en la silla con ambas piernas pegadas. Su tía se volvió a agachar para quitarle la mugre con las palmas de forma suave —No hay que olvidar, hay que sanar y reparar.

—¿Y no te odió por ser tan cabeza dura?

—Nos amamos mucho, por muchos años y con muchas dificultades... —. Había un dolor en sus ojos, en su mirada se percató de que aún le dolía perderlo —Pero él no fue el gran amor de mi vida.

—¿Qué? —. No es posible, eso no se lo creía.

—Tuve muchos amores y muchas decepciones. A veces, dos personas que se aman profundamente no deben estar juntas y otras puede que sí. Incluso, puede que se separen y vuelvan... la vida es muy impredecible —se rió con anhelo —Tuve dos matrimonios. El gran amor de mi vida fue él hombre del primero. Solo que él tenía muchos problemas de ira y por alguna razón siempre pensé que cambiaría, que él dejaría de abusar de mi.

—¿Abusó de ti?

—Me golpeó, me gritó, me apuntó con su arma varias veces... —levantó una ceja y fue a sentarse a un lado tras limpiarse sus propias rodillas —Pero también era detallista, me compraba todo lo que quería, me cumplió cuanto capricho se me antojaba... y el sexo... Fue maravilloso.

—Pero tú eres tan fuerte ¿Cómo es eso posible? —. Se quedó helada ante esa confesión. Admiraba a Zaric por ser tan fuerte e inteligente. No parecía que fuesen a comérsela, sino que ella se comería el mundo de un bocado si lo deseaba.

—Solo conoces esta versión de mi. Esta realidad —. Se recostó en el sofá —Yo era muy diferente hace unos veinte o treinta años atrás. Terminamos esa relación de una forma muy caótica, tanto así que me enviaron a Japón para empezar una nueva vida.

VerónicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora