« Y cuando estoy lejos de ti soy más feliz que nunca »
—Billie Eilish; happier than ever.
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Hace frío, no pude tomar una chaqueta antes de salir porque tenía miedo de encontrármelo, siempre he odiado los uniformes escolares porque durante el invierno no importa cuanto frío hubiera las chicas siempre teníamos que traer la falda mientras que los chicos podían usar aquel pantalón que proporcionaba más calor en las piernas.
He perdido la cuenta de todas las veces que he tenido que huir de cada esta última semana pero desde que lo habían despedido verlo ahí se volvía más habitual que antes y por mucho que intentara convivir con él siempre había esa pequeña chispa que me inspiraba desconfianza, incluso cuando se trataba de mi padre no podía estar tranquila al estar solo dos en la casa y podía soñar exagerada o paranoica pero prefería mantener en las calles vagando que estar encerrada en mi cuarto siempre en guardia con el tener de que alguna cosa fuera a suceder.
El aire frío te cala hasta los huesos y vivir cerca de la costa no ayudaba mucho, siempre terminaba caminando en la playa, visitando bibliotecas o mirando las vitrinas de la tienda como si el mundo a mi alrededor no existiera, como si mi propia existencia no fuera relevante para nadie. Mis padres, ni si quiera sabía como empezar a describir aquel matrimonio tan jodido con el que había sido concebida, una ex prostituta que había decidido asentar cabeza con uno de sus mejores clientes y un adicto a las apuestas que venía de una cuna de oro pero que se niega a recibir ayuda de sus padres, antes de notarlo mi madre se había ido una mañana y mi padre llevaba a sus amigos a jugar pachinko y algún otro juego de apuesta que les apeteciera.
En la escuela hay rumores recorriendo los pasillos, gente que dice que he estado trabajando en los barrios bajos, otros que duermo en las calles (lo cual es casi cierto) y mi favorito de todos es que aparentemente mi padre no es mi padre y que solo me mantiene a su lado por satisfacción, si me pegaran por cada uno de los rumores que esparcen de mi tendría el dinero suficiente para abandonar Tokyo e irme lejos de aquí. Detengo mi tranquilo andar sobre la primera banca que veo en la calle frente a la playa, ni si quiera hay una sola alma tan tarde en la noche y las olas siguen rompiendo en la orilla en un bucle sin fin.
Parecía que hoy sería otro de esos días en los que pasaría la noche fuera de casa, con el frío haciendo estragos en mi y con mi uniforme sucio sin darme tiempo de cambiarme, todo aquel que me viera pensaría que estaba loca, el invierno era la peor de las estaciones o esa creía yo, yo solo había conocido el crudo y frío invierno pero para algunos el invierno era una estación tan cálida llena de buenos momentos y tal vez algún día lo consideraría así.
—¿Está ocupado el lugar a tu lado?— pegue un respingo cuando escuche aquello, había estado tan sumida en mis cosas que nunca noté aquella figura alta parada a mi lado que señalaba en espacio vacío en el banco de madera. La calle estaba tan oscura que a penas podía ver su silueta por la luz de la luna y algunos faroles a lo lejos que aún servían a la perfección y pensar que la playa era el lugar más concurrido en verano pero en invierno no había ni si quiera alguna alma que se atreviera a encarar la brisa fresca.
