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"Si duermes despiertas para pensar, y tu no te decides por ninguna de las dos"
—natalia lafurcade; ella es bonita.
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Antes estaba acostumbrada a dormir en lugares muy extraños e incómodos, ya fuera en la banca de algún parque o el viejo asiento tirado en algún lugar todo con tal de no regresar a mi casa y pelear con Keiji, mi cama permanecía la mayor parte del tiempo vacía y las pocas veces que pasaba las noches en casa no podía pegar un ojo por temor a que aquel adulto hiciera algo mientras dormía. Dormir era algo que consideraba toda una bendición en aquellos y luego, después de conocer a Sanzu y vivir en el edificio me resultaba extraño poder dormir con tanta paz en cualquier habitación, tenía una cama, un cuarto, brazos cálidos que me envolvían entre ellos y mañanas llenas de risas antes de ir a la escuela, aquello era lo que yo podía llamar como milagro pero no todo era bueno, no todo simplemente podía seguir ese transcurso sin tener alguna repercusión.
Abrí mis ojos lentamente observando la blanca y espaciosa habitación de hospital que lucia tan callada como las otras veces, sin embargo siento un peso sobre mí así que giré mi rostro hacia la derecha encontrándome con Haruchiyo dormido profundamente, con aquellos mechones de su cabello rosado cubriéndole el rostro y su manos rodeando mi cintura, me parecía tan tierna su forma de dormir que me lo quedé mirando por unos largos segundos queriendo grabar cada mínimo detalle de su rostro en mi mente para que así cuando lo extraña pudiera recordarlo a la perfección, un tirón en mi brazo izquierdo hace que pegue un respingo pero me doy cuenta que se trata de Mikey quien se aferra a este con demasiada fuerza como si yo pudiera escapar en algún momento, él igual duerme profundamente y de una manera tan calmada que levantarlos sería un completo desperdicio. La puerta de la habitación se abre con fuerza haciendo que ambos adultos abran los ojos de golpe y algo asustados por el ruido que la puerta ha causado.
—¡Buenos días!— Kokonoi exclama entrando importándole poco si nos ha levantado o no, el de cabellos plateados camina en nuestra dirección con una sonrisa plantada en su rostro la cual aumenta cuando me ve despierta y totalmente consciente a diferencia de las otras veces que él debió de haber estado aquí, empuja el cuerpo adormecido de Sanzu con todas sus fuerzas lográndolo tirar de la camilla y me toma del brazo para pegarme a su pecho en un abrazo que me toma por sorpresa — Mimi, me asustaste demasiado — dice llevando sus manos a mi rostro inclinándose a mi altura colocando su rostro cerca del mío admirándolo con delicadeza.
