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El aire es, pesado. O es a mi pecho que le cuesta respirar. No, es el aire. Definitivamente son mis pulmones o simplemente solo es aquella mano sobre mi cuello la que hace que respirar duela tanto pero tanto que cerrar los ojos es lo único que me puedo permitir o tal vez es solo lo que puedo hacer para dejar de sentirme de esa forma. Olvídenlo, es mi mente recordando cosas.
Se supone qué hay una regla que todo el mundo debe obedecer sin falta, incluso los más tontos logran comprenderla y es que nunca debes de cuestionar a la persona que tiene la autoridad, ya sea en el trabajo, la escuela, casa siempre habrá alguien por encima de ti y desafiarla solo sirve para meterte en problemas. Esta ha sucedido antes, mi padre hace esto cada que cuestionaba o me enfrentaba a él, por eso dejaba de hacerlo, poner mi vida en riesgo solo por creerme valiente me parecía algo tonto pero morir era buena idea.
—¡Oye Mimiko!— los manos de Miya sacudiendo mis hombros me regresan a la realidad — ¿Estás bien? Llevas todo el día en los nubes, ayer faltaste a clases y hoy parece que estás ausente.
El rostro preocupado de mi amigo es lo único que logro ver, él tiene razón, he estado recordando cosas de cuando vivía con mi padre en todo el día y aunque era algo que no me gustaba hacer de alguna forma tenía esa desesperación en el pecho. Tal vez era debido a la confesión de Sanzu o tal vez era las palabras de Mikey, nuevamente me había dejado de endulzar por hasta el punto de olvidar que él seguía siendo un mentiroso por ley, lo de ayer me había dado ese golpe de realidad que había estado evitando mirar así que eso le traía en las nubes recordando cosas sin prestar atención a lo que me rodeaba.
— ¿Segura no estás enferma?— Miya lleva su mano a mi frente ignorando a nuestro maestros que explicaba alguna cosa sobre la materia — Parece que no es fiebre ¿sucedió algo ayer?
—Miya — le llamó indicándole que se acerque más a mi — Necesito ir a un lugar hoy, bueno a dos ¿crees que puedes acompañarme?
Mi amigo lo piensa unos momentos, se que él debe ayudar en la tienda de mascotas o que simplemente tiene más planes a parte de ese, entendería si se negaba o quería dejarlo para otro día pero yo había pensado en algo y necesitaba hacerlo antes de que la curiosidad me matara o algo como lo de ayer pudiera repetirse. Estaba paranoica, creía que había roto algo dentro de él, que probablemente él estaba vigilándome o simplemente todos eran tan fiel a él que yo era la que estaba sola verdaderamente.
— Te acompañaré — acepta mostrándome una ligera sonrisa, es tan pequeña que a penas la comisura de sus labios se eleva un poco de uno de los lados.
En cuanto crucé la puerta de la escuela esta mañana Miya estaba ahí esperando totalmente preocupado, fingí que solo me había levantado tarde, que había perdido la noción del tiempo y que solo quería faltar a clases ese día, no sabía de qué forma decirle a mi amigo que probablemente había descubierto por cuenta propia la peor de las traiciones en mi vida. Le tenía confianza y aprecio pero ¿Con que cara iba a contarle que yo estaba haciendo toda esa clase de cosas con aquellos adultos? ¿Que cara pondría él al enterarse de la situación en el edificio? ¿Qué pasaría si le decía sobre Mikey? El solo conocía lo superficial, la parte buena que me animaba a contarle siempre que él preguntaba alguna cosa sobre mi vida con aquellos cuidadores, en cierta parte le daba bastante pena decir que había hecho toda clase de cosas sin que sonara como manipulación, pero lo era, lo era y a mi me costaba aceptar eso.
