absoluta claridad aquella cama, la doble que se hundía en el medio. Cuando hacían el amor, el enmohecido colchón de muelles les marcaba el ritmo. En el otoño, finalmente, Wendy consiguió romper con su madre; Jack la ayudó.
Lo que quiere es seguir dominándote, le había dicho. Cuanto más la llames por teléfono, más veces volverás a arrastrarte pidiéndole que te perdone, y más veces podrá atormentarte con tu padre. A ella le viene bien, Wendy, porque puede seguir haciéndote creer que la culpa fue tuya. Pero a ti no te hace bien. Era un tema del que habían hablado una y mil veces en aquella cama.
(Jack estaba sentado, con las mantas enrolladas en la cintura y un cigarrillo encendido entre los dedos, mirándola a los ojos de esa manera entre seria y humorística que tenía de mirarla, diciéndole: ¿Acaso no te dijo que no volvieras nunca? ¿Que nunca quería volver a ver tu sombra en su puerta? Entonces, ¿por qué no cuelga el teléfono cuando sabe que eres tú la que llama? ¿Por qué lo único que te dice es que no puedes ir si yo estoy contigo? Porque sabe que yo puedo desbaratarle un poco el juego. Lo que quiere es seguir apretándote las clavijas, nena. Y si tú la dejas, eres una tonta. Si te dijo que no volvieras nunca, ¿por qué no le tomas la palabra?
Dale un descanso. Y finalmente, Wendy consiguió verlo como él le decía.) Fue idea de Jack la de separarse durante un tiempo, para tener una perspectiva de sus relaciones, decía él. Wendy temió que le interesara alguien más, pero descubrió que no era eso. En la primavera volvieron a estar juntos, y él le preguntó si había ido a visitar a su padre. Wendy había dado un salto, como si Jack acabara de asestarle un latigazo.
¿Cómo lo sabías?
La Sombra sabe.
¿Es que estuviste espiándome?
Y la risa impaciente de él, que siempre la hacía sentirse tan torpe... como si ella tuviera ocho años y Jack pudiera ver sus motivaciones con mayor claridad que ella.
Necesitaste tiempo, Wendy.
¿Para qué?
Me imagino que... para ver con cuál de nosotros querías casarte.
Jack,.. ¿qué estás diciendo?
Creo que estoy pidiéndote que te cases conmigo.
La boda. Estuvo su padre, pero no su madre. Wendy descubrió que podía soportarlo si estaba con Jack. Y después llegó Danny, su hermoso hijo.
Ése había sido el mejor año, y la mejor cama. Cuando nació Danny, Jack le había conseguido un trabajo: hacer copias a máquina para media docena de profesores del Departamento de inglés. Cuestionarios, exámenes, resúmenes de clase, fichas de libros, listas de lecturas. Wendy acabó copiando para uno de ellos una novela que jamás llegó a publicarse... para el más irreverente y reservado júbilo de Jack. El trabajo le daba cuarenta dólares semanales, que subieron vertiginosamente a sesenta durante los dos meses que Wendy se pasó mecanografiando la desdichada novela. Entonces habían comprado el primer coche, un «Buick» de cinco años con asiento para bebé en el medio. Matrimonio joven, brillante, en ascenso por la pirámide.
Danny impuso una reconciliación entre Wendy y su madre, una reconciliación que siguió siendo tensa, nunca feliz, pero, a fin de cuentas, una reconciliación. Cuando Wendy le llevó a su hijo, fueron sin Jack. Y luego no le dijo a su marido que su madre era quien cambiaba los pañales a Danny, quien ponía peros a la dosificación de los biberones y quien detectaba los primeros signos que acusaban erupciones en las nalgas del bebé o en los genitales. Su madre jamás decía nada abiertamente, pero el mensaje llegaba de todas maneras: el precio que Wendy había empezado a pagar (y que tal vez seguiría pagando siempre) para la reconciliación era la sensación de no ser buena madre. Así le seguía apretando las clavijas.
Durante el día, Wendy se quedaba en casa. Hacía los trabajos caseros, daba los biberones a Danny en la soleada cocina del apartamento de cuatro habitaciones que tenían en un segundo piso, y escuchaba música en el destartalado tocadiscos portátil que conservaba desde la escuela secundaria.
Jack llegaba a casa a las tres (o a las dos, si podía saltarse la última clase) y, mientras Danny dormía, se la llevaba al dormitorio y disipaba sus temores de incapacidad.
Por la noche, mientras Wendy escribía a máquina, él se ocupaba de la obra y de su trabajo para los cursos. En esa época, a veces Wendy salía del dormitorio donde trabajaba y los encontraba a los dos dormidos sobre el diván del despacho, Jack en calzoncillos y Danny cómodamente tendido sobre el pecho de su padre, con el pulgar en la boca. Ella acostaba al niño y después se ponía a leer lo que Jack había escrito esa noche, antes de despertarlo lo suficiente para que fuera a acostarse.
El mejor año, la mejor cama.
Algún día el sol pondrá su brillo
en mi patio de atrás...
Por entonces, Jack no tenía todavía problemas con la bebida. Los sábados por la noche aparecía en casa un puñado de condiscípulos suyos; de algún sitio salía un cajón de cerveza y se hablaba de temas en los que Wendy rara vez intervenía, porque ella había estudiado sociología y aquéllos se referían a literatura inglesa: si los diarios de Pepys eran literatura o historia; los problemas de la poesía de Charles Olson; a veces, leían obras que alguien estaba escribiendo. Esos temas, y otros cien. No, otros mil. Ella no sentía verdadera necesidad de participar; le bastaba con permanecer en su mecedora al lado de Jack, que se sentaba en el suelo con las piernas cruzadas, un vaso de cerveza en una mano y la otra suavemente cerrada sobre la pantorrilla o el tobillo de ella.
La competencia universitaria había sido reñida y Jack llevaba la carga adicional del escritor, actividad a la que dedicaba una hora todas las noches, por lo menos, como cosa de rutina. Las sesiones de los sábados eran una terapia necesaria, que permitía que en él se soltara algo que, si seguía acumulándose, podía hincharse e
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El Respalndor
Mystery / ThrillerEsta historia no me pertencece en lo absoluto Escritor Original: Sthephen King Saque el libro de una pagina de Internet, para ser claros, lo saque de www.librosdemario.com, como ya dije al principio el libro no me pertenece,solo lo resubi en esta pl...