Capitulo 60

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propaganda del gobierno. Los filmes comerciales fueron éxito clamorosos.
Durante la filmación de uno de ellos un anónimo diseñador de modas había ideado un sostén sin hombreras para que lo luciera la heroína durante la escena del Gran Baile, en la que mostraba todo lo que tenía, a no ser —posiblemente— una marca de nacimiento un poco por debajo de donde se separan las nalgas. También el crédito por ese invento fue para Derwent, y para aumento de su reputación y notoriedad.
La guerra lo había enriquecido, y seguía siendo rico. Establecido en Chicago, rara vez se lo veía a no ser en las juntas directivas de «Derwent Enterprises» (que presidía con mano de hierro) y se rumoreaba que era dueño de «United Air Lines», Las Vegas (donde se sabía que tenía intereses predominantes en cuatro hoteles-casino, y la mano metida en otros seis, por lo menos), Los Angeles e incluso de los Estados Unidos. Conocido por sus amistades entre los nombres de la realeza, de los presidentes del hampa, muchos pensaban que era el hombre más rico del mundo.
Pero no había podido sacar adelante el «Overlook», pensó Jack.
Durante un momento, dejó el álbum de recortes para sacar la pequeña libreta de notas y el lápiz estilográfico que llevaba siempre en el bolsillo del pecho. «Buscar H. Derwent en bibl. Sidwndr.», anotó y volvió a guardar la libreta y a coger el álbum de recortes. Tenía la expresión preocupada, los ojos distantes y continuamente se frotaba la boca con la mano mientras seguía pasando páginas.
Recorrió rápidamente el material que seguía, mientras tomaba mentalmente nota para leerlo con más atención en otro momento. En muchas de las páginas había recortes de gacetillas de Prensa. Fulano era esperado en el «Overlook» la semana siguiente, zutano organizaba una recepción en el salón (el que en la época de Derwent se llamaba Red-Eye Lounge). Muchos de los que invitaban eran apellidos de Las Vegas, y muchos invitados eran ejecutivos y estrellas de Top Mark.
Después apareció un recorte fechado el 1.º de febrero de 1952:
MILLONARIO VENDE INVERSIONES
EN COLORADO
Trato hecho con inversionistas californianos sobre el «Overlook» y otras inversiones. Revelaciones de Derwent.
Por Rodney Concklin, redactor financiero.
En un sucinto comunicado proporcionado ayer por las oficinas en Chicago de la monolítica «Derwent Enterprises» se reveló que el millonario (billonario, tal vez.) Horace Derwent ha vendido la totalidad de sus inversiones en Colorado, en una vertiginosa operación financiera que quedará completada el 1.º de octubre de 1954. Las inversiones de Derwent incluyen gas natural, carbón, energía hidroeléctrica y una compañía de bienes raíces, la Colorado Sushine, Inc., que es propietaria de una superficie de más de 200.000 Ha. de tierra en Colorado o tiene opciones sobre ella.
La inversión de capital más famosa de Derwent en Colorado, el
«Overlook Hotel», ya ha sido vendido, según lo reveló Derwent en una excepcional entrevista concedida ayer. El comprador fue un grupo de inversionistas californianos encabezado por Charles Grondin, ex director de la «Corporación de Tierras de California». Aunque Derwent declinó hacer referencia al precio, según fuentes bien informadas...
Había vendido todo, absolutamente todo. No era solamente el «Overlook». Pero de alguna manera... de alguna manera... Jack volvió a enjugarse los labios con la mano y deseó poder beber algo. Eso iría mejor si tuviera algo para beber. Siguió pasando más páginas.
El grupo de California había abierto el hotel durante dos temporadas y después se lo vendió al «Mountainview Recorts», otro grupo de Colorado, que en 1957 se declaró en quiebra, entre acusaciones de corrupción, escamoteo de fondos y estafas a los accionistas. Dos días después de haber sido emplazado para comparecer ante un gran jurado, el presidente de la compañía se mató de un tiro.
Durante el resto del decenio el hotel había estado cerrado. Sobre esa época no había más que un artículo, en un periódico dominical, con el titular ANTIGUO GRAN HOTEL SUMIDO EN EL ABANDONO. Las fotos que lo ilustraban hicieron que a Jack se le encogiera el corazón: la pintura de la terraza delantera desconchada, el césped lleno de hierbas y de parches pelados, las ventanas destrozadas por tormentas y piedras. Eso también sería parte del libro, si es que llegaba a escribirlo: el fénix que se reduce a cenizas para después renacer. Jack se prometió que él cuidaría del hotel; lo cuidaría bien. Le parecía que antes de ese día no había entendido en realidad la magnitud de su responsabilidad con el «Overlook». Era casi como tener una responsabilidad ante la historia.
En 1961 cuatro escritores, dos de ellos ganadores del Premio Pulitzer, habían alquilado el hotel para reabrirlo como escuela para escritores. Eso había durado un año. Uno de los estudiantes se había emborrachado en su habitación del tercer piso, se había arrojado por la ventana y había ido a estrellarse en la terraza de cemento de abajo. El periódico insinuaba que podía haber sido un suicidio.
Todos los grandes hoteles tienen escándalos , había dicho Watson, lo mismo que cualquier gran hotel tiene un fantasma. ¿Por qué? Demonios, la gente viene y va...
De pronto le pareció que casi podía sentir el peso del «Overlook» como algo que lo oprimía desde arriba, con sus ciento diez habitaciones, los depósitos de provisiones, la cocina, la despensa, el congelador, el vestíbulo, el salón de baile, el comedor... (En el salón las mujeres vienen y van) (...y sobre todos ellos la Muerte Roja.)
Se frotó los labios y pasó a la página siguiente del álbum de recortes.
Había llegado ya al último tercio de él y por primera vez se preguntó conscientemente de quién sería ese volumen abandonado encima del montón de papeles más alto del sótano.
Un nuevo titular, de fecha 10 de abril de 1963.

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