Capitulo 88

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encontrárselo de pie borracho y confundido, sobre el cuerpo inerte de Danny.
Empujó la puerta y entró y ahí estaba Jack, frotándose las sienes con los dedos, con la cara de una palidez fantasmal. El aparato de radio estaba a sus pies, en un pequeño mar de vidrios rotos.
—¿Wendy? —balbuceó con inseguridad—. ¿Wendy...?
Su perplejidad parecía ir en aumento y durante un momento Wendy vio el rostro auténtico, el que su marido ocultaba en general tan hábilmente, un rostro desesperadamente desdichado, la cara de un animal caído en una trampa que excede su capacidad de comprensión y de la que no puede evadirse. Después los músculos empezaron a contraerse, a retorcerse bajo la piel, la boca se puso a temblar de una manera enfermiza, mientras la nuez se le sacudía convulsivamente.
La propia alteración y sorpresa de Wendy quedaron dominadas por la impresión: él iba a echarse a llorar. Ya lo había visto llorar otras veces, pero nunca desde que dejó la bebida... y jamás en aquellos días a no ser que estuviera muy borracho y patéticamente arrepentido. Él era hombre tenso, tenso como un parche de tambor, pero que perdiera el dominio de sí mismo volvía a asustarla.
Dio unos pasos hacia ella, mientras las lágrimas empezaban a desbordársele de los párpados inferiores y la cabeza se le sacudía involuntariamente como en un esfuerzo estéril por controlar la tormenta emocional. El pecho se le sacudía en una respiración convulsiva, jadeante, convertida en enormes sollozos desgarradores. Calzados con mocasines, sus pies tropezaron con los despojos de la radio y Jack poco menos que cayó en brazos de su mujer, haciéndola tambalearse hacia atrás, con su peso. Al recibir en la cara el aliento de él, Wendy no sintió ni asomo de alcohol. Claro que no; si no había bebidas allí arriba.
—¿Qué te pasa? —le preguntó sosteniéndolo lo mejor que podía—.
Jack, ¿qué es lo que tienes?
Pero al principio él no podía hacer otra cosa que sollozar, aferrándose a ella hasta casi dejarla sin respiración, moviendo la cabeza sobre el hombro de Wendy en un gesto desvalido, como si tratara de apartar algo. Los sollozos eran devastadores, y todo el cuerpo se le estremecía; bajo la camisa escocesa y los tejanos, continuos espasmos le recorrían los músculos.
—¿Jack? ¡Por favor! ¡Dime qué es lo que pasa!
Finalmente, los sollozos empezaron a convertirse en palabras, la mayor parte de ellas incoherentes al comienzo, después más claras a medida que Jack empezaba a quedarse sin lágrimas.
—... sueño, me imagino que fue un sueño, pero era tan real, yo... era mi madre que decía que papá iba a hablar por radio y yo... él me decía que... no sé, pero me gritaba... y entonces rompí la radio... para hacerlo callar. Para hacerlo callar. Está muerto. No quiero ni siquiera soñar con él. Está muerto. Dios mío, Wendy, Dios mío. Jamás había tenido una pesadilla semejante. Ni quiero volver a tenerla. ¡Cristo, qué espantoso!
—¿Te quedaste dormido aquí, en el despacho?
—No... aquí no. Abajo.
Ahora empezaba a enderezarse un poco, liberando a Wendy de parte de su peso, y el movimiento de la cabeza de atrás hacia delante empezó a hacerse más lento, hasta que se detuvo.
—Estaba mirando esos papeles viejos. Sentado en una silla que encontré allí. Recibos de leche, cosas así, aburridas. Y me parece que me adormilé un poco. Debió ser entonces cuando empecé a soñar, y debe haber venido aquí sonámbulo —ahogó una risita temblorosa contra el cuello de Wendy—. Otra cosa que es la primera vez.
—¿Donde está Danny, Jack?
—No sé. ¿No está contigo?
—¿No estaba... contigo en el sótano?
Jack miró por encima del hombro. Ante lo que vio en la expresión de ella, el rostro se le puso tenso.
—Jamás dejarás que me olvide de eso, ¿no es cierto, Wendy?
—Jack...
—¿Jack qué? —preguntó vehemente y se puso en pie de un salto—. ¿O vas a negar que es eso lo que estás pensando? ¿Que yo lo lastimé? ¿Que si lo lastimé antes, bien puedo volverlo a lastimar?
—¡Quiero saber dónde está, y nada más!
—¡Pues sigue vociferando hasta que te quedes ronca, que así vas a arreglar mucho las cosas!
Wendy se dio la vuelta y salió.
Jack la miró alejarse, inmovilizado durante un momento, sosteniendo en la mano un secante cubierto de fragmentos de vidrio. Después lo dejó caer en el cesto de los papeles, salió tras de Wendy y la alcanzo junto al mostrador del vestíbulo. Apoyándole las manos en los hombros, la obligó a darse vuelta. La expresión de ella era cautelosa.
—Wendy, lo siento. Fue ese sueño, que me dejó mal. ¿Me perdonas?
—Claro —respondió ella, sin cambiar de expresión. Rígidos, sus hombros se le escurrieron debajo las manos. Desde la mitad del vestíbulo, empezó a llamar:
— ¡Doc! ¡Eh, doc! ¿Dónde estás?
El silencio volvió a cerrarse. Wendy fue hacia la doble puerta del vestíbulo, la abrió y salió a la senda que Jack había abierto en la nieve.
Parecía una trinchera; la nieve a través de la cual pasaba la senda le llegaba casi a los hombros. Cuando volvió a llamar, su aliento era un vapor blanco.
Al volver, ya empezaba a parecer asustada.
—¿Estás segura de que no está durmiendo en su cuarto? —preguntó razonablemente Jack, dominando su irritación con ella.
—Ya te dije que andaba jugando por ahí mientras yo hacía punto. Yo alcanzaba a oír que estaba abajo.
—¿Y te quedaste dormida?
—Y eso, ¿qué tiene que ver? Si. ¿Danny?
—Pero ahora, cuando bajaste, ¿miraste en su habitación?
—En... —balbuceó Wendy. Jack hizo un gesto afirmativo—. En realidad, no lo pensé.
Sin esperarla, él empezó a subir la escalera. Wendy lo siguió, a medias corriendo, pero él subía de a dos los escalones. Wendy estuvo a punto de chocar con él cuando Jack se detuvo bruscamente en el descansillo de la primera planta y se quedó inmóvil, mirando hacia arriba, con

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