Capitulo 25

5 1 0
                                    

Ullman...
—Sí, ¿qué pasa?
—Es la señora Brant —explicó el hombre, incómodo—. Se niega a pagar su cuenta si no es con la tarjeta del «American Express». Le dije que al final de la temporada del año pasado dejamos de aceptar «American Express», pero no quiere... —sus ojos fueron hacia la familia Torrance, después volvieron a Ullman. Se encogió de hombros.
—Yo me ocuparé de eso.
—Gracias, señor Ullman —el empleado volvió hacia el mostrador, donde una denodada mujer, envuelta en un largo abrigo de pieles y que lucía algo así como un boa negro de plumas, protestaba en voz alta.
—Yo vengo al «Overlook» desde 1955 —contaba al empleado, que se encogía de hombros con una sonrisa—. Y seguí viniendo después de que mi segundo marido murió de un ataque en esa fatigosa cancha de roque... bien le había dicho yo que había demasiado sol ese día... y nunca , pero nunca , le digo, pagué con otra cosa que no fuera con mi tarjeta de crédito del «American Express». ¡Llame a la Policía si quiere! ¡Hágame llevar por ellos! Lo mismo seguiré negándome a pagar con nada que no sea mi tarjeta dé crédito del «American Express». Y le repito...
—Discúlpenme ustedes —pidió el señor Ullman.
Lo siguieron con la vista mientras atravesaba el vestíbulo, tocaba con un gesto deferente el codo de la señora Brant y abría ambas manos, con una inclinación de cabeza, en el momento en que ella apuntó sus baterías sobre él. La escuchó con atención, volvió a hacer un gesto afirmativo y le dijo algo a su vez. Con una sonrisa de triunfo, la señora Brant sé volvió al infeliz empleado del mostrador y le dijo:
—¡Gracias a Dios que en este hotel hay un empleado que no se ha convertido en un ser completamente rutinario!
Después aceptó que Ullman, que apenas si llegaba al macizo hombro de su abrigo de pieles, la tomara del brazo para conducirla, presumiblemente a su despacho privado.
—¡Uuuuh! —exclamó Wendy, sonriendo—. Este figurín se gana el sueldo.
—Pero esa señora no le gustaba —precisó inmediatamente Danny—.
El señor hizo como que le gustaba, pero nada más.
—De eso estoy seguro, doc —Jack, lo miró con una sonrisa—. Pero la adulación es lo que engrasa las ruedas del mundo.
—¿Qué es adulación?
—Adulación —le explico Wendy— es cuando tu papá dice que le gustan los pantalones amarillos que acabo de comprarme, aunque no sea cierto, o cuando dice que no me hace falta rebajar dos o tres kilos.
—Ah. ¿Es mentir por gusto?
—Algo parecido.
El niño había estado mirándola con atención.
—Qué guapa eres, mamá—dijo después, y frunció el ceño, confundido, cuando sus padres cambiaron una mirada y después estallaron en risas.
—Ullman no se molestó en halagarme mucho a mí —comentó Jack—.
Venid, vamos a la ventana, que no me siento cómodo aquí, en medio de la gente, con esta chaqueta de dril. Sinceramente, no creí que hubiera mucha gente aquí, el día que cierran la temporada, pero parece que me equivoqué.
—Estás muy guapo —le dijo Wendy, y los dos volvieron a reírse; Wendy se cubrió la boca con una mano. Danny seguía sin entender, pero sentía que estaba bien. Sus padres se amaban. Danny pensó que ese lugar traía a su madre el recuerdo de otro (el Beakman) donde ella había sido feliz; Deseaba poder estar tan contento como ella, y no dejaba de decirse y volverse a decir que las cosas que Tony le mostraba no siempre se realizaban. Andaría con cuidado, atento a algo que se llamaba Redrum. Pero no diría nada, a no ser que fuera absolutamente necesario. Porque sus padres se sentían felices, se habían estado riendo, y no había en ellos malos pensamientos.
—Mira qué vista—señaló Jack.
—Oh, es estupenda. ¡Fíjate, Danny!
Pero a Danny no le parecía especialmente estupenda. A él no le gustaban las alturas: se mareaba. Más allá de la terraza cubierta que corría todo a lo largo del hotel, un césped cuidadosamente manicurado (con un putting green a la derecha) descendía suavemente hacia la piscina rectangular y alargada. En un pequeño trípode al extremo de la piscina, un cartel anunciaba CERRADO; cerrado era un letrero que Danny podía leer solo, lo mismo que Stop, Salida, Pizza y algunos otros.
Más allá de la piscina, una senda de grava serpenteaba entre un bosquecillo de pinos, abetos y álamos de corta edad, y allí había una señal que Danny no conocía: ROQUE. Debajo de las letras se veía una flecha.
—¿Qué es R-O-Q-U-É, papá?
—Un juego —contestó Jack—. Se parece un poco al croquet, sólo que se juega en una cancha de grava en vez de césped, y tiene los lados como una gran mesa de billar. Es un juego muy viejo, Danny, y a veces aquí se hacen torneos.
—¿Se juega con un mazo de croquet?
—Algo así —asintió Jack—. Pero con el mango un poco más corto, y la cabeza tiene un lado de goma dura y otro de madera.
(¡A ver si sales mocoso de mierda!)
—Se pronuncia roké . Si quieres —seguía diciendo su papá—, algún día te enseñaré a jugar.
—No sé —respondió Danny con una vocecita descolorida que hizo que sus padres intercambiaran por encima de él una mirada de desconcierto—. No creo que me guste.
—Bueno, doc, pues si no te gusta, con no jugar ya está. ¿De acuerdo?
—Seguro.
—¿Te gustan los animales? —le preguntó Wendy—. Ven a ver el jardín ornamental.
Al otro lado de la senda que conducía a la cancha de roque había setos verdes recortados para darles forma de diversos animales. Danny, con su vista de lince, alcanzaba a distinguir un conejo, un perro, un caballo, una vaca y otros tres, más grandes, que parecían leones retozando.
—Fueron esos animales los qué hicieron pensar al tío Al que yo podía servir para el trabajo —les contó Jack—. Él se acordaba de que mientras estaba en la Universidad yo trabajaba a veces para unos arquitectos paisajistas, que tenían una

El RespalndorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora