Capitulo 48

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estaba ahora sentado junto a ellos en la cama, y Wendy sintió la antigua, débil punzada (A él primero como siempre a él primero) de los celos. Jack le había gritado y ella lo había consolado. Pero era a su padre a quien Danny le decía:
—Discúlpame si fui malo.
—No tienes de qué disculparte, doc —Jack le revolvió el pelo—. Pero, ¿qué demonios pasó allí dentro?
Lentamente, aturdido, Danny sacudió la cabeza.
—No... no lo sé. ¿Por qué me dijiste que me dejara de tartamudear, papá? Si yo no tartamudeo.
—Claro que no —le dijo afectuosamente Jack, pero Wendy sintió que un dedo de hielo le tocaba el corazón. De pronto, Jack parecía asustado, como si hubiera visto algo que podría haber sido un fantasma.
—Algo con el cronómetro... —masculló Danny.
— ¿Qué? —Jack se había inclinado hacia delante, y Danny se encogió en brazos de su madre.
—¡Jack, lo estás asustando! —le reprochó Wendy en voz alta, con tono acusador. De pronto, se le ocurrió que los tres estaban asustados... pero, ¿de qué?
—No sé, no sé —decía en ese momento Danny a su padre—. ¿Qué... qué fue lo que dije, papá?
—Nada —farfulló Jack. Sacó el pañuelo del bolsillo de atrás y se lo pasó por la boca. Durante un momento, Wendy volvió a tener esa vertiginosa sensación de que el tiempo andaba hacia atrás. Era un gesto que ella recordaba bien de su época de alcohólico.
—¿Por qué cerraste la puerta con pestillo, Danny? —le preguntó con suavidad—. ¿Por qué hiciste eso?
—Tony... Tony me dijo que lo hiciera.
Por encima de la cabeza del chico, sus padres se miraron.
—¿Tony no te dijo por qué, hijo? —preguntó Jack, en voz baja.
—Estaba lavándome los dientes y pensando en el libro de lectura... pensando mucho —explicó Danny—. Y... y entonces vi a Tony en el espejo. Me dijo que tenía que volver a mostrarme.
—¿Quieres decir que estaba detrás de ti? —le preguntó Wendy.
—No, estaba en el espejo —destacó Danny categóricamente—. Muy adentro. Y después entré yo en el espejo. Lo único que recuerdo después es que papito me sacudía y que yo pensé que había vuelto a portarme mal.
Jack se estremeció como si hubiera recibido un golpe.
—No, doc —susurró.
—¿Tony te dijo que echaras el pestillo a la puerta? —preguntó Wendy, acariciándole el pelo.
—Sí.
—¿Y qué quería mostrarte?
Danny se puso tenso en sus brazos, como si todos los músculos del cuerpo se le hubieran convertido en algo así como las cuerdas de un piano.
—No recuerdo —dijo, confuso—. No recuerdo. No me lo preguntéis.
No... ¡no recuerdo nada!
—Shh —lo silenció Wendy, alarmada, y empezó nuevamente a mecerlo—. No importa que no recuerdes, hijo. No importa nada.
Finalmente, Danny empezó de nuevo a relajarse.
—¿Quieres que me quede un ratito contigo? ¿Que te lea un cuento?
—No. Que me dejes la luz de noche, nada más —miró con timidez a su padre—. ¿Quieres tú quedarte, papá? ¿Un minuto?
—Seguro, doc.
Wendy suspiró.
—Te espero en el cuarto de estar, Jack.
—De acuerdo.
Wendy se levantó y se quedó mirando cómo Danny se metía bajo las mantas. Le pareció muy pequeño.
—¿Seguro que estás bien, Danny?
—Seguro. Pero enciéndeme el Snoopy, ma.
—Claro.
Wendy encendió la lamparilla de noche, que mostraba a Snoopy profundamente dormido sobre el techo de su caseta. Danny nunca había querido tener una luz nocturna hasta que se mudaron al «Overlook», pero entonces la había pedido específicamente. Wendy apagó la luz del techo y se volvió a mirarlos a ambos, el pequeño círculo pálido que era la carita de Danny, y el rostro de Jack inclinado sobre él. Titubeó un momento (y después entré yo en el espejo) antes de salir silenciosamente.
—¿Tienes sueño? —preguntó Jack, mientras le apartaba a Danny el pelo de la frente.
—Sí.
—¿Quieres un poco de agua?
—No...
Durante cinco minutos reinó el silencio. Danny seguía inmóvil bajo la mano de su padre. Pensando que el niño se había dormido, Jack estaba a punto de levantarse para salir silenciosamente cuando su hijo murmuró desde el borde del sueño:
—Roque.
Jack se dio la vuelta, helado hasta los huesos.
—¿Danny...?
—Tú nunca le harías daño a mamá, ¿verdad?
—No.
—¿Ni a mí?
—No.
Silencio de nuevo, desovillándose.
—Papá.
—¿Qué?
—Vino Tony y me estuvo hablando del roque.
—¿De veras, doc? ¿Y qué te dijo?
—No me acuerdo mucho, salvo que me dijo que era por turnos, como el béisbol. ¿No es gracioso?
—Sí —a Jack, el corazón le golpeaba sordamente en el pecho. ¿Cómo era posible que el chico supiera una cosa así? El roque se jugaba por turnos, no como el béisbol, sino como el cricket.
—¿Papá? —Danny ya hablaba casi dormido.
—¿Qué?
—¿Qué es redrum ?
—¿Red drum? ¿Un tambor rojo [3] ? Podría ser algo que un indio lleva a la guerra.
Silencio.
—¿Oye, doc?
Danny ya estaba dormido, lenta y regular la respiración. Durante un momento Jack se quedó mirándolo, y una oleada de cariño lo invadió como una marea. ¿Por qué le había gritado de semejante manera? Si era perfectamente normal que el niño tartamudeara un poco. Acababa de salir de un aturdimiento o una extraña especie de trance, y el tartamudeo era totalmente normal en esas circunstancias. Perfectamente. Y además, no había dicho cronómetro , qué va. Habría sido alguna otra cosa, sin sentido, incomprensible.
¿Cómo había sabido que el roque se juega por turnos? ¿Se lo habría dicho alguien... Ullman, Hallorann?
Se miró las manos, que la tensión contraía apretadamente en puños (dios qué bien me vendría un trago) al punto de que las uñas se le hincaban en las palmas como pequeños hierros candentes. Lentamente, se obligó a abrirlas.
—Te quiero, Danny, bien lo sabe Dios —susurró.
Salió de la habitación, pensando que de nuevo había tenido un

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