Capítulo 25

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POV Marta

Llevo días sin saber nada de Hugo, y la verdad es que comienza a preocuparme su actitud. En un principio traté de ser comprensiva, e intentar entender su huida repentina, pero después de mucho consultarlo con la almohada me di cuenta de que yo no tuve esa opción. Me da igual lo mucho que lo quiero o todo lo que me ha apoyado hasta el momento, en esta ocasión me ha fallado, y no es precisamente algo leve que se pueda pasar por alto.

Esta tarde los pensamientos me carcomían viva, tanto que llamé a Julieta unas cuantas veces, pero nunca respondió. Tampoco quiero atosigarla, ya tiene suficiente con lo suyo, y al parecer también pasa algo en su casa, algo que no puede contarme y me tiene intrigada. Supongo que son temas que no le incumben, y ella en eso no se mete. Al final tuve que calmarme con una valeriana y poniéndome a meditar, que según he visto en Internet, mejora tu conexión con tu yo interior. No sé, lo único que me ayudó fue a quedarme dormida.

Hoy he decidido salir con mi madre a hacer unos recados, desde que le conté lo del embarazo ha estado increíblemente amable conmigo, sus comentarios sobre mi físico se han esfumado. Ahora convivo mucho mejor, tanto con ella como con mi hermana, eso es lo que saco en limpio.

—¿Has contactado ya con tu novio? —cuestiona mi madre mientras mete en el carro algunas hortalizas, estamos haciendo la compra.

—No—niego con un hilo de voz, entre avergonzada y miedosa de su reacción.

Para mi sorpresa, sigue con su ritmo de compra normal, no se altera en lo absoluto.

—Si vais a tener un hijo, tendréis que casaros—declara con tranquilidad, algo que realmente no me sorprende. Mi madre es de la vieja escuela, no concibe el hecho de que una pareja pueda tener un bebé sin estar casados. Aunque en muchos aspectos entra en razón, esta es una de sus ideas que están más arraigadas en su forma de ser, y de las que creo que nunca va a cambiar—Debo hablar con sus padres y organizarlo todo—asegura sin miramientos.

—Mamá—la reprendo levemente, como toque de atención, ella me ignora y sigue a lo suyo. Pongo los ojos en blanco, al fin y al cabo, sabía que esto iba a salir de alguna forma.

Continuamos con la compra, una vez acabado, le digo que estoy algo cansada y decidimos volver a casa. Ya van siendo horas, está comenzando a anochecer y hace frío.

Una vez en casa, ayudo a mi madre a guardar todo en su correspondiente lugar mientras la ladronzuela de mi hermana se encarga de hurtar un paquete de galletas para llevárselo a su habitación. Mi progenitora ni siquiera se da cuenta, me siento orgullosa de haberle transmitido mi sabiduría en esa ardua tarea, como es traspasar el radar de mi madre. De pequeñas solíamos jugar a robarle cosas de la compra hasta que se diera cuenta, una vez que se percataba de lo que hacíamos, echábamos a correr al refugio de los brazos de nuestro padre. Desde luego uno de mis mejores recuerdos con mi hermana.

Poco a poco la noche va cayendo, me paso las horas viendo una telenovela turca en el sofá junto a mi madre. Ya se ha quedado dormida, y la verdad es que yo estoy a punto de hacerlo, me encuentro en ese estado de vigilia, en el que mis párpados ceden ante el cansancio pero mi cerebro todavía sigue activo. De fondo oigo el timbre de la puerta, por un momento me planteo que todo ha sido producto de mi imaginación, pero el sonido se repite confirmando que es real. Aún medio adormilada, y con lentitud, me dirijo hacia la entrada. Por la mirilla compruebo quién se atreve a venir a estas horas, que según mi reloj es ya pasada la medianoche. Me cuesta enfocar la vista por la pequeña ranura, pero cuando lo veo, mi pulso se acelera de repente. Como si del hijo pródigo se tratara, abro la puerta en un solo movimiento y me lanzo a sus brazos. Aspiro su aroma, fresco y mentolado, que desprende y lo agarro tan fuerte para que no se vaya nunca más de mi lado. Permanecemos en esa posición durante un tiempo, que para mí podría ser la eternidad. Mi corazón palpita feliz, y mi rostro seguramente muestre la misma emoción.

HiraethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora