Capítulo 32

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El timbre suena en la planta de abajo, corro hacia la puerta y la abro. Tras ellas diviso dos rostros familiares, dos amigas a las que he echado muchísimo de menos. Estas me sonríen, una mezcla entre felicidad y tristeza se respira en el ambiente. Una de ellas, la pelirroja, se adelanta y me abraza, tan fuerte que me cuesta respirar. La sensación es agridulce, su toque produce que mi interior se remueva y amenace en deshacerse de nuevo.

—Te he echado de menos—susurra en mi oído con cariño, y aprieta todavía más, si eso es posible.

—La vas a ahogar—advierte Olivia tras ella.

Afloja su agarre, y poco a poco se separa de mí, con lentitud como si temiera que me fuera a ir de su lado. No aparta la mirada de mí, ni siquiera cuando la pelinegra se hace paso para abrazarme de nuevo. Esta lo hace de una forma más gentil, pero igual de cálida, de nuevo mi interior me amenaza, pero lo consigo mantener a raya.

—Yo también os he echado de menos—confieso con el corazón latiendo con fuerza, y las lágrimas amenazando por salir. —Vamos al jardín—las animo intentando alegrar la voz, ellas asienten en silencio y me siguen hasta la mesa de madera, en la cual se encuentran algunos dulces cuidadosamente preparados por el chef de la casa.

—Se ve delicioso—la pelirroja se relame con un brillo en los ojos al observar los pastelitos de crema.

—Coged lo que queráis—las animo con una sonrisa, estas obedecen al instante y coger un par de tartaletas de fresa, mientras yo me hago con algunas piezas de fruta. Nos mantenemos en silencio mientras degustamos los manjares que nos han preparado, no puedo evitar reír cuando veo a Olivia manchada con mermelada de fresa.

—Oh, maldita sea—maldice al percatarse, mueve la cabeza en busca de una servilleta la cual mágicamente aparece en su rostro.

La pelirroja, a su lado, la limpia cuidadosamente. Observo la escena como una simple espectadora, enternecida ante la mirada de Olivia, y la forma en la que Rita saca la lengua inconscientemente al limpiarle los restos alrededor de las comisuras de los labios. Ambas miradas coinciden por un momento, y se dicen tantas cosas en silencio, que me siento como una extraña. Lo que veo es devoción, cariño y mucho amor. De ese que no se ve todos los días. Apartan la mirada apenas al segundo, y se sonrojan a la vez. Disimulo la sonrisilla que está a punto de salirme, y me encargo de rellenar el silencio.

—Los días están preciosos últimamente—digo en voz alta, atrayendo la atención de ambas, estas parecen olvidar el momento anterior y se unen a la conversación.

—Falta poco para que llegue el verano—recuerda Rita llevándose un trozo de tartaleta a la boca.

—¿Qué tal está tu hermano? —cuestiona la otra de mis amigas, dirijo la mirada hacia ella y suspiro.

—Por ahora no me dejan verlo, tiene que pasar una temporada en desintoxicación sin posibilidad de visitas. Solo espero que esté bien —intento decirlo con una voz neutra, pero finalmente torna a triste, me resulta inevitable al hablar de Adrián.

—Seguro que sí, Juls —me consuela Rita, esta coge mi mano y la aprieta en señal de apoyo.

—Además, en ese centro en el que está, tiene máxima vigilancia. Seguro que va a estar bien—asegura la pelinegra, reafirmando las palabras de su mejor amiga. —Mi padre estuvo allí durante un tiempo, por ludopatía—explica. —Lo trataron muy bien, y ahora vive una vida totalmente normal. Hay muchísima gente con adicciones, y no son fáciles. A veces recaen, pero lo importante es querer estar bien, y tener gente que te apoye.

Me impresionan las palabras de Olivia, por su sinceridad al hablar de un tema tan delicado como es una adicción. Me resulta admirable.

—No tenía ni idea de lo de tu padre, lo siento—confieso.

HiraethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora