Hace días que Hugo no aparece por casa, al parecer ni siquiera Isabel sabe dónde está, solo le ha mandado un mensaje asegurándose que está bien, aunque eso lo dudo. Marta me llamó para decirme que le había contado lo del bebé, y que no se lo tomó demasiado bien. Según mi amiga, palideció tanto que temía que fuera a desmayarse
Respecto a Isabel, la mujer se ha pasado días metida en la cama llorando, ni siquiera ha salido ni para comer, nos hemos encargado tanto mi hermano como yo de llevarle la comida todos los días a su habitación, o más bien a la de invitados. Aunque apenas se lleva bocado a la boca. De hecho, ha dejado a alguien a cargo del bufete, no ha ido ni a trabajar, es preocupante verla así, aunque sí que revisa algunos documentos importantes vía online.
Nosotros hemos hecho lo posible por animarla, incluso hemos visto algunas películas con ella por las noches después del trabajo. La verdad es que no ayudaron mucho, ya que cuando salía cualquier escena romántica se echaba a llorar. Al final, su estado de ánimo terminó afectándome y llevo unos días bastante deprimida. La casa se me hace enorme, es como si la tristeza estuviera impregnada en todas las paredes, y cada vez que paso por el cuarto de Isabel y Antonio me entran ganas de romperlo todo.
Lo único bueno de mis días es trabajar, me saca de mis pensamientos y mi vida en general, aunque no hable mucho con Elio su presencia me tranquiliza.
—Buenos días—saluda brevemente antes de introducirse en el almacén.
—Elio—lo llamo antes de que desaparezca, se gira y me mira, con su semblante impasible de siempre—El programa no funciona bien—informo.
Se queda sopesando mis palabras unos segundos, para dirigirse hacia el ordenador con aires molestos. Después de trabajar con él todo este tiempo soy capaz de descifrar algo más de lo que siente, siempre hay ciertos matices en su expresión que me ayudan a saber sobre su estado de ánimo.
—Creo que esto puedo arreglarlo—alega volviendo a su silencio habitual.
Teclea unos códigos, desconocidos para mí, y comienza a trabajar en el aparato electrónico. Me quedo pasmada observando cada movimiento, lo hace parecer tan simple que me sorprende. En este tiempo, he descubierto que se le dan muy bien las matemáticas, por lo menos el cálculo mental, y la informática, siempre dentro de unos límites. Me parecen impresionantes sus aptitudes. A veces me pregunto qué habrá estudiado, o qué estudia. Sé que es mayor que yo, pero no sé exactamente cuántos años tiene.
—Vale, ya está—dice apartándose del ordenador y dirigiendo su mirada hacia mí—Debería funcionar.
Doy un paso hasta el ordenador, compruebo un par de cosas y asiento en señal de que todo está correcto. Imita mi gesto en señal de entendimiento y desaparece otra vez en el almacén.
La mañana pasa bastante ajetreada, con bastantes clientes y pedidos, de hecho, ya tenemos flores para varias bodas ahora que se viene la primavera.
La campanita suena una vez más, al levantar la vista para darle la bienvenida a un cliente, veo a Marta en la entrada. Viene hasta mí con una sonrisa.
—Buenos días—saluda
—¿Qué haces aquí? —pregunto curiosa.
—He venido a preguntarte si sabes algo de Hugo—solo su nombre me pone nerviosa—Hace días que no sé de él y me estoy preocupando—su expresión cambia, frunce el ceño y se lleva las uñas a la boca para mordisquearlas.
—Lo siento, no sé nada.
—No quiero tomar una decisión sin él.
—Vas a tener que tomarla si decide escapar—confieso sin darle más vueltas, al principio mi amiga me mira sorprendida para después bajar la cabeza y asentir en silencio.
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Hiraeth
Novela JuvenilJulieta Rojas era una adolescente normal y corriente, hasta que de pronto todo su mundo se puso patas arriba. Desde ese maldito día ya no volvió a ser la misma, en realidad ya nunca lo sería. Su entorno cambió, al igual que ella. Todo lo hizo. Llegó...