—¡Julieta!—escucho cómo Isabel me llama desde la planta de abajo—¡Tus amigas están aquí!—insiste poniéndome un poco nerviosa.
—¡Bajo!—grito para avisarlas.
Termino de atusarme el pelo, lo llevo ondulado de forma ligera para darle un poco más de forma y así ponerlo un poco diferente. Está demasiado largo. Bufo al darme la vuelta y verme tan delgada, intento que no me afecte. Es cierto que nunca he tenido las curvas espectaculares de Marta, pero ahora mismo estoy en un punto en el que odio mi reflejo.
Sacudo la cabeza y bajo cuando comienzo a escuchar voces femeninas llamándome insistentemente. A veces son demasiado impacientes.
Llego hasta ellas, sentadas en el sofá del salón, ambas se encuentran arregladas en su propio estilo, igual de guapas. No me siento lo suficientemente segura para compartir mis piropos en alto, así que simplemente me quedo callada y les sonrío tímidamente.
—¡Estás guapísima! — en cambio ellas no se quedan cortas en halagos hacia mi persona.
Yo no me veo así, me he puesto algo sencillo que encontré entre las cajas de cuando solía salir de fiesta. Aunque he de decir que fue más complicado de lo que me esperaba ya que la mayoría me quedaban grandes. Finalmente me decidí por unos pantalones negros y una blusa plateada, junto con joyería que me prestó Isabel, de zapatos unas simples botas y por encima un abrigo.
Seguramente me vean guapa porque están acostumbradas a mi versión más pordiosera.
No sé qué cara poner ante sus halagos, por lo que les dirijo unas cuantas sonrisas y les respondo que ellas también lo están.
Cuando estábamos a punto de salir por la puerta, Isabel nos retiene contra nuestra voluntad para sacarnos una foto y así nos quede de recuerdo, no vale de nada rechistar, pues esta mujer siempre se sale con la suya.
Al fin en el coche, Olivia es la que conduce, Rita está de copiloto y yo detrás.
—Primero vamos al bar de chupitos, luego damos una vuelta para ver el panorama y finalmente entramos a la discoteca para perrear hasta el suelo—enumera la conductora los planes para hoy con mucha más emoción de lo normal, supongo que intenta estar arriba para que ni yo sea capaz de arruinarle la noche a su mejor amiga, no lo haré.
—¡Estupendo! —exclama la cumpleañera con una gran sonrisa estampada en la cara, se la ve feliz y eso hace animarme.
Nos detenemos en un semáforo en rojo.
—¿Tenéis tabaco? —mi voz irrumpe el silencio, ambas se giran de forma drástica hasta tal punto que me preocupo por sus cuellos, me miran fijamente con el asombro plasmado.
—¿Fumas? —la primera en preguntarlo es la copiloto, la otra se mantiene en silencio, pero bien atenta.
Me encojo de hombros antes de responder.
—De vez en cuando está bien tener estos vicios.
Ante esta declaración, no tienen nada que objetar, aunque me informan que Olivia lo está intentando dejar, para sorpresa de todas y Rita no fuma, con lo cual no tienen nada que prestarme. Me quedo un poco chafada, me ayuda fumar para inhibirme de mis problemas y pasármelo mejor, quizás luego pase por un estanco.
En la radio comienzan a sonar auténticos temazos que levantan el ánimo incluso a mí, y así seguimos el resto del camino hasta aparcar.
Una vez que ya hemos llegado al bar de chupitos, nos sentamos en una mesa donde nos espera la hermana de Rita, claramente mayor a nosotras, con un cabello idéntico al de mi amiga y una cara igual de dulce. Nos ofrece una sonrisa al vernos entrar.
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Hiraeth
Novela JuvenilJulieta Rojas era una adolescente normal y corriente, hasta que de pronto todo su mundo se puso patas arriba. Desde ese maldito día ya no volvió a ser la misma, en realidad ya nunca lo sería. Su entorno cambió, al igual que ella. Todo lo hizo. Llegó...