Capítulo 38

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Mantengo el pie sobre el acelerador, parece que el corazón me va a estallar en el pecho, la música retumba en mis oídos y es lo único que necesito ahora mismo. Voy de camino al centro de rehabilitación de mi hermano, al fin ha pasado ese mes aislado, y es momento de ir a visitarlo. He tenido que ir sola ya que tanto Isabel como Hugo tenían cosas que hacer, y solo puede recibir una visita por ahora.

Normalmente no me gusta conducir, y menos después del accidente de mis padres, pero esta vez desconecto los malos pensamientos, lo único que me importa es que voy a volver a ver a Adri.

El trayecto se pasa más rápido de lo que imaginaba, dejo el coche en el aparcamiento indicado para los visitantes del centro, y me quedo petrificada ante el edificio que se yergue ante mí. Nunca había venido en persona, tan solo por fotografías, y estas no parecían tan grandes. Es de ladrillo, de un color anaranjado oscuro, con bastantes ventanas y una forma cuadrada. Alrededor de este, se extienden unos grandes jardines debidamente cuidados, incluso puedo divisar árboles frutales a la distancia. Me quedo extasiada ante las vistas que tienen, está en lo alto de una montaña con lo que se permite ver toda la ciudad desde lo alto, e incluso se distingue el azul del océano a lo lejos.

Traspaso la puerta principal, en la que me hacen pasar por un control de metales y me redirigen hacia recepción. Una vez allí me entregan una tarjeta identificativa, y una mujer entrada en años me conduce hacia la habitación de mi hermano. A cada paso que doy, mi corazón late más fuerte y mis manos comienzan a sudar. Esto ya me pasó la primera vez, el miedo sigue acechándome, a que vuelva a pasar lo mismo o que no haya cambiado en nada. La mujer me abre la puerta, a lo que le dedico una tímida sonrisa a modo de agradecimiento, esta se retira y me permito alzar la vista. De pronto, todos los nervios y miedos se esfuman como por arte de magia, lo veo sentado, con un brillo en la mirada que hacía tiempo que no veía. Sin pensarlo dos veces, me abalanzo sobre mi hermano y lo abrazo tan fuerte que temo ahogarlo, él se queja, pero no hace ademán de apartarse. Cierro los ojos e inspiro el aroma que transmite, la sensación de volver a casa.

—Te echaba de menos—confieso en voz baja, para que la magia no se rompa.

Él acaricia mi cabello, y apoya la cabeza en mi hombro.

—Hace mucho que no nos veíamos, ranita—pronuncia con delicadeza, sin apartarse de mi lado.

Permanecemos abrazados un tiempo que se me hace infinito, me permito recordar todos los buenos momentos que hemos vivido juntos y me aferro todavía más a él.

—¿Qué tal estás? —cuestiono, apartándome un poco y acariciando su mejilla.

Todavía no me creo que lo tenga frente a mí de nuevo, muchas cosas han ocurrido, y jamás hemos estado tanto tiempo separados. Solo durante la primera desintoxicación.

—Pues aquí estoy—responde un tanto desgañitado—A veces se me hace aburrido, pero tampoco me puedo quejar.

Le sonrío con la intención de calmar un poco su tristeza.

—Bueno, no me voy a deprimir que hoy estás aquí. Vamos al jardín,y damos un paseo—se levanta de un salto, y me agarra del brazo para seguirlo hacia fuera.

Los jardines son tan bonitos desde cerca como a lo lejos, incluso son más impresionantes una vez que los atraviesas. El olor de las flores, el sonido del agua procedente del estanque e incluso los murmullos de las demás personas que disfrutan del paseo resulta reconfortante. Ambos caminamos en silencio, apreciando el momento, y dejándonos embelesar por el paisaje que nos rodea.

—Mi parte favorita son los frutales—admite mi hermano volviéndome a arrastrar hacia estos.

Esta vez nos adentramos entre árboles, con flores de varios colores, y hojas variopintas. Algunos se distinguen por los frutos, mientras que otros madurarán en temporada de verano. Adri arranca una manzana de uno de los árboles, y me la ofrece para después coger otra y degustarla. Lo imito, y en cuanto el sabor de la fruta se revela a mis papilas gustativas, me sorprende lo sabrosa que es.

—Este es mi árbol favorito—sonríe y vuelve a hincarle el diente a la fruta.

Comemos en silencio, y lanzamos los restos al contenedor para luego hacer compost. Mi hermano se sienta en un banco de madera, justo a la sombra de lo que creo que es un cerezo, decido acompañarlo.

El aire que se respira es puro, entra por mis pulmones como si nada y sienta de maravilla al igual que los rayos de sol que impactan contra nosotros.

—¿Y tú qué tal? ¿Novedades?

—He vuelto a pintar—admito en voz alta, llevándome una cara de sorpresa por su parte.

—¡Julieta, es genial! —exclama emocionado.

—Sí, bueno, y un "amigo" de Isabel me ofreció una prueba para entrar a una escuela de arte en París para este septiembre—continúo, haciendo comillas con los dedos.

Adri suelta un jadeo, y se levanta de un salto del banco.

—¡Mi hermana pintora! —berrea hacia todas partes, llamando la atención de los demás, lo que parece no importarle en absoluto. Le doy un tirón de la manga para que se relaje— Por el amor de Dios, mi hermana pintora—se lleva ambas manos a la cara y da pequeños saltitos de la emoción.

—Sí, sí, ya te han oído hasta los de la ciudad de al lado—susurro, tirando de él para que vuelva a su sitio.

Él se limita a reír.

—Aún no me han cogido—le advierto alzando mi dedo índice.

—Oh, vamos, está claro que vas a entrar—pone los ojos en blanco, pero por un momento se detiene y frunce el ceño—Porque vas a aplicar para la prueba, ¿no? —inquiere entrecerrando los ojos.

Suspiro.

—No sé qué hacer—me recuesto sobre el banco y dejo ir mis pensamientos—París está muy lejos.

—Por eso mismo—sacude la cabeza—Puedes alejarte de todo esto.

—Pero te dejo solo a ti, a Isabel, a...

—A Hugo—pronuncia por mí, se me hace un nudo en la garganta al pensar en él—¿Ha pasado algo en mi ausencia? —cuestiona refiriéndose a Hugo y a mí.

Niego.

—¿Pero a qué diablos estáis esperando? —pregunta sonando exasperado.

—Es complicado

—Entonces es que no has aprendido nada de mí—determina con la mirada perdida—Yo lo perdí por ser un necio, y tú lo vas a perder por...—lo interrumpo.

—Por ser una buena amiga.

Bufa en respuesta.

—Dejemos el tema. Cuéntame qué tal estos días aquí—sugiero para que no terminemos en una pelea absurda, él refunfuña, pero termina contándome sobre sus días en el centro.

Al parecer tiene una compañera de habitación, que al igual que él, es toxicómana. Tiene mi edad, y está coladita por mi hermano, lo sigue a todas partes y siempre quiere hacer todas las actividades que él hace. Según me contó, se llevan muy bien, y hablan de muchísimas cosas al igual que comparten anécdotas que solo ellos entienden. Escucharlo hablar así, de una persona desconocida, con lo desconfiado que es mi hermano, se me hace raro. Aunque me alegra oírlo tan feliz con su nueva amiga. Me pregunto si a él también le gusta ella, o siquiera puede llegar a gustarle. No pregunto sobre su orientación sexual, mejor lo dejo para otra ocasión.

Pasamos el resto de la tarde deleitándonos al sol, disfrutando del paisaje y la naturaleza y poniéndonos al día con nuestras vidas. Por primera vez soy yo la que tiene mucho que contar.

La despedida resulta más dura de lo que ambos esperábamos, y una vez de vuelta en el coche no puedo evitar sentir un vacío en el pecho, como si algo me faltase. Echo demasiado de menos la presencia de mi hermano en casa, aunque sé que esto es lo mejor que podría hacer, es por su propio bien. Intento no soltar ni una lágrima al regreso.

HiraethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora