Capítulo 29

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Tanto Hugo como yo, hemos ido a visitar a mi hermano al hospital los últimos días, nos pasamos el día conversando o viendo alguna película de Netflix. La verdad es que ha sido un apoyo bastante importante para mí en estos momentos. Llevo todo este tiempo sin saber nada de Elio, y es cierto que me preocupa que se haya enfadado conmigo, aunque intento no darle demasiado importancia.

Hoy volvimos antes a casa, porque llegaba Isabel de su viaje de trabajo. En cuanto entro por la puerta, literalmente se lanza sobre mí y me aprieta tan fuerte que me cuesta respirar.

—Lo siento mucho cielo—se disculpa con un tono lastimoso.

Por un momento estoy a punto de llorar, pero me mantengo fuerte, no puedo seguir deshaciéndome y preocupando al resto de personas que me quieren.

—Esta tarde hablaré con un amigo mío para que revise el caso de tu hermano—intenta consolarme.

—Muchas gracias—agradezco entre sus brazos.

Cuando nos separamos, esta se encarga de realizarle a su hijo la misma forma de tortura que a mí, lo apretuja aún más fuerte, solo que esto se ve cómico debido a la diferencia de altura que se llevan.

—¿Qué tal está? —me pregunta la mujer al terminar de abrazar a su hijo.

—Está estable—digo brevemente, lo cierto es que no tengo mucho más que aportar y tampoco es que me apetezca—Me voy a descansar a mi cuarto—le informo, me giro hacia el moreno—No hace falta que vayas conmigo siempre al hospital, puedo ir sola.

—No digas bobadas—interfiere Isabel con los brazos en jarra a ambos lados de la cadera, tomando una actitud maternal—No vas a estar tantas horas tú sola, iremos contigo—expresa sin miramientos, no dando opción a rechistar.

—Voy a ir contigo, Julieta, pongas como te pongas—añade su hijo con la mirada fijamente puesta sobre mí, me pone nerviosa la forma en la que me mira, pero tampoco hago un amago de apartar la mirada. Me quedo totalmente hipnotizada.

—Ah, y por supuesto que vas a comer, señorita. Te vas a quedar anoréxica.

—Mamá, por favor—protestan a mi lado, molesto—La anorexia es una enfermedad mental, no un tipo de cuerpo, así que no hagas ese tipo de comentarios—se gira hacia mí de nuevo, con un gesto amable que me produce cosquillas en el estómago—Aunque deberías comer, Juls, vas a quedarte sin fuerzas—lo dice más como una súplica que como un consejo.

Finalmente accedo a comer con ellos, nos sentamos a la mesa y solo de ver el asiento vacío de mi hermano se me revuelve el estómago. Intento aparentar que estoy bien, que esto no me afecta y que todo va a salir bien. La comida avanza correctamente, oigo la conversación madre e hijo en silencio, apenas aporto algo durante la velada, solo me llevo un par de bocados a la boca y remuevo la comida para simular que estoy ingiriendo más. A Isabel le basta, y al finalizar me felicita por ello, aunque sé que a Hugo no, por su mirada acusatoria tengo presente que ha sido muy consciente de mi maniobra. Decido ignorarlo y retirarme a mi cuarto, es cierto que hoy me siento más cansada de lo normal, así que me tumbo sobre la cama esperando que las pesadillas no me ataquen sin piedad.

—Julieta—escucho a lo lejos, como un suspiro de aire fresco que llega hasta mi pabellón auricular, busco por todas partes a la dueña de esa voz—Julieta—insiste con mimo, como si estuviera esperando pacientemente por mí, sigo sin verla.

Hasta que abro los ojos, y poco a poco enfoco la vista.

—Julieta—justo a mi lado, de nuevo.

La observo, igual de demacrada desde el accidente, desde la última vez he tenido pánico a volver a verla, pero esta vez es distinto. Su semblante se encuentra relajado, con una sonrisa débil dibujada en su delicado rostro, tumbada justo a mi lado.

HiraethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora