Capítulo 31

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Salimos al exterior, una multitud de personas se mueven hacia la zona de las sillas, preparándose para la entrada de la novia.

—¿Dónde está Elio? —cuestiona mi jefa girando la cabeza repetidamente hacia todas partes.

Y ahí, frente a mí, distingo su figura. Su forma de charlar con desconocidos, como si fuera una persona sociable, mostrándoles una diminuta sonrisa y dejándose llevar mientras toma una copa de champán. Detallo su aspecto, y este me quita el aliento. El traje le sienta como un guante, parece hecho a medida para él, lo hace lucir más imponente. Tras este se esconde una simple camisa azul, que resalta el color de sus ojos. Procuro no quedarme mirando durante mucho tiempo, pero me resulta casi inevitable, la forma en la que se mueve, como pez en el agua. Siento que no es la primera vez que acude a una fiesta de esta forma, se ve de lo más cómodo rodeado de personas.

—Allí está—al fin lo detecta su hermana, esta tira de mí guiándome hacia él como si no lo hubiera estado vigilando durante unos minutos—Elio—lo llama con una voz aguda, esta se sonroja cuando los hombres que se encuentran rodeando a su hermano se fijan en nosotras, me limito a sostenerles la mirada sin mover un músculo.

Son igual, o más altos que Elio, claramente se puede deducir que no son de aquí, por su físico y por las palabras que sueltan por la boca, enigmas a mis oídos.

Entonces, siento una mirada penetrante que me pesa en la nuca. Al girarme, descubro a Elio, llevándose la copa a los labios y manteniendo sus ojos clavados en mí. Un torrente de nerviosismo ataca a mis piernas, clavo un poco las uñas sobre las palmas de la mano, con el único propósito de distraerme de la corriente eléctrica que me recorre la columna. Esta vez, pasa a escanearme de arriba a abajo, como si un león estuviera a punto de devorar a su presa. Tiemblo internamente sin saber cómo reaccionar ante esto.

—Vamos a sentarnos—interrumpe la chica a mi lado, cogiéndonos a ambos de cada brazo y arrastrándonos a la zona de asientos. Le dedica una sonrisa amable a los hombres trajeados y nos largamos—Qué guapo estás, hermanito—le dedica unas palabras al que se encuentra a su izquierda, este asoma un poco la cabeza permitiendo que me deleite con su rostro.

—Tú también—dice lentamente, solo que con la mirada fija en la mía.

—Muchas gracias, ha sido todo trabajo de las chicas de la carpa—se siente halagada, forma una sonrisa orgullosa en la cara.

Sigo con los nervios a flor de piel, aparto la mirada y finjo no haberme dado cuenta de lo anterior. Nos sentamos en tres sillas que estaban libres, en el mismo orden que en el que caminamos, el joven rubio a la izquierda, su hermana en el medio y yo a la derecha, justo al lado del pasillo.

—Las flores han quedado preciosas—admite la morena tomándolas del respaldo de la silla que se sitúa delante de ella.

—A veces las novatas hacen algo bien—vuelve a dirigirse a mí, esta vez con una sonrisa genuina y un brillo extraño en sus ojos.

—Y no es lo único—le guiño un ojo intentando entrar en el juego. Esto lo toma por sorpresa, y cambia por un segundo su semblante, pero pronto se recupera. Parece estar a punto de decir algo, pero la música nupcial lo interrumpe.

—Va a empezar—murmura la chica a mi lado, con una emoción radiante.

Todo el conjunto de personas enmudece, cuando alzo la vista, visualizo al novio junto con su padrino en el altar. La ceremonia transcurre rápida, entre aplausos, un beso de celebración y mucha emoción flotando en el ambiente. Muchos invitados se deshacen en lágrimas de alegría, y otros, como nosotros nos mantenemos en silencio, pero con una sonrisa en los labios.

HiraethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora