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¡Hola, mis amores! ¿Cómo están? 

Gracias por darle una oportunidad a esta historia, me pone muy contenta *-*

Como expliqué en la descripción de la misma, esta historia forma parte de una trilogía y este es su segundo libro. Sin embargo, cada historia se puede leer de manera independiente ya que suceden a la par. 

El primer libro ya estará completo la próxima semana y empezaré a actualizar este.

Si desean apoyarme por allá, ¡las espero con los brazos abiertos! Solo deben ir a mi perfil y buscar la historia "A fuego lento" :)

***

Observo los rostros de mi familia, apretando los puños bajo la mesa. Familia, qué chiste. ¿Cómo tu propia sangre puede disfrutar de causarte dolor? Como mi padre, que sonríe en victoria al ver mi gesto fruncido por la rabia.

No, no es rabia. Es dolor, decepción. Observo a mi hermano mayor, Mauricio, quien aprieta los labios y me mira con pesar como si no acabase de quebrantar un sueño que creamos juntos.

Una ilusión que él plantó en mí.

"Cuando papá me ceda el puesto, no volverá a joderte" prometió.

—Son unos hijos de puta —mascullo y mi hermana menor, Montserrat, cierra los ojos. De nuevo, mis ojos van a Mauricio—. Gracias por el increíble regalo de graduación que me estás dando, hermano.

La ironía en mi voz le hace respirar hondo. No tengo por qué quedarme en la mesa, así que me levanto para encerrarme en mi habitación.

—Sebas —advierte Mauricio, pero yo le miro con el profundo odio que siento hacia él en estos momentos.

—No quiero oír tus pendejadas, señor Díaz. Pueden hacer los que les dé la pinche gana —grazno, dándome media vuelta para continuar con mi camino.

—Muy bien. Ya dieron su maldita información, ahora se largan de mi casa —escucho a Montserrat decir—. Y tú, Leonardo Díaz, no vuelvas a pisar este lugar nunca más. No eres bienvenido aquí.

Abro la puerta con fuerza, generando un eco del golpe que se da contra la pared. Le doy un fuerte manotazo para cerrarla, ocasionando otro fuerte estruendo. Mis manos van a mi cabeza y niego con la misma, sin poder creer que en serio no voy a poder ser parte del negocio familiar.

Me negó, al menos, la oportunidad de intentarlo.

Soy un buen pastelero, ¡por un demonio que lo soy! Me partí la madre para serlo, estudié más que nadie, me desvelé, dejé de vivir mi vida para sobresalir y aprender. Pensé que así, él vería que no vale la pena llevarme la contraria y me dejaría trabajar junto a mi hermano.

Sin embargo, lanzó todo por la borda. Mis sueños y aspiraciones, el hecho de poder estar en el mismo lugar donde vi a mi mamá ser feliz.

El restaurante lo es todo tanto para mis hermanos como para mí. Es Leonardo Díaz quien solo ve billetes verdes y nada más, porque es un ser ruin y ambicioso que solo le importa él y su cochino dinero, las apariencias. El qué dirán.

Mi respiración está agitada de tanto caminar de aquí para allá como un león enjaulado. Mi hermana se abre paso en la habitación con inseguridad y un poco encogida de hombros, su cara de tristeza y lástima no es lo que necesito en este momento.

—Sebas... —habla, pero yo niego.

—Pueden irse todos a la chingada. ¡Mauricio, padre y tú! ¡Todos! —estallo, señalando la salida.

Caricias de chocolate | Libro 2 | Trilogía "Gastronomía del placer". (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora