Amanezco con las energías renovadas y unas inmensas ganas de verle la cara a Sebastián. Quisiera verle otras cosas por supuesto, pero supongo que no se podrá por ahora.
Él entra al lugar, todo vestido de negro y con gafas de sol. Me paralizo al verlo, sintiendo que mi corazón se acelera cuando nuestras miradas se cruzan al quitarse los lentes. Me regala un guiño y sonríe de lado, haciéndome suspirar por lo que me giro para que no lo note.
Arrogante, pienso y ruedo los ojos.
¿Ahora cómo pretendo que no lo he visto como Dios lo trajo al mundo? ¿Cómo finjo que no quiero verlo así, pero en persona y muy de cerca?
Recojo mi cabello en una trenza y acomodo mi filipina, alisando las arrugas con mis manos.
—Buenos días, sol radiante de la mañana —lo saludo cuando pasa por mi lado—. ¿Amaneciste de buen humor?
—De excelente humor, la verdad. Un poco frustrado, pero ya resolveré eso pronto —lanza la indirecta, haciéndome reír un poco.
—No lo dudo. Contigo, mismo seguramente —murmuro en respuesta, como quien no quiere la cosa y cierro mi casillero.
—Fíjate que no, tengo algo planeado para hoy —susurra en mi oído.
Me paralizo al sentir como un escalofrío me recorre entera y siento que hay mucho calor de repente, aunque trato de no demostrar lo nerviosa que me pone su cercanía.
— ¿Cómo le fue a tu hermana en el examen? —Pregunto, desviando el tema—. Gaby sacó la nota máxima.
Muy buena forma de no demostrar que te altera, me recrimino.
—Montse casi también, por un punto —responde y lo veo sonreír con orgullo—. ¿Sabes algo? Ya tenía en mente algo para hoy, pero Mauricio me pidió que por favor te llevara a casa hoy. No sé por qué.
—Qué raro, pero debo pasar por Gabriela al trabajo. Siempre nos vamos juntas a casa —le comento y nos miramos como si algo hiciera clic en nuestras cabezas—. ¿O crees que eso es...?
— ¿Exactamente lo que mi hermano quiere evitar? —culmina por mí—. Estoy seguro.
—Andan muy raros, para mí que a tu hermano le gusta mi prima.
—Ella no se queda atrás. Pareciera que ese odio que dice sentir es otra cosa, ¿eh?—responde en tono juguetón.
— ¡Ja! Conozco a Gaby, primero muerta que acostarse con tu hermanito —la defiendo, cruzándome de brazos.
—Creo que alguien por allí solía pensar lo mismo —se burla de mí y yo sonrío con malicia.
—Yo jamás pensé eso —aclaro y su sonrisa se desvanece, encendiendo sus ojos verdes con el más caliente deseo al entender a qué me refiero—. Siempre he sabido lo que quiero y tarde o temprano, lo obtengo.
Lo miro, alzando una ceja y está por responder cuando Elena entra a la cocina. No nos saluda, ni siquiera muestra la cara, solo va directo al baño y se encierra allí.
Sebastián y yo nos miramos, confundidos. Él se acerca y toca la puerta en lo que yo me posiciono a su lado. Juro por Dios si su esposo le hizo algo..., pienso.
— ¿Elena? ¿Está todo bien? —pregunto, frunciendo el ceño. No recibo respuesta y miro a Sebastián.
—Hey, ¿Elena? —la llama y la puerta se abre. Ella nos mira a ambos y se le notan los ojos un poco rojizos, además... está llevando maquillaje.
Elena nunca lleva maquillaje. Solo en el evento y porque yo le di de mis cosméticos. No lleva mucho, solo corrector y base. No sé si eso es... una buena señal.

ESTÁS LEYENDO
Caricias de chocolate | Libro 2 | Trilogía "Gastronomía del placer". (+18)
RomanceAmbos tienen una pasión en común: los postres. ¿El problema? Se llevan de perros. Él es arrogante, egocéntrico y bromista. Ella es testaruda, orgullosa y atrevida. ¿Qué sucede cuando un beso lo endulza todo? Hay quienes dicen que el postre es un luj...