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N/A: Antes de que lean el capítulo, quiero disculparme por mi ausencia. Tuve una semana llena de trabajo porque venía un concierto importante en mi agrupación y, además, me enfermé y tuve que descansar mucho para recuperar mi voz: cosa que todavía no hago del todo, porque sigo con tos y gripe. 

Por mi ausencia, les dejaré dos capis hoy. Este siendo el primero de ellos. Por favor, no dejen de votar y comentar. Fedes y Sebas se lo merecen, las quiero.

Gracias por comprender :D

***

El día termina y estoy agotado. A pesar de que las batidoras de pedestal nos quitan mucho esfuerzo físico, los movimientos envolventes que requieren algunos postres me han dejado los músculos de los hombros tensos y adoloridos.

Todos están despidiéndose de Federica, quien aún viste el uniforme de la pastelería. Ella les sonríe, pero se nota el cansancio en sus ojos.

Yo abro mi casillero para buscar mi ropa y me quito la filipina sin pudor alguno, dejando al descubierto la parte superior de mi cuerpo. Escucho un suspiro tras de mí y luego el motor de una batidora al encender.

Frunzo el ceño y volteo para ver a Federica apoyada sobre la mesa con los ojos cerrados. Su cabeza está apoyada sobre la mano y pierde el equilibrio, abriendo los ojos de repente.

—Mm, ¿qué haces todavía aquí? —pregunta, enderezándose en su puesto mientras vigila la mezcla que está haciendo.

—Lo mismo te pregunto —respondo, acercándome a la mesa de trabajo, cruzándome de brazos.

— ¿Al menos puedes ponerte la camisa? —pregunta, rodando los ojos.

— ¿Por qué? ¿Ves algo que te guste? —pregunto, alzando la esquina de mi boca en una sonrisa seductora.

—No, porque es incómodo —responde, desviando la mirada—. Me voy a quedar aquí hasta que adelante un poco más del trabajo de mañana.

— ¿Y vendrás mañana a primera hora igual? —inquiero.

—Mjum —afirma, agregando esencia de vainilla a la mezcla.

— ¿Por qué? —Pregunto, frunciendo el ceño—. ¿Te lo exigen?

—No, idiota —habla, mirándome—. Amo mi trabajo y quiero quitarles un poco de peso a ustedes.

—Sí, bueno. Estás cayéndote del sueño, Fede —le recuerdo, notando como sus pestañeos son más lentos y pesados—. ¿Cómo volverás a tu casa?

—Pediré un taxi o duermo aquí, no sé —responde, restándole importancia.

—Ni hablar —me niego y su mirada se enardece al encontrarse con la mía—. Me quedo contigo entonces. Te ayudo, así terminamos más rápido y cada quien va a su casa a descansar.

— ¿De verdad vas a hacer eso? —pregunta y se le escapa un bostezo, así que se cubre la boca con la mano.

—Definitivamente sí —confirmo, colocándome de nuevo la filipina y el delantal del uniforme y me coloco a su lado—. ¿Qué harás?

—El pastel. Es por capas, así que hay que hacer varias.

—Bien —respondo y tomo algunos utensilios antes de que su mano se pose sobre la mía, acto que me sorprende.

Busco su rostro y me sonríe con timidez y cansancio.

—Gracias, Sebas —murmura.

—No hay de qué, boss —respondo, sonriéndole.

Caricias de chocolate | Libro 2 | Trilogía "Gastronomía del placer". (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora