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¡Hola mis bombones! No les subí capi ayer porque estuve ocupada todo el día. Recuerden dejar su voto y comentario, quiero saber si la historia les gusta♡
Nos leemos el viernes :)


Me despierto con una erección por culpa de Fede. Sí, porque se metió en mi cabeza y soñé que me la follaba. Joder, parezco un adolescente hormonal ahora.

―Debo encargarme de ti, carnal ―le digo a mi miembro erecto.

Lo saco del pantalón de pijama, acariciándolo de arriba abajo y cierro los ojos para pensar en algo que me excite. Por supuesto, el sueño es lo que me ayuda. Me imagino sus labios carnosos rodeando mi pene, recibiéndolo con su humedad y su calor.

Sé que se sonrojaría y sus ojos se dilatarían. Le pediría que me mire mientras besa, lame y succiona mi miembro y cuando esté a punto de llegar, la alejaría para alzarla y abrirle las piernas.

¿Cómo se sentirá expandir su intimidad? ¿Su calor? ¿Estará apretada? ¿Cómo gime al correrse? ¿Le temblarán las piernas?

—Ah, mierda —gruño cuando me corro ante mi ávida imaginación.

Cuando mi cuerpo se relaja, me dejo caer por completo en la cama y trato de regular mi respiración. Joder, jamás me había sentido tan bien al masturbarme.

—¿Qué carajos me has hecho, Fede? —pregunto a la nada, suspirando.

Una vez tranquilo, me doy una ducha fría y enrollo las sábanas sucias para llevarlas a la lavandería y que la lavadora haga su magia. La señora de limpieza se encargará del resto, pero no se enterará jamás del por qué estoy lavando esas fundas.

Ayer, por poco, no me follo a Federica en mi propia cama. ¿Y si hoy sí decide ceder?

—Puta madre, ¿tengo condones?

Reviso mis mesitas de noche y maldigo entre dientes al darme cuenta de que no. Por supuesto que no, si tengo años que no vengo a la hacienda. Voy a tener que ir a la habitación del cabrón de Mauricio.

Esperando que el destino se apiade de mí y no esté en su habitación, me adentro en esta y ruedo los ojos en su dirección cuando no es así. Sigo de largo, ignorándolo y me meto en su vestidor, dando rápidamente con la cajetilla de condones. Sin embargo, no puedo llevarla a simple vista, así que la meto en mi bolsillo y cojo dos prendas mías que reconozco en su armario.

―Sebas ―me llama, pero lo ignoro―. ¡Sebas! ―me grita con voz autoritaria e imponente, cosa que me hace explotar de furia y salgo de allí, molesto.

―A mí no me hablas así, cabrón ―digo, acercándome a él. Mi respiración parece la de un toro a punto de atacar y lo miro directo a los ojos, aunque soy un par de centímetros más alto que él―. No eres mi jodido padre, no me das órdenes. No trabajo para ti, así que déjame en paz.

―Sé que estás molesto, pero en serio no le di una oferta de trabajo a Federica. Sé que te cae mal y además, en serio no tenemos espacio para un pastelero más ―miente, sé que miente―. Solo lo dije por cortesía.

―Dos cosas: Federica no me cae mal y no me mientas. Para la próxima hablen más claros los dos, sé que papá no me quiere allí ―le aclaro y me alejo, golpeando mi hombro con el suyo.

―Sebastián ―me llama y yo me detengo en el umbral. Estoy tenso y solo espero que diga una palabra más que me haga explotar para molerle la cara a golpes―. Eres un excelente pastelero y me encantaría tenerte en Fraga, pero no es el momento. No lo digo porque eres mi hermano, sabes que si fueses una cagada de pastelero no te diría esto.

Caricias de chocolate | Libro 2 | Trilogía "Gastronomía del placer". (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora