N/A: ¡Hola, gentecita linda! Ayer fue mi cumpleaños y quería subirles un maratón, pero estuve ocupada jeje Así que se los subo hoy. Les regalo tres capítulos por mi cumpleaños #23. ¡Que los disfruten! ¡Las quiero!
NARRA FEDE
Me duelen los huesos y, en definitiva, mi entrepierna. Sin embargo, es una sensación que me hace sonreír porque sé a qué se debe: a los tremendos polvazos que tuve con mi novio.
Aún no puedo creer que esto esté pasando entre Sebas y yo. Cuando lo vi la primera vez, admito que babeé mentalmente por lo guapo que era y cuando abrió su bocota solo para amenazarme fue... excitante.
Sin embargo, me había hecho la idea de que nada iba a surgir entre nosotros y entonces él empezó con sus bromitas, que más allá de irritarme, me divertían. Nos hicimos cercanos en un fingido cliché de enemigos a amantes y ahora... Ahora estamos juntos.
Me estiro en la cama y me enderezo cuando la siento vacía. Busco con la mirada a Sebastián, fijándome que en la mesa frente al sofá, donde tuvimos sexo ayer, hay una bandeja con comida. Luego escucho el agua de la ducha correr.
No necesito despojarme de nada, así que camino de puntas hasta el baño y me encuentro con la gloriosa vista del cuerpecito de mi niño bonito como Dios lo trajo al mundo.
Él está dejando que el agua caiga sobre su rostro y tiene los hombros relajados. No me ha visto, así que me acerco a él por detrás y lo abrazo. Lo siento tensarse por un minuto y luego yo chillo, alejándome de él por la temperatura del agua.
— ¡Ah, Fede! ¿Qué te sucede? —pregunta, cubriéndose los oídos.
— ¿Cómo carrizo te puedes bañar con el agua así de fría? —inquiero, buscando la forma de regular la temperatura. El vapor nos rodea en unos segundos y ahora es Sebas quien se aleja del agua, así que yo me adentro bajo la regadera.
—Pero... ¿estás loca? ¡Esa agua está hirviendo! Fede, ¡mira como se te enrojece la piel! —exclama, cerrando la regadera.
— ¡Hey! —Me quejo, frunciendo el ceño—. A mí me gusta así.
—Vamos a buscar un punto intermedio, ¿bien? —ofrece y yo afirmo, no muy convencida.
Abre la llave de nuevo y regula la temperatura hasta que esté tibia. No es de mi agrado, pero tampoco me puedo quejar, así que acepto. Él se acerca, metiéndose bajo la lluvia artificial junto a mí y niega con la cabeza, divertido.
Sus manos acunan mi rostro y se acerca, rozando nuestros labios. Yo cierro los ojos, esperando un beso que nunca llega, aunque lo escucho decir:
—Buenos días, amor.
Abro los ojos y sonrío antes de responder:
—Buenos días.
— ¿Te sientes bien? —pregunta.
—Pues... me duele un poco, la verdad —confieso, mirando hacia abajo.
—Lo siento, es que es difícil saciarme de ti —se disculpa, apenado y yo me alzo de puntitas para besarle.
Sin embargo, no le dejo ir muy lejos porque yo tampoco puedo saciarme de él. Sebastián duda, pero baja por mi cuerpo, besando mi mandíbula y cuello, mientras mis manos rodean su cuerpo y cierro los ojos por el placer.
Sus manos toman mis pechos y los junta al frente, besándolos y lamiéndolos con suavidad. Se está conteniendo, lo sé, porque sabe que estoy sensible pero eso me ayuda a excitarme más.
Se arrodilla frente a mí, mirándome mientras separa mis piernas y besa mis muslos. Joder, me encanta mirarlo cuando me toca, cuando me besa los pechos, cuando me embiste. Puede parecer extraño, pero él es la maldita personificación del deseo y verlo solo aumenta más mi libido.
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Caricias de chocolate | Libro 2 | Trilogía "Gastronomía del placer". (+18)
RomanceAmbos tienen una pasión en común: los postres. ¿El problema? Se llevan de perros. Él es arrogante, egocéntrico y bromista. Ella es testaruda, orgullosa y atrevida. ¿Qué sucede cuando un beso lo endulza todo? Hay quienes dicen que el postre es un luj...