Epílogo.

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La canción “Turning page” me indica que mi futura esposa está caminando hacia mí, por lo que me doy la vuelta y sonrío al verla con su vestido de novia. Este es blanco, con capas de tul lila con brillantes y no lleva velo pero sí una tiara que la hace lucir como lo que es: mi princesa.
Además, el vestido deja apreciar su vientre abultado y el escote realza sus pechos, que están más grandes por el estado en el que se encuentra.
Una vez la tengo frente a mí, su padre me la entrega y me recuerda que tiene un cuchillo de carnicería en su casa, haciéndonos reír.
La boda inicia y yo sostengo la mano de mi futura esposa durante toda la ceremonia. No puedo evitar soltar algunas lágrimas ante sus votos matrimoniales y ella las limpia, haciéndome reír.
Y para mí, escuchar el “ahora puede besar a la novia” se siente como el momento más feliz de mi vida. ¿Lo mejor de todo? es que sé que puedo ser aún más feliz, cuando nazca mi Mateo.
Atraigo a Fede a mí, besándola para sellar nuestro matrimonio y los aplausos no se hacen esperar. Alzamos nuestras manos entrelazadas para celebrar y todos gritan, felices.
—¿Y ahora? —pregunto.
—Se viene la pachanga —responde, moviendo los hombros con gracia.

***
L

a fiesta no termina, pero Fede está cansada. Por eso, nos despedimos de todo y le pido a Pascual que nos lleve al hotel donde nos alojaremos esta noche, ya que mañana saldremos a nuestra luna de miel en Rio de Janeiro, Brasil.
Cuando llegamos, me arrodillo para quitarle los tacones y la alzo en brazos. Ella chilla y se ríe, escondiendo su rostro en mi cuello, causándome cosquillas.
Abro la puerta de nuestra habitación y la dejo descansar sobre la cama, con cuidado. Me pide ayuda con el vestido y se lo quito, dejándome ver su cuerpo desnudo y solo decorado por unas bragas de encaje púrpura.
Me acerco para besar su vientre abultado y acariciarlo, mirándola a los ojos. Ella sonríe, colocando su mano sobre la mía y luego la lleva a mis cabellos, acariciándolos.
—Tengo un regalo de bodas para ti —murmuro y ella entrecierra los ojos, aunque noto que sus mejillas se sonrojan—. Y no se aceptan devoluciones, ¿eh?
—Bueno… —murmura, un tanto desconfiada.
Busco en la gaveta del tocador, donde le pedí a Juárez que guardara el regalo, y tomo el sobre de manila. Lo coloco en la mesita de noche junto a Fede y le tiendo un bolígrafo.
—Mauricio y yo hemos trabajo en abrir Fraga Desserts, la pastelería del negocio. Y, así como él y yo somos accionista, quiero que tú también lo seas. Y no solo eso, quiero que seas la chef pastelera —hablo, sacando ambos documentos.
—Sebas, yo no siento que deba hacer esto, amor… —habla, sacudiendo la cabeza—. Es de ustedes, tu familia. Yo no…
—Eres mi familia ahora, Federica Díaz. Eres mi esposa y la madre de mi hijo, no necesito nada más. Por favor, no lo necesites tú y acepta mi propuesta.
—Joder, yo no tengo regalo de bodas para ti.
—Que firmes y quitarte esas braguitas van a ser los mejores regalos de boda que me puedas dar —murmuro, jugando con el elástico de su ropa interior.
Sus mejillas se sonrojan, pero lo que captura mi atención es como se eriza su piel y sus pezones se fruncen ante mis palabras. Yo sonrío sin poder evitarlo y ella resopla, rodando los ojos.
—Eres imposible. Está bien, firmaré —acepta, extendiendo la mano para que le dé el bolígrafo.
Mi sonrisa se ensancha todavía más y le doy el bolígrafo. Saca los papeles y los lee, pero sin mucho detenimiento, antes de firmar ambos.
—¿Cuándo abrirá la pastelería? —pregunta.
—Cuando nazca Mateo y ya no necesites licencia de maternidad, amor. Sé que te gustaría estar en todo el proceso —respondo, acariciando sus piernas desnudas.
—La verdad es que sí. No quiero ser accionista y no figurar en nada, quiero trabajar —responde y yo afirmo con la cabeza.
—Ahora… ¿puedo hacerte el amor o…? —pregunto, mi mano subiendo todavía más, hasta encontrarse con su entrepierna.
—Por supuesto que sí, señor Díaz. Jamás me cansaré de que me hagas el amor —responde, llevando sus manos a los botones de mi camisa.
—Y yo jamás me cansaré de tu cuerpo y tus caricias de chocolate, señora Díaz —le juro—. Te amo, esposa mía.
—Te amo, esposo mío —responde y luego me besa.

Caricias de chocolate | Libro 2 | Trilogía "Gastronomía del placer". (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora