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¡Hola, gentecita linda! Disculpen mi ausencia. Como habrán (o no) leído en mi muro, mi laptop decidió fallar en una pieza muy importante: la que le da energía. Y esa pieza no se consigue, por lo que no han podido repararla.

Sin embargo, aquí les traigo 3 capítulos para compensar la espera. Gracias por la paciencia y comprensión.

El final será publicado el día miércoles ❤

Pd. Seguro Wattpad cambia los guiones de diálogo por guiones cortos, pues estoy subiendo los capis desde el celular 😭

***

Llegamos a la penitenciaría y luego de todo el protocolo de entrada, logramos pasar al área de visitas. Allí nos espera Juárez, cosa que me sorprende.
Sin embargo, no soy el único tomado con la guardia baja pues Leonardo se sorprende al vernos a los tres.
—Hola, Leonardo —lo saluda Juárez.
—¿Qué hacen aquí los tres? —pregunta, tomando la posición de un gato a la defensiva.
—Me he reunido con la junta directiva y hemos tomado la decisión unánime de que me cedas el resto de tus acciones, puesto que lo que me hiciste ha manchado el nombre del negocio y queremos limpiarlo —inicia Mauricio y yo lo miro, aunque no digo nada.
¿Esto es lo que quería que presenciara?
—Ni hablar. No voy a ceder ninguna de mis acciones, ¿me creen pendejo o qué? —pregunta.
—Tienes que hacerlo, porque la junta directiva votó y todos lo hicieron en tu contra. Sin embargo, como yo sé que no eres ningún pendejo… —continúa Mauricio—... tomé una decisión. A pesar de todo el daño que nos has hecho, eres mi papá. Nuestro padre. Y es por eso que voy a dejarte un 3% de acciones para que obtengas dinero mientras estás en la cárcel y así ver qué haces para sobrevivir cuando salgas de aquí. y siempre tendrás dinero asegurado, tal vez no lo que estás acostumbrado, pero algo al menos.
—No cederé mis acciones.
—No tienes que cederlas, porque ya no te pertenecen. Así que acepta darnos tus acciones, quedándote con el 3% o… te quedas sin ninguna —finaliza, extendiendo una carpeta sobre la mesa—. Estos documentos, si los firmas, garantizan que te permitiremos tener el 3%. Tú decides.
Leonardo mira a Juárez, quien le afirma con la cabeza en un gesto de que es lo mejor que puede hacer. Leonardo maldice entre dientes y extiende su mano, así que el abogado le entrega un bolígrafo y le indica dónde firmar. Una vez firmados los documentos, Juárez le quita el bolígrafo y yo me permito sonreír.
Mauricio cumplió su promesa. Le quitó el poder absoluto a Leonardo Díaz, no solo en el negocio sino en nuestras vidas.
—Una última cosa —agrega Mauricio y Leonardo resopla, hastiado de tener que seguir soportando humillaciones. Mauricio extiende otra carpeta en la mesa, esta vez en mi dirección—. Tú lugar nunca fue, es ni será ser solo el pastelero del negocio familiar, Sebastián .Mereces liderar tanto como yo. Así que si firmas, serás el nuevo socio encargado de Fraga II. Con la misma cantidad de acciones que tengo yo —agrega.
Yo abro la boca, asombrado, mientras Leonardo le dice que ha cometido un error. Abro la carpeta y leo el documento porque esto me parece demasiado irreal.
—Esto… esto tiene que ser una broma —hablo, levantándome de mi puesto y lo miro. Mauricio niega con la cabeza, así que busco a Juárez con la mirada, él también niega—. ¿En verdad no es una broma?
—Hablo en serio —dice él, tendiéndome el bolígrafo.
Quiero firmar, por supuesto que quiero firmar. Sin embargo, me detiene el hecho de que trabajo en una pastelería que desde el inicio me acobijó como si fuese mi hogar. No tanto porque trabajo con Federica, sino porque… ya no me siento fuera de lugar allí.
Dulce Tentación, mi otro hogar.
—Yo… —me callo y suspiro, restregándome el rostro con las manos—. Tengo que pensarlo.
Mi papá y Juárez fruncen el ceño, pero Mauricio sonríe. Él me entiende, sabe por qué no firmo de inmediato.
— ¿Tantas pataletas para que no aceptes ahora? Ya ves, solo querías llamar la atención —se queja mi padre y yo aprieto mi mandíbula.
— Sé por qué lo haces. Tu propia familia te cerró las puertas en la cara mil veces, es normal que tu lealtad esté en la pastelería donde trabajas. Sin embargo, quiero que sepas que esto que te estoy ofreciendo no tiene fecha de caducidad. Al momento que decidas acompañarme en el negocio, lo tendrás. Esta vez es una promesa que cumpliré.
—Ay, por favor. El sentimentalismo jamás los llevará a ninguna parte. Dejen de ser tan maricas —se queja mi papá y yo resoplo, harto de sus comentarios.
—El ser un cabrón que solo le importa el dinero no te ha llevado a ningún lado, Leonardo Díaz —hablo, acercándome a él—. Ya no tienes nada, solo una miseria de porcentajes de las acciones que no te dan poder en nada. Sin familia, sin amigos, sin poder, sin sentimientos, ¿quién carajos eres? Nadie. Cuando escuchen tu nombre, solo van a acordarse de que eres un acosador sexual. Nada más. Todos te recordarán como lo que eres: una mala persona.
Mi padre aprieta la mandíbula, pero no agrega nada más. Sabe que tengo razón. La vida le será muy jodida cuando salga de la cárcel y tendrá que empezar de cero.
Y para eso, le quedan unos cuatro años, tal vez más, aquí.
—Muy bien. Eso era todo lo que quería hablar contigo. Podemos irnos —finaliza Mauricio y Juárez toma el documento que firmó papá, mientras mi hermano me entrega el mío—. Esto es tuyo. Podrás firmarlo cuando lo desees.
—¿Y qué hay sobre Montserrat? —pregunto.
—Ya tengo planes para ella, no te preocupes —me asegura, palmeando mi hombro—. y no creas que me he olvidado de la pastelería. Abriremos una, te lo prometo.
—Lo sé, Mauricio. Esta vez, te creo —respondo y puedo notar el brillo de alivio y felicidad en sus ojos—. Lamento haber sido un imbécil contigo. Era obvio que papá te tenía atado de manos y yo hice toda la situación más complicada.
—Te lastimé, sin querer, pero te lastimé y entiendo todo lo que sentiste. Por eso acepté y soporté cada una de tus peleas. Sin embargo, tarde o temprano, iba a cumplir con mi palabra y lo sabes.
—Algo en mi interior me decía que lo lograrías.
—¿Ves cómo cada cosa en tu vida tomó su lugar? La familia, el restaurante, el amor —me dice, palmeando mi hombro—. Odiaba pelear contigo, Sebas. Espero que nuestra relación también vuelva a tomar el curso natural.
—No lo sé, me gusta joderte —me burlo y él se ríe, negando con la cabeza—. ¿Y tú qué? Con Gaby, ¿todo bien?
—Muy bien, la verdad. Todavía sentimos que es muy pronto para vivir juntos y esas cosas, estamos disfrutando nuestra relación. Y la verdad es que ahora que Mon y Cris saben de lo nuestro, está mucho más feliz.
—Esa mocosa se gana el corazón de cualquiera, así que la entiendo —le digo y él suspira, afirmando con la cabeza—. ¿Me llevas con Fede? la estoy ayudando a recoger sus cosas, la mudanza es este fin de semana.
—Así que ya consiguieron apartamento, ¿eh? —Pregunta, mientras nos encaminamos a la salida—. Si necesitas ayuda, me avisas. Me gustaría echarte una mano con ello.
—Seguro.
Nos adentramos en el coche, junto con Juárez, y Mauricio empieza a manejar en dirección a casa de Federica. Yo observo por el retrovisor, notando que el abogado sonríe mientras escribe algo en su teléfono y yo creo que sé con quién habla.
—Mándale saludos a Elenita, Juárez —hablo, capturando su atención y me rio al ver que brinca en su lugar—. Digo, esa sonrisa de pendejo solo puede ser por ella, ¿cierto?
—Mira quién habla de sonrisa de pendejo —se burla Juárez—. Eso es porque no te has visto cuando tienes a Federica alrededor.
Mauricio se ríe a mi lado y yo lo miro, alzando una ceja.
—¿De qué te ríes, cabrón? Claro, como no ves lo tonto que te pone Gabriela, te burlas de nosotros, ¿no? —le digo y Juárez es quien se ríe esta vez.
—Cómo nos apendeja el amor, carajo —se burla Juárez y esta vez nos reímos los tres.
Mauricio estaciona frente a la casa y me despido de ambos antes de bajarme del coche. Toco la puerta y la señora Juana me recibe, dándome un beso en cada mejilla.
—¿Y Fede? —pregunto.
—En el cuarto, mijo. ¿Quieres café? —pregunta y yo niego—. Vaya pues, termine de ayudar a mi muchachita a guardar sus cosas para dejar el nido.
—Mamá, deja de manipular a Sebas. Ya te dije que vendré todos los fines de semana —aparece Fede, cruzándose de brazos y yo no puedo evitar reír—. Mejor te secuestro a mi habitación o terminarás diciendo que me quede con mis padres.
—Uy no, ahí si van a tener que disculparme, pero yo quiero que mis días empiecen y terminen contigo —le aseguro, rodeando su cintura con mis brazos.
Ella se sonroja y yo le doy un beso en la cabeza, antes de seguir nuestro camino a su habitación. Tiene la maleta abierta de par en par y toda la ropa sobre la cama, aunque una gran parte de la misma esté ya doblada.
—Bien, cuéntame qué hablaron en la penitenciaría —me pide, tirando de mi mano para que me siente en la cama junto a ella.
Resumo casi toda la situación, omitiendo el detalle de mis acciones y ella entrecierra los ojos, notando que falta algo en la historia.
—Hay un pero, por lo que veo —me dice, acercándose a mí—. ¿Qué sucedió?
—Sucede que tengo que tomar una decisión —le digo y ella frunce el ceño con ligereza—. Mauricio me pidió ser socio mayoritario junto con él y dirigir Fraga II.
— ¡Oh por Dios, Sebas! Eso es más de lo que querías, amor. ¡Felicidades! —chilla, abrazándome.
—Gracias, amor, pero… el detalle es que no sé si aceptar —admito, separándome de ella.
—Pero… ¿por qué? —Balbucea, incrédula—. ¿Te sientes bien? Seguro tienes fiebre. Mejor vete a casa y descansa. Que no sepas si aceptarlo es clara señal de que no estás en buenas condiciones.
—No, amor. Estoy bien —respondo, riéndome por sus ocurrencias—. Es solo que ya tengo mi base en la pastelería, es mi hogar y ustedes mi familia. Estoy dividido. Después de todo, ustedes sí creyeron en mí desde el inicio.
—Tu hermano jamás dudó de ti, Sebas. Así que si hay alguien que creyó en ti desde el inicio fue él, solo que tenía las manos atadas, pero ahora que se ha liberado te está demostrando que tiene más fe en ti de lo que todos pensábamos, incluido tú —habla, tomando mi cara entre sus manos—. Esto fue un inicio para ti, para que ganaras experiencia y te convirtieras en una mejor persona. Ya lo lograste. Tu etapa aquí ha llegado a su fin, es hora de que sigas adelante y en serio formes parte de algo que fue tuyo desde que estabas en el vientre de tu mamá. Toma la oportunidad. Te la mereces.
— ¿Y tú? ¿Qué crees de tu etapa aquí? —pregunto y ella alza una ceja, confundida—. Eres la mejor chef pastelera que conozco, aunque dirás que conozco pocos. Sin embargo, sé la pasión que sientes por lo que haces y me gustaría que formaras parte del equipo Fraga.
—Sebas, por Dios… —balbucea, alejándose un paso de mí—. Yo… No… No sé, la verdad. Aquí tengo todo lo que amo, pero… no voy a negar que sería grandioso trabajar en Fraga.
—Lo único es que ahora yo sería tu jefe —le digo, guiñándole un ojo.
—Solo en el trabajo, no en otras cosas —su doble intención me hace reír con vergüenza, negando con la cabeza.
— ¿Eso es un sí? —pregunto.
—Es un “lo voy a pensar”. ¿Y tú? ¿Aceptarás? —pregunta, sonriendo.
—Aceptaré, boss —confirmo y ella me abraza, emocionada.
—Igual sígueme llamando boss en otras circunstancias —me pide y se ríe en mi oído, contagiándome.
—Lo prometo —aseguro, separándome de ella—. Daré el preaviso mañana entonces. No me iré sin saber que están cubiertos.

Caricias de chocolate | Libro 2 | Trilogía "Gastronomía del placer". (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora