29.

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Todos empiezan a marcharse. Observo a mi hermano discutir con Charlotte y a Gabriela mirarlos con una sonrisa triunfante en el rostro. No quiero armar teorías en mi cabeza por lo que sucederá esta noche con respecto a ellos, así que busco a mi novia con la mirada, pero ella misma se acerca a su prima para despedirse.

Montse y Cris se encaminan en mi dirección y yo miro a mi hermana con ojos entrecerrados, pero ella no dice nada.

—Nos vamos, hermanito. ¿Nos vemos en el depa? —pregunta como quien no quiere la cosa.

—No, iré a la suite. No te preocupes —respondo, sonriendo.

—Algún día tendré mi propia habitación en el hotel, ya lo verán —se queja, rodando los ojos. Su expresión irritada se borra cuando mira a Cristián, quien se ríe un poco de ella—. Bueno, vámonos. Nos vemos mañana, hermanito.

Ella se acerca para darme un beso en la mejilla y tomo su mano para que no se aleje.

—Usa condón, Montserrat —murmuro en su oído y ella se aleja, roja hasta las orejas y un tanto sofocada—. Feliz noche, hermanita.

—Feliz noche, Sebas —intercede Cristián y yo acepto su apretón de manos.

Afirmo en su dirección a modo de despedida y busco de nuevo a Fede, quien camina hasta mí con una sonrisa tímida en el rostro. Extiendo mi mano y ella la acepta, así que tiro de su extremidad para acercarla a mí y rozar nuestras narices.

— ¿Nos vamos? —pregunto.

—Sí —responde, suspirando.

Me despido del resto de personas y abro la puerta de la limusina, donde nos espera Pascual. Le pido que me lleve hasta la suite y él afirma, sonriente.

Fede empieza a despojarse de sus tacones y busca en su bolso un par de sandalias plateadas. Sin embargo, no dejo que se las coloque ya que tiro de sus piernas y las coloco sobre mi regazo.

Ella se ríe, observando a Pascual con disimulo, y luego a mí.

— ¿Cansada? —pregunto.

—Un poco. Detesto los tacones —responde, recargándose de la ventana.

—La noche es larga —insinúo y ella sonríe, nerviosa.

—Lo sé.

Acaricio sus piernas, mirando por la ventana. Su piel se siente tan suave y delicada, me encanta tocarla. Miro su rostro y sonrío al notar que tiene los ojos cerrados, así que subo más mis manos por sus muslos y siento como se eriza bajo mis dedos.

Sigo subiendo, encontrando la abertura de su vestido y me adentro bajo de la tela, haciendo que abra los ojos y dé un respingo. Mira de reojo a Pascual, nerviosa y apenada, pero no dice nada y me trago un suspiro cuando la siento abrir más sus piernas, suplicándome que la toque.

Mis dedos rozan sus labios vaginales y noto que ella se tensa, sus ojos oscuros y dilatados puestos en mí. Acaricio de arriba abajo, encontrando su clítoris, pero no voy directo a él sino a sus alrededores. Bajo más mis dedos, encontrándome con la humedad en su entrepierna y me empapo bien de ella.

Federica se altera, pero no deja salir ni una sílaba de su boca. La aprieta en una fina línea o se muerde el labio, a veces incluso respira hondo. Se remueve en su sitio cuando subo hasta su clítoris y esta vez, ya con mis dedos lubricados por sus fluidos, lo acaricio.

Sus piernas tiemblan un poco, haciéndome sonreír. El bulto en mis pantalones crece y sé que lo siente bajo sus piernas. Ya quiero llegar para quitarle el vestido, lo único que lleva puesto.

Caricias de chocolate | Libro 2 | Trilogía "Gastronomía del placer". (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora