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NARRA SEBAS

Cuando llego a la pastelería, Federica ni siquiera ha llegado. Es por esto que Elena, Lucrecia y yo estamos esperando fuera, ya que ella es la encargada de abrir.

Al llegar, luce algo cansada y bosteza mientras se encarga de la apertura. Yo la ayudo, sin decir nada hasta que entramos.

—Oh, hola, amorcito ¿cómo estás? —imito, de una forma muy patética, su voz y luego hablo con mi tono común—. Bien, boss. ¿Y tú?

—Primero: yo no hablo así y segundo: lo siento. Es que no he dormido nada —habla y bosteza de nuevo—. Y es culpa de tu hermano.

— ¿De Mauricio? —pregunto, frunciendo el ceño.

—Sí —responde, cruzándose de brazos—. Gabriela ayer llegó a la casa con su ex novio, quien está de vacaciones en México y lo besó porque creo que sabía que Mauricio los estaba viendo. Cuando ambos se fueron, se lanzó a llorar y no paró como hasta las tres de la madrugada.

—Espera, espera. No entiendo nada —le digo, sintiendo que la información se tergiversa en mi cabeza de mil formas.

Ella suspira, acariciando su frente, antes de empezar a contarme todo lo sucedido. Al parecer, Gabriela y Mauricio se iban a ver en la suite del hotel, pero cuando ella llegó pues... se encontró con Charlotte en babydoll.

Entiendo su reacción, pero sé que si mi hermano está ligándose a Gabriela, no invitaría a Charlotte (mucho menos el mismo día y a la misma hora) a la suite. Mauricio jamás saldría con dos mujeres a la vez.

Nunca.

—Pues eso es raro. Dudo mucho que Mauricio esté tirándose a Charlotte —le digo.

— ¿Por qué lo dudas? O sea, no estoy en su contra. Solo quiero saber tu opinión, es tu hermano y lo conoces mejor —habla, mientras busca su uniforme en su casillero.

—Charlotte fue novia de Mauricio, sí, hace un par de años. Sin embargo, ellos terminaron porque ella, pues... Dios, esto no lo sabe mucha gente así que no lo repitas —le pido antes de proseguir. Ella simula que su boca es un cierre y continúo—. Charlotte le montó los cuernos con un tipo equis. Ya ni me acuerdo quién era.

—Vaya, vaya. A los Díaz le montan los cuernos, ¿eh? —se burla y yo la miro, alzando una ceja—. Bueno, me corrijo. A Mauricio. Yo jamás te montaría los cuernos, a ti ni a nadie ¿eh?

—Además —digo, obviando su intervención—. Incluso si Mauricio fuese ese tipo de hombres, no las hubiese invitado a ambas a la suite ni siquiera el mismo día. Ni por asomo. Así que... creo que esto es culpa de Charlotte. ¿Acaso Gabriela lo confrontó?

—No y eso es lo que yo le aconsejé. Tenía que pedirle una explicación, ¿cierto? ¡Pero ella es terca, terca!

—Amor, sabes que mi hermano y yo no tenemos la mejor relación —le digo y ella me mira, afirmando con la cabeza—, pero puedo asegurarte que esa rubia venenosa llegó allí por su propia cuenta. Él no la invitó.

—Bien. No quiero interferir directamente entre ambos, así que seamos lo más sutiles y conversemos con ellos. Ayudémosles a armarse de valor para confrontarse el uno al otro, ¿sí? Habla con él, como cosa tuya, Sebastián. No le digas que Gaby vio a la rubia diabólica en la suite —me pide y nota mi dudar en la mirada—. Sebas, es Gabriela quien tiene que decírselo.

—Tienes razón —cedo, suspirando.

—Eso no es todo —continúa y yo la miro, frunciendo el ceño—. Gabriela le golpeó las pelotas a tu padre.

—¡¿Qué?! ¿A Leonardo? —pregunto—. ¿Por qué?

—Sacó las garras tu querido padre y ella se defendió. Está con los nervios a mil, la verdad.

Caricias de chocolate | Libro 2 | Trilogía "Gastronomía del placer". (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora