19.

405 54 5
                                    

Chicasss, perdón que no he actualizado. Se me ha pasado por completo. Les dejo tres capis en recompensa. ¡No se olviden de votar y comentar! Las quiero *-*

*

*

*

Llegamos al primer café abierto que vemos y Fede toma mi mano para adentrarme al lugar, tomamos asiento en una mesa para dos cerca del ventanal y de inmediato llega una mesera.

—Buenas noches, ¿ya saben qué desean pedir? —nos pregunta con amabilidad.

—Dos waffles con topping de chocolate y fresas —pido y la chica me sonríe, asintiendo con timidez.

—Yo quiero un café con leche, por favor —habla Federica luego de carraspear, obteniendo nuestra atención—. ¿Y tú, niño bonito?

—Lo mismo, gracias —respondo, sonriéndole a la mesera.

La chica nos dice que en unos minutos nos trae nuestro pedido y yo acaricio mi barbilla, observando a Federica.

— ¿Qué fue eso? —pregunto.

— ¿De qué hablas? —pregunta, frunciendo el ceño.

—No sé, sentí que te cayó mal la mesera —comento en tono burlón.

—Pff —bufa, rodando los ojos—. ¿Por qué me tendría que caer mal si no la conozco?

—No sé, tal vez porque se puso nerviosa por mi atractivo —bromeo y ella me mira, alzando una ceja como si no pudiera creer lo que acabo de decir—. Ahí viene de nuevo.

La chica deja nuestros cafés y waffles sobre la mesa y nos desea buen provecho, no sin antes brindarme una sonrisa tímida y yo le guiño el ojo, haciéndola sonrojar.

—Eh, corazón —la llama Federica y yo me enderezo en mi lugar, tratando de adivinar lo que está por hacer—. Disculpa la molestia, pero ¿puedes ponernos esto para llevar? Y agregar un waffle más. Creo que sale mejor comer después del sexo que antes, ¿cierto? —agrega, como si la mesera fuese su amiga de toda la vida.

No puedo evitar reírme y disimulo ello con una tos fingida, sorprendido por la audacia de esta mujer. La pobre mesera no sabe ni cómo mirarnos.

—Uh, eh... —balbucea la joven, colorándose más que un tomate y yo me cubro la boca, tratando de no carcajearme más—. No se preocupe, enseguida.

La muchacha retira los platos y los cafés, esta vez sin mirarnos a la cara y se retira lo más rápido que el equilibrio le permite. Yo no puedo evitar reírme y Federica alza una ceja, sin ver lo gracioso.

— ¿Qué? Me da mucha hambre después del sexo, niño bonito. Es mejor pedirlo para llevar que comer y después pedir algo más —dice y le sonríe a la muchacha cuando llega con todo guardado en sus envases—. Toma, aquí tienes la tarjeta.

—Fede, no...

—Dije que yo invitaba, machito —me corta, sonriéndole a la chica de nuevo y esta acepta la tarjeta.

Luego de que está todo pago, salimos a encontrarnos con Pascual y Fede le extiende su comida. Él acepta, muy avergonzado, y nos lleva a Fraga, mejor dicho: al hotel. Yo tengo una habitación fija allí también, así que ingresamos directo.

De reojo, noto que hay luces y gente moviéndose del lado del restaurante así que le pido a Fede que me espere en el ascensor y me acerco para echar un vistazo. Se supone que el restaurante está cerrado a estas horas de la noche.

Todo luce muy romántico y cálido, cosa que me sorprende. Me voy acercando un poco más con sigilo y me escondo detrás de un muro para ver quiénes están allí y mis cejas están por tocar el cielo cuando veo a Mauricio comiendo fresas con chocolate junto a una mujer.

Caricias de chocolate | Libro 2 | Trilogía "Gastronomía del placer". (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora