NARRA FEDE
Estos días han sido terribles para mí. ¡Maldita sea! ¿Por qué dejé que siquiera me besara? Ahora menos puedo sacarme a Sebastián de la cabeza, ni del cuerpo... ni del corazón.
No sé en qué estaba pensando cuando me adentré en este estúpido juego, si sabía que tenía que alejarme o terminaría con el corazón hecho trizas. ¿A quién engaño? Claro que sé en qué pensaba, en que tal vez no sería tan malo como pensaba, en darle una oportunidad y que, tal vez, con el tiempo sentiría lo mismo que yo.
Gabriela sale del baño con cara de pocos amigos y se recuesta en la cama, suspirando. Lleva días con un humor de perros, no sé muy bien por qué. A veces la miro y siento que, así como yo le estoy ocultando cosas, ella me las está escondiendo a mí también y no me gusta. Somos uña y mugre, detesto el abismo que ha surgido entre nosotras y estoy segura de que tiene, al menos, el mismo apellido: Díaz.
¿Qué pudo haberle hecho Mauricio para que ella no pudiera ni verlo? Porque sí, tiene una personalidad difícil, pero Montse también y se llevan muy bien. Entonces... tuvo que haber sido algo grave.
— ¿Estás bien, Gaby? —pregunto.
—Sí. Solo estoy... cansada —responde.
Yo también lo estoy, pienso.
Tomo el celular en mis manos y busco su contacto, dudando de si llamarle o no. Tal vez enviarle un mensaje. Me dijo que le gustaba, pero ¿eso significa que quiere algo serio conmigo? Es probable que ni él lo sepa, así que no me mortificaré con ello.
Salgo de la habitación y marco su número, mordiéndome las uñas por la ansiedad. Contesta al segundo tono y mi corazón se alebresta solo por escucharlo.
—Chef —saluda con neutralidad.
—Disculpa la hora, Sebastián —respondo, jugando con el filo de mi camisa—. Mañana es la cita de Elena en la clínica para realizarse el aborto. Yo voy a ir para apoyarla, ¿tú irás? Sé que es una situación complicada de presenciar para ti.
—No es como que podamos entrar, de todas formas. Así que sí, iré. Necesitará mucho apoyo al terminar el procedimiento —responde—. ¿Paso por ti?
—No, no. No es necesario, nos vemos en el hotel —niego, cambiando el peso de una pierna a otra.
—Podemos ir juntos hasta allá sin ningún problema. Pasaré por ti a las nueve de la mañana —habla y sé que va a ser muy difícil hacerle cambiar de opinión—. ¿Algo más?
—No, no por los momentos. Gracias —musito, cerrando los ojos y recargándome de la puerta de mi habitación.
—Buenas noches, chef. Nos vemos mañana —se despide.
—Sí, adiós —me despido y cuelgo.
Respiro hondo, tratando de calmar mi corazón y me adentro en mi habitación. Me acuesto junto a mi prima, quien ya está en el quinto sueño, y trato de dormir yo también.
***
Miro la hora en mi celular con impaciencia, sabiendo que Sebas está por llegar en cuestión de minutos. Mi dualidad interna me dice que lo quiero lejos, pero que no puedo, no soporto que así sea. Por supuesto que quiero verlo, oler su perfume y ver su sonrisita de niño consentido, también que me ponga nerviosa con guiñarme el ojo y que acelere mis latidos cuando lo tengo cerca.
Maldigo internamente, deseando tener el control de mis emociones y borrar de mi corazón que me estoy enamorando de Sebastián Díaz Guerra.
El timbre suena como si lo hubiese llamado con el corazón. Respiro hondo antes de encaminarme a abrir y me trago un suspiro al verle de pie frente a mi puerta. Las gafas de sol ocultan sus ojos claros y lo agradezco, así como también el hecho de que no me sonríe.

ESTÁS LEYENDO
Caricias de chocolate | Libro 2 | Trilogía "Gastronomía del placer". (+18)
RomanceAmbos tienen una pasión en común: los postres. ¿El problema? Se llevan de perros. Él es arrogante, egocéntrico y bromista. Ella es testaruda, orgullosa y atrevida. ¿Qué sucede cuando un beso lo endulza todo? Hay quienes dicen que el postre es un luj...