Me hace sonreír que, al despertar, me encuentro con el rostro somnoliento de Federica sobre mi pecho. Acaricio sus cabellos y ella se remueve, abrazando mi cintura con un poco más de fuerza mientras ronronea, pero no abre sus ojos.
Después de toda la acción de anoche, ya que no solo tuvimos sexo una sola vez, entiendo que esté cansada. Con mucho cuidado me deshago del abrazo y dejo mi almohada para que me suplante antes de salir de la habitación.
Me encuentro con Montse viendo la televisión y me sonríe con burla, a lo que yo ruedo los ojos y me adentro en la cocina para hacer el desayuno.
—Toda la noche lamenté una cosa, hermanito —habla, recargando su brazo del respaldar del sofá y mirándome con una sonrisa fingida—: que mi cuarto esté junto al tuyo. Las paredes son finas, ¿eh?
Estoy por replicar algo como que se meta en sus asuntos cuando noto a Fede cubrirse el rostro, vistiendo mi franela blanca y unos calzoncillos míos. Montse mira en mi dirección y se ríe ante las mejillas rojas de su cuñada, restándole importancia.
—Hola, cuñada —la saluda.
—Hola, Mon. Eh, yo lamento... todo lo que...
—No hagas de esto algo incómodo. No quería molestarte a ti, solo a mi hermano. Por supuesto no escuché nada —miente en lo último y me mira—. ¿Sabes, cuñis? Ahora que eres más que una de mis mejores amigas, deberías acompañarme a comprar mi vestido para la inauguración. ¿Qué te parece?
— ¿Le dirás a Gaby? —pregunta ella, acercándose a mí y tomando una fresa fresca y recién lavada del cuenco en la barra.
—No, pero no por nada malo. Quiero que sea nuestra primera actividad de muchas como cuñadas —responde, mostrando su sonrisa de "si te niegas, me volveré muy molesta hasta que digas que sí".
—No creo que sea algo a lo que pueda negarme —cede y Montse aplaude, pegando un brinco para dirigirse a su habitación.
—Desayunen juntitos, tórtolos. Yo iré a arreglarme. Salimos en 20 minutos —ordena y yo ruedo los ojos.
—Le avisaré a Pascual —agrego, ganándome un beso al aire de parte de mi pequeña arpía. Coloco mis ojos sobre los de Fede y hago una mueca de disculpa—. ¿Lo siento?
—No te preocupes, sabes que adoro a Mon —responde ella, sonriendo—. ¿Qué cocinas?
—Eh, quería hacer un desayuno americano —digo, rascando mi cabeza con duda.
—Mm, bien, pero en vez de pan tostado, arepas. ¿Qué te parece? —pregunta, acercándose a mí al punto que roza nuestras narices—. ¿Tienes harina de maíz?
—No —respondo—, pero la pediré. En el restaurante sí hay.
— ¿Harina P.A.N.? —inquiere con ojos brillosos.
Afirmo y ella aplaude, contenta. Sé muy bien que esa marca de harina es de Empresas Polar, una compañía venezolana que ha sabido ganarse el mundo entero a base de sudor y esfuerzo. Sus productos son de excelente calidad, por eso lo usan en el restaurante para los desayunos más que todo.
El timbre suena y sé que es uno de los empleados del restaurante. No abro mucho la puerta para que no vean a Federica en paños menores y le agradezco al joven castaño por el favor. Le tiendo el paquete amarillo a mi novia y esta busca un bol para ponerse manos a la obra.
— ¿Me enseñas a hacerlas? —pregunto, apoyando mi codo en la barra y mi mentón sobre mi mano.
—Claro, es súper fácil. A nosotros nadie nos enseña hacerlas, cuando nos toca prepararlas por primera vez... ya sabemos cómo. Es una locura —habla, sonriendo—. Mucha gente agrega el agua con sal primero y luego la harina, pero yo no. Aunque el empaque lo diga así.
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Caricias de chocolate | Libro 2 | Trilogía "Gastronomía del placer". (+18)
RomanceAmbos tienen una pasión en común: los postres. ¿El problema? Se llevan de perros. Él es arrogante, egocéntrico y bromista. Ella es testaruda, orgullosa y atrevida. ¿Qué sucede cuando un beso lo endulza todo? Hay quienes dicen que el postre es un luj...