16.

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Salgo del lugar a los minutos, encontrándome con todos reunidos junto al Jeep de mi hermano. Montse se sienta del lado del copiloto y yo dejo que las primas se sienten juntas, dejándome a mí el puesto de la ventana.

Esta vez, Federica va sentada junto a mí y nadie parece notarlo o darle mucha importancia. El viaje a la ciudad empieza y yo miro por la ventana de tanto en tanto, cuando no estoy observando de reojo a Fede quien habla un poco con Gabriela.

Su piel ha adquirido un tono un poco rojizo, tal vez por el sol que hacía cuando montaba a Silvestre, y me gusta como le luce. Sus mejillas sonrojadas le dan un aspecto tierno que, a juzgar por lo que dibujé en mi cabeza, no debería tenerlo.

Sin embargo, me espero ese contraste. Federica, a pesar de su actitud empoderada, es una mujer dulce. Siempre alegre, tratando de animarle el día a sus compañeros de trabajo, mostrándoles una sonrisa.

Montse nos da cháchara por un rato, hasta que Mauricio le baja un poco el volumen a la radio.

—Shh, bajen el volumen. Gabriela se durmió —murmura.

Yo alzo las cejas, sorprendido por ese gesto. No obstante, me quedo callado.

Coloco la mano sobre mi pierna, rozando con la de Federica, quien lleva unos shorts y me deja sentir su piel caliente. Sonrío con malicia y observo de reojo a Gaby, quien está dormida recargada de la ventana, y luego a mis hermanos: Mauricio está muy concentrado manejando y Montse está al celular, probablemente revisando sus redes sociales.

Acerco mi mano a la parte interna del muslo de Fede y ella cierra las piernas, buscando de cortar el contacto. Yo la miro y ella entorna los ojos, negando con disimulo.

Coloco mi dedo índice sobre mis labios en un gesto de silencio y vuelvo a posar mi mano sobre su pierna. Solo quiero acariciar su piel, nada sexual. Me gusta que sea suave, que esté caliente y enrojecida un poco por el sol. Mi pulgar se mueve en círculos sobre su muslo y la siento tensarse poco a poco, así como su piel se enchina.

¿Acaso se está excitando? Eso espero, porque anoche me dejó como una puta carpa de acampar.

El carro se detiene frente a la casa de los Herrera y quito mi mano, abriendo la puerta para bajarme y permitir que Federica imite mis acciones anteriores. Ella acepta mi mano esta vez para bajar del lugar y eso me hace sonreír.

Montse se queda en el auto y noto que Mauricio se baja y abre la puerta del asiento de atrás, donde está Gabriela aún dormida. Federica y yo nos observamos antes de mirarles a ellos, notando que están más cerca de lo que los he visto, cosa que me parece extraña.

—Creo que este viaje está afianzando vínculos —ironiza y yo la observo, sonriendo un poco—. Estaban como perros y gatos y míralos ahora... —continúa y yo le hago caso, observando como Mauricio le da un beso en la mejilla a Gaby—. ¡Vaya!

Me sorprende, debo admitirlo. ¿Qué se traerá mi hermano entre manos con la estudiante? Se supone que no la soportaba, el día que se conocieron estaba de pésimo humor y lo que hacía era llamarla mocosa, irrespetuosa y altanera.

Ahora... parece que se la quisiera comer de un solo bocado.

—Bueno, nos vemos en la pastelería, niño bonito —habla Fede, cruzándose de brazos—. Recuerda que no te soporto y que nos odiamos.

—Trata de no babear cuando me veas —me burlo de vuelta, trepándome al carro no sin antes guiñarle un ojo.

Mauricio se sube de piloto y Montse inmediatamente nos mira a ambos con ojos entrecerrados. Yo ruedo los ojos, detesto que sea tan metiche.

―Lo que sea que se traigan entre manos, déjenlo. Ellas son demasiado buenas para sufrir por ustedes, señores Díaz ―dice y vuelve a mirar por la ventana.

Caricias de chocolate | Libro 2 | Trilogía "Gastronomía del placer". (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora