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Leíste la letra pequeña y desordenada de Billie, la lista que él había escrito con el montón de cosas que comprar. Con las mayúsculas remarcadas una y otra vez con la tinta azul, y unas estrellas mal dibujadas en las esquinas, taches y rayones.
Subiste al auto riendo por aquello, oliendo el cuero de los asientos del convertible Chevrolet Nova color negro de él, su auto favorito. Abrochaste tu cinturón y él cerró tu puerta, saliendo de la casa silbando hasta subir, encendiendo el radio y arrancando acompañado de un rugido en el motor. Le golpeaste el hombro por aquello, rió y su mano izquierda se deslizó rápidamente sobre tu pierna, acariciando tu rodilla desnuda hasta entrelazar sus dedos, emprendiendo el camino para realizar las compras.
Tarareaste con Billie un par de canciones de Elvis que estaban transmitiendo, Devil in Disguise, riendo por cómo hacía el sonido de la guitarra y golpeaba los dedos contra el volante. Disfrutando de aquello, y su energía matutina que encendía la tuya. Suspiraste, planchando la falda con tus manos, pensando en cómo eran, polos opuestos en muchas cosas y al mismo tiempo, almas gemelas.
Tú eras más nocturna, pasando las noches en insomnio consumiendo libros, escribiendo, realizando tareas pendientes y haciendo volar tu imaginación que parecía aparecer durante la madrugada; terminando siempre en los brazos de tu amante, delineando una y otra vez la tinta de sus brazos, acariciando la barba apenas tupida, tocando la piel pálida y el bronceado de sus piernas a causa de sus fines de semana de surf.
Billie en cambio, era como un adolescente por las mañanas, después de su café matutina extra cargado. Pasando largas horas con su guitarra, escribiendo y componiendo. Jugando con sus perros, asistiendo a fiestas, siendo el bromista del grupo. Hasta quedar exhausto, pero siempre encontrando la energía para complacerte.
Pero amabas encontrar actividades con él, caminar por la playa, verlo durante sus shows, afrontar juntos los repentinos y poco usuales ataques de ansiedad que tenía. Escucharlo pelear con el televisor, pasar largas horas mirando películas clásicas, y descubriendo vinilos nuevos y bandas de jóvenes de la cuidad.
Billie te sonrió, quizá preguntándose en qué pensabas pero no te lo dijo. Simplemente besó tus nudillos, sintiéndose totalmente en paz y alegre.
Encontraron un lugar en el estacionamiento rápidamente, empujaste el carrito de compras dentro del establecimiento, sintiendo de inmediato el cuerpo de Billie tras el tuyo, siendo recibida por un beso dulce en la sien y su mano agitando el cabello de tu nuca. Apenas eras unos centímetros más baja que él, y eso significaban demasiados mimos y caricias suaves sobre tu cabello.
Siguieron la lista, atravesando unos cuantos pasillos, se distrajeron un poco buscando unos audífonos nuevos, y una almohada para el gusto exigente de su cuello, comprando cosas extras que ni siquiera habían pensado. Retomando de nuevo el listado, llegando al pasillo de embutidos.