Ingredients: Billie+Tú, continuación.
†
Fue difícil despertar. Había tenido pesadillas con lo sucedido. Los gritos, los guardias muriendo, el estruendo de cañones y mujeres buscando ayuda. Mi madre incluso. Y con lo que había hecho, les había dado la espalda, o eso sentía. ¿Vería a mi madre alguna vez de nuevo? La duda me carcomía de a poco.
Estiré mi mano hasta la almohada cercana, estaba sola. Eso me desconcertó un poco. Tal vez mirarle una vez más había resuelto todo.
El sol se asomaba tras el mosaico de un ventanal circular con vista al mar, bañando la habitación de luz tenue. Recordé el calabozo frío y húmedo, y sin dudas la habitación era mucho mejor, pero no podía quedarme allí para siempre. No, ni siquiera con lo que había pasado anoche.Me removí bajo las sábanas, todavía con el cuerpo desnudo, mi vestido estaba en el suelo, junto a la camisa de él manchada de vino, sin embargo, el cuchillo de plata no estaba por ninguna parte. Y me sentía indefensa.
Me incorporé sintiendo un leve mareo por el movimiento del mar, escuchando gritos fuera, alguien hacía ruidosas ordenes. Pero no parecía su voz.
Abrí un baúl que estaba en la esquina, descubriendo distintas prendas y un par de sombreros. Tomé unos pantalones y una camisa blanca lisa, sintiéndome en libertad una vez vestida pues no llevaba ese espantoso corsé. Por último tomé unas botas que me quedaban al menos dos tallas más grande, y sin dudarlo abrí la puerta, caminando por el pequeño pasillo lleno de pergaminos hasta la otra entrada. Giré los pomos pero éstos no cedieron, intenté de nuevo sin mucho éxito, estaba encerrada.
Me llevé la mano al cabello con exasperación. Prisionera. Eso era ahora. Condenada a vivir encerrada.
Recorrí el pequeño y elegante comedor, en busca de la llave, descubriendo otra puerta que llevaba a un gabinete, un escritorio en el medio, frente a un ventanal grande, estantes de libros, y tesoros, objetos curiosos por todas partes. Abrí cajón tras cajón sin encontrar algo con qué abrir. No sabía que hacer. ¿Donde estaba ese maldito pirata?
Mi respuesta fue respondida casi al instante cuando escuché alguna puerta abrirse. Cerré aquel estudio y corrí tan rápido como pude hacía la habitación, tomando un jarrón a mi paso. Me senté a la orilla de la cama, escuchando un par de voces desconocidas, eso me alertó, la puerta estaba siendo abierta, dejando ver a dos muchachos, incluso más jóvenes que yo, de sombreros de plumas blancas que cargaban comida y una tetera. Antes de que dijeran algo lancé el jarrón hacía ellos, pero se hicieron de lado hábilmente, riendo a la par.
"Les dije que tocaran antes" dijo esa voz ya conocida. El pelinegro apareció en la habitación, golpeándolos con un pergamino en la cabeza "Dejen la comida y salgan"
"Si capitán" dijeron aún en risas, sin mirarme si quiera, sólo salieron tan rápido como habían aparecido, cerrando la puerta tras Billie. Él avanzó tranquilamente hacia las charolas, leyendo el papel en sus manos sin preocupación alguna. Usaba un traje color rojo de broches dorados, cinturón y esas botas que resonaban a cada paso. Estaba radiante, no podía negarlo. Pero yo estaba enojada, o eso trataba, haciendo lo posible por no correr a sus brazos.
"Me dejaste encerrada" protesté, no me miró, estaba sirviéndose en una taza "Bajo llave, y tampoco estabas aquí"
"Estabas durmiendo plácidamente ¿por qué despertarte?" se giró hacía mi, con un plato lleno de distintas frutas y pan, mirándome de pies a cabeza sin alguna vergüenza, con una sonrisa amplia en sus labios "Mi ropa"