Ingredients: Billie+Tú, Corto, Vanilla
†
Cuando desperté me pareció escuchar algún ruido en la sala. No fue lo suficientemente fuerte pero había logrado despertarme. Esperé unos instantes hasta que mis ojos se acostumbraron a la luz de la habitación.
Debíamos cambiar esas cortinas. Aunque a él le gustase así, luz entrando por todos lados.
Estiré mi mano hasta el lugar junto a mí, hacia mi derecha, descubriendo la cama vacía. Me giré para mirar aquél lugar, sin encontrarlo obviamente, haciéndome recordar al instante las largas giras. Aquellas cuando me quedaba mirando en transmisiones de cuentas, esperándolo y sintiéndome feliz de saber que estaba en los escenarios. Haciendo lo que más le gustaba.
Pasé mi mano por su almohada, oliendo el aroma que dejaba impregnado en las sábanas, el de su shampoo, el que desprendía su piel después de la ducha.
Me levanté con pereza y lavé mis dientes. Caminando con los pies descalzos por los pasillos. Seguía somnolienta.
—Hola cariño— le dije al pequeño cachorro negro que movía su colita sin parar, caminando sobre el tapete de estampado de leopardo donde acostumbraba a dormir. Lo tomé en mis brazos ganándome un par de lamidas en mi cuello —¿Tienes hambre Lenny?— seguí con él en brazos hasta la cocina, acariciandole el pelo negro, suave, haciéndole mimos.
Al llegar, escuché los cubiertos siendo removidos, sonreí al mirarle, usaba shorts largos y una camisa holgada, preparándose un horrible sándwich de jamón, con el hermoso pelo negro hecho una maraña de rizos. Ni siquiera notó que estaba allí, estaba concentrado en lo que hacia.
—Pudiste pedirme que te hiciera el desayuno— dije dejando a Lenny en el piso mirándolo correr hacia los pies de su padre, era el consentido.
Billie me miró con una sonrisa tierna, y después acarició al cachorro regalándole un trozo de pan.
—No quería despertarte— volvió a su trabajo con la mayonesa —¿Tienes hambre?—
—Un poco... Te la pasas desayunando sándwich, te haré otra cosa—
—No es necesario— aseguró enmedio de un suspiro agotado. Una vez más, parecía desanimado. Su rostro reflejaba preocupación. Todo el fin de semana se había mantenido distante.
Conocía aquella mirada.
Me acerqué a él y lo abracé por la espalda. Tomando sus brazos con mis manos, aferrandome a él sin querer soltarle nunca. Con mi mejilla sobre su camisa calientita. Quedándonos así por un rato.
—¿Quieres hacer algo hoy? Podemos ir a la playa, puedes enseñarme surf—
Quizá necesitaba distraerse. Él negó con la cabeza.
—No tengo mucho ánimo para el agua hoy—
—¿Te parecen los bolos?—
—Sabes que soy pésimo en los bolos— rió un poco
—Lo sé, eres un asco y por eso me gusta mirar—
—Muy gracioso— tomó mi mano y besó mis nudillos, regalándome una mirada, achicando sus ojos —No quiero salir, de verdad—