Ingredients: Billie+Tré, lenguaje explícito, boyxboy.
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—Levántate bebé, te voy a follar muy duro— dijo con toda la agitación recorriendole, Tré apenas creía que siguiera duro después de la mamada que le dió pero estaba satisfecho con haber llegado a ésto con Billie, porque al contrario del ojiverde, él no lo odiaba.
Se levantó con piernas temblorosas, pasando una vez más su lengua por la comisura de sus labios, limpiándose el rastro de semen. Billie tomó su cintura con ambas manos, apretando sus dedos en aquella piel maravillosa, reclamandolo suyo. Le desabrochó el short, lo acostó en la cama y lo retiró lentamente por sus piernas, besando por último los muslos internos del menor, sosteniendo su pierna al aire para colocarlo sobre su hombro.
Se inclinó hacia delante volviendo la atención a los labios del ojiazul, degustando su propia esencia, frotándose contra él, piel contra la tela húmeda del bóxer de Frank. Se separó apenas para deshacerse de la molesta camisa, dejando a la vista sus bonitos pezones rosa, exponiendolos al aire de la habitación. Besó la mandíbula del chico, haciendo un rastro hasta donde sus clavículas se marcaban, y luego bajando al erecto pezón izquierdo, miró sus ojos con pupilas dilatadas antes de mordisquear la zona y envolver sus labios allí, haciendo que la pelvis del menor subiera y bajara, moliendo contra su miembro en busca desesperada de contacto.
—Billie— gimió llevando sus dedos a los mechones oscuros, acariciando y jalando cada vez que los dientes apretaban de más su piel. —Ahh—
Los jadeos del menor eran una dulce melodía, aún no podía creer que Frank estuviera bajo suyo, retorciéndose ansioso por ser follado. Se incorporó de la cama para patear lejos el pantalón junto a su ropa interior y luego, los interiores del ojiazul.
Apreció la vista un momento. Las piernas de Tré eran delgadas, con ese toque bronceado, ni un sólo rastro de vello, ni siquiera en sus bolas, o pelvis. Su pene erguido contra su ombligo tenia líquido pre seminal sobre la punta rosa, y ni siquiera lo pensó cuando ya estaba envolviendo sus labios allí, chupando gentilmente, moviendo su propia cadera contra el colchón en busca de calmar las ansias de hacerlo suyo, no, aún no, él debía rogar.
—¡Oh Armstrong!— Tré echó la cabeza hacia atrás cuando el ojiverde comenzó a masturbarlo, no era la primera vez que estaba con un hombre, pero claro, nunca antes alguien como el menor.
—Eso es, gime como la puta que eres— movió su mano más rápido contra la piel caliente, llevando los dedos de su mano libre a la pequeña y fruncida entrada, metió un dedo, notando como lo tomaba con dificultad, estaba tan estrecho.
—Por favor— lloriqueó haciendo un puchero
—¿Por favor qué?— apartó ambas manos acariciando sin descaro el trasero del menor, tenía sin dudas el mejor trasero del colegio.
—Follame, Billie hazme tuyo—
—No será tan fácil pequeño— se acercó para susurrar a su oído —Te lo dije, yo no voy a hacer uno más de tus conquistas— le dio vuelta en la cama, escuchando el dulce lloriqueo, agitó hacia los lados su trasero, tentando al ojiverde.
Billie llevó tres dedos a su boca, encargandose de lubricarlos muy bien. Tenía un lío en su cabeza, quería marcarlo, quería partirlo en dos si era posible, que cuando arrastre ese trasero por el colegio recuerde quien lo folló un día anterior; pero al mismo tiempo, su pecho subía y bajaba, dolía, con el impulso de protegerlo. Protegerlo de tipos como Mike, y partirle la cara a cada idiota que siquiera lo mire.
Metió el primer dedo a su fruncida entrada, era apretado, bastante, casi como un virgen. Hizo círculos cuidadosamente, lo sacó y volvió a meterlo, agregando otro dedo, abriendo los dedos en forma de tijera. Tré escondió el rostro en las almohadas, reprimiendo sus sucios sonidos. Sus piernas temblaban, y movía constantemente su pelvis contra las sábanas. Billie golpeó sus muslos internos, y sujetó firme su cadera.—Si lo hago nadie podrá tocarte—
—No tienes autoridad sobre mí— ronroneó empujando sus caderas contra sus dedos, buscando más contacto. —No depende de ti con quien esté o no— susurró, casi temeroso.
—No soporto verte con alguien más— confesó, separándose de él, llevó su mano a su propio miembro, masturbándose con aquella vista frente a él. Su pene palpitaba por enterrarse allí.
—¿Por qué?— gimió
Billie se acercó por fin, recostando su pecho contra su espalda, fingiendo embestidas, mordió el lóbulo de la oreja del menor.
—Porque me importas pequeña putita— susurró a su oído, penetrandolo por fin, se volvió loco con la sensación, mucho más apretado, húmedo. Lo fue llenando de a poco, hasta que sus bolas tocaran con las de Frank.
—¡Ahhh Billie!— apretó los ojos, pequeñas lágrimas se asomaron. Tener a Billie encima suyo era mucho mejor que sus ensoñaciones, porque sí, había fantaseado con él desde antes de aquel estúpido partido de rugby.
—Si, si, si follame——¿De quien es éste culo?— golpeó la mejilla derecha, apretando esa encantadora piel, quería ver ese hermoso trasero rojo. Tomó los mechones del castaño tirando su cabeza hacia atrás, dando acceso a su cuello, mordisqueó y besó allí, dejando marcas visibles.
—Tuyo— casi gritó. El ojiverde sonrió satisfecho, y se movió rápido, sacando su pene hasta la mitad y volviendo a meter, escuchando el sonido hueco y obsceno. Se mordió el labio, aquel desliz se sentía fantástico, lo incitaba a seguir, y eso hizo. Comenzó con un ritmo rápido, violento, sin parar de azotar su trasero.
—Déjame escucharte bebé—
—Bi,llie— jadeó —Más, más du,ro quiero todo—
Cambió el ángulo de sus embestidas, queriendo buscar ese punto dulce. Se incorporó de rodillas en la cama, sujetando bien su cintura enterrando los dedos allí, tomando impulso para volver a penetrarle, tocando más profundo.
—Di que te gusta— gruñó
—Me encanta Joe, amo como me jodes— giró su rostro, agitando sus hermosas pestañas, mirándolo con esos azulados ojos. Billie volvió a juntarse a su espalda, besando sus labios posesivo. Volvió a hacer círculos, y dio con su punto g. Tré separó sus labios para soltar un gritito desgarrado. Poniendo los ojos en blanco, sintió como temblaba bajo suyo, las manos le fallaron, se corrió fuerte manchando las sábanas y almohadas, desplomandose contra el colchón.
—Eres mío bebé— gimió Billie, dando algunas embestidas más, la imagen erótica de Frank hecho un desastre lo llevó al borde, vació su semilla en el interior, haciendo lo posible para no aplastarlo. Notó que su vista se nublaba y el calor de ambos cuerpos.
Estaban jadeando sin cesar. Ninguno se movió hasta que Frank quiso estirar sus piernas, ninguno deseaba separarse realmente. Billie apartó su pene ahora flácido, cayendo al lado del ojiazul sin decir nada, la sonrisa en su rostro no desaparecía, se había follado a su amor platónico. Lo preocupante era como reaccionaria ahora.
Frank se giró mirando el techo, limpiando el rastro blanco bajo ombligo, haciendo una mueca de asco que hizo reír a Billie.
—¿Puedo quedarme aquí ésta noche?— susurró el ojiverde
—Yo...— se lamió los labios acurrucandose a su lado, poniendo tenso al mayor —...Quiero que no vayas a clases mañana... vas a quedarte aquí conmigo todo el día Armstrong—
Billie volvió a sentir ese ardor en su pecho, estaba feliz. Claro que se quedaría con ese pequeño y sexy chico.