Capítulo 2 [ Él ]

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Olivia

Respiró hondo y asiento con la cabeza a cada cosa que dice.

— Si, mamá. Lo sé, lo sé, estuvo mal.

— Malísimo estuvo! Cómo puedes faltarle es respeto a una profesora y peor aún cuando le entregas un examen, te puede perjudicar.

— Que se atreva, habrá que pintarle el auto y listo. — digo casual.

Ella abre la boca sorprendida por mi respuesta y niega con la cabeza.

— Eres un caso, Olivia.

— Y el mejor de todos, mamita querida.

Ella sonríe a medias y le doy un sonoro beso en la mejilla.

— El más complejo querrás decir.

Me envuelve en sus brazos cálidos. Cómo todo una mimada la recibo gustosa.

— También, pero así me amas.

— Por supuesto que sí.

Al llegar del instituto monte mi drama y le conté lo que pasó, por supuesto que me iba a regañar, pero no puedo evitar no decirle las cosas, siempre fuimos las dos y el lazo madre e hija es muy fuerte.

Mi papá está en la marina así que son contadas las veces que lo veo, hablamos por cartas o muy cortas llamadas, que se las dejó a mi mamá.

— Iré a lo de Sandra, es noche de bingo. — dice emocionada.

— No es muy de antes juntarse a jugar al bingo? Mamá, tienes cuarenta años como para que en tu alma habite una anciana de ochenta.

Ella me mira ofendida y con su bolso me pega en el trasero. Pego un saltito y sobó la zona.

— Oye!

— No digas la edad de tu madre, jovencita.

— Pero, si no hay nadie! Somos solo nosotras. — me defiendo confundida.

— Nunca sabes si alguien está escuchándonos.

Si eso fuera así, conocen los gemidos de los chicos del instituto medio pueblo.

— Tenemos que dejar de hacer viernes de películas.

— No, este viernes toca maratón de Spiderman. Y lo veremos. — me apunta con un dedo.

Levanto las manos en señal de paz y ella sonríe complacida.

— Anda, ve a tu juego de ancianas. — me burlo.

Cuando se acerca con su bolso preparado en mano, subo corriendo las escaleras hasta mi habitación.

— Olivia de la Rosa French!

— También, te quiero, mujer!

Escucho su risa, como sale de la casa y arranca su auto.

Me tiro en mi cama con los brazos abiertos, mi mano va a mi rostro y con un dudo lo paso por mi nariz, mejilla y labios.

Los momentos de acercamiento con Enzo me llegan a la mente.

Cómo se siente su mirada solamente en mí, su sonrisa divertido, nuestras narices rozándose, su mano en mi mejilla acariciando y su estúpido autocontrol conmigo.

Mi mano baja pasando por mi cuello, por la abertura de mis pechos hasta llegar al nudo de mi crop top, lo desató y mi mano sigue bajando hasta llegar a mi pantalón de algodón, lo bajo hasta debajo de mis rodillas.

Con dos dedos sobó por encima de mis bragas y malditamente imagino que es Enzo el que aparta la estorbosa tela, sus dedos suben de arriba a bajo, un dedo me penetra haciendo que arqueé la espalda y gima su nombre, entra y sale de mí sin pudor.

Polos opuestos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora