Capítulo 21 [ La Puta y él Drogadicto ]

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Enzo

Vienes, unos días de no hablarse.

Es verdad eso de que lo bueno dura poco, en un chasquido todo lo que pase y pude acercarme a Olivia desapareció.

Y no solo con Olivia se desmoronó todo, también con mi papá.

No encuentro el valor para verlo y hablar sobre como nuestro relación padre e hijo se arruinó por mis errores y de su parte por abandonarme

Pero para un chico de catorce años, rodeado de amigos mayores de edad metidos en otro mundo, totalmente opuestos, la presión y la curiosidad de experimentar, me llevó al abismo.

En una fiesta en la playa, mis dos amigos Jade y Cameron fumaban marihuana e hilaban cocaína alrededor de una fogata, había demasiadas personas ese día, pero no puse demasiada atención.

Ellos me invitaron a probar, las primeras veces me negué, volvieron a insistir, me rendí y probé, creyendo que solo iba a ser por ese día. Fui tan ingenuo de creer eso, resulta que esa misma noche seguí probando más.

Me gusto, no voy a negarlo, seguí consumiendo a cada fiesta que iba sin medir, hasta que llegué a robarles dinero a mis padres para comprar más, ser camello, no volver por horas y cada día me fui cerrando en mi mundo.

Papá no podía ni verme a la cara, y solo se fue.

Mamá me apoyo, la ví llorar cuando me volvía ansioso por querer consumir, me llevo a rehabilitación y por fin a los dieciséis lo superé, me rehabilite y mejore en muchos aspectos.

Fue un golpe bastante fuerte con el que tuve que madurar muy pronto.

— Miren a quien tenemos aquí... — la voz de Julieta llega a mis oídos. Aparto la vista de la ventana para verla grabandome con su teléfono a tres mesas de mí.— Nuestro capitán de voley, buen estudiante y un bobo e idiota cabe recalcar, que le sigue el juego a su amiga, se puede decir que obsesionada con él.

Ella sonríe divertida ante mi cara de disgusto por su palabrería.

No respondo solo pongo mala cara a la cámara y la ignoro centrando mi vista en mis manos entrelazadas sobre la mesa. Julieta, guarda su teléfono sentándose en la silla frente a mí, se pone de lado y me da miradas de reojo.

— Siguen sin hablar? — pregunta, luego de unos segundos en silencio.

Meneo la cabeza en afirmación, trago grueso.

— Sí.

— Seguirán así?

Espero que no.

— No lo sé. — juego con mis dedos.— Siento que ni en el principio de nuestra relación estamos, ya ni me mira. — exclamo. Ella me mira, levemente sorprendida.

— No te mira? Nada, nadita? Ni una de reojo? — cuestiona. Niego con la cabeza.

— Nada, nadita! — aclaro en un bufido.— Hace meses ella me buscaba, provocaba y ahora ya no comemos juntos, no me mira, no me habla y nada.

Julieta se ríe ante mi drama.

— Mierda, sea lo que sea que ocurrió entre ustedes en serio está molesta contigo.

Me cruzo de brazos.

— Yo también estoy molesto con ella. — recalcó.

— Bueno, pareces más desesperado que molesto. — se burla. Solo un poco.— Sinceramente, ambos son tan diferentes que aún me sorprende el echo de que no se hayan matado.

Polos opuestos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora