Capítulo 40 [ 5 dólares ]

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Enzo

En menos de una semana las cosas dieron un gran giro, el principal giro; Olivia dejándome ver cuánto sufrió y sufre. Jamás sentí tanta impotencia y frustración, siempre fui un chico tranquilo que pocas veces le molestaba las cosas, pero el saber por lo que pasó y pasa, me sobrepaso de una manera abismal. Ese sentimiento de protegerla aumentó y eso haré, le guste o no.

Eso me prometí el día que llegó a mi casa, mojada, triste y desconsolada, pero aún más cuando lloro y me contó por lo que pasó. Ella confío en mí y no arruinare la confianza que me tiene.

Porque cuando persona cerrada, solitaria y desconfiada, confía en tí, lo hace de verdad, sin manipulaciones y mentiras.

Suelto un suspiro.

La miro durmiendo plácidamente, su cabeza encima de mi brazo, su pelo azabache desparramado, y su mano rozando peligrosamente mi entrepierna.

Genial, hasta dormida es pervertida.

Desearías quedarme más tiempo así, acostados y solo mirándola pero no se puede, tenemos que irnos al instituto. Dejo un beso en su mejilla e intento apartarme cuidadosamente pero su mano apretando mi entrepierna me sobresalta.

— Mierda, Oliv. No estabas dormida? — gruño.

Ella sueltá una risita.

— No, solo tenía los ojos cerrados. — murmura.

Me deja sacar mi brazo y lo estiró disimuladamente, ya se me había dormido el brazo pero no quería despertarla. Suelta mi entrepierna para pasarse las manos por la cara, despertándose. Nos quedamos en silencio, mirando el techo.

— En unos días me iré. — suelta de la nada.

Giro mi cabeza con el ceño levemente fruncido.

— Sabes que no me molesta que te puedes aquí y menos a mi mamá. — le aclaro.

Olivia gira su rostro para verme, una sonrisa de lado tira de sus camisuras.

— Y lo agradezco pero ya abuse mucho de su hospitalidad, Enzo. — responde. Iba a replicar pero me detiene. — No me convenceras de quedarme, ya lo decidí, fueron suficientes estos tres días que me quedé.

Aprieto los labios y asiento entendiendo.

— Y que harás? Volverás con tus padres?

Niega con una mueca.

— No, es hora de independizarme. Conseguiré trabajo, me mudare e iré a la universidad, luego tendré tiempo para resolver mis problemas familiares. — responde con voz dura.

La miro fijamente, será más fácil conseguir lo demás, que hablar con su familia, estuvo distante con ese tema, si me contó lo que pasó y eso pero ambos lo dejamos ahí.

La acerco a mí y dejo un beso largo en su mejilla con hacia antes.

— Tienes mi apoyo en todo, cielo. — aseguro con voz firme y sinceridad. Ella asiente.

Nos levantamos a la vez, ella toma su uniforme y yo voy al baño, hago mis necesidades, me pongo el uniforme y salgo. La veo con la falda puesta y poniéndose la camisa, dejando a la vista su brasier.

Trago grueso sin perderme ninguno de sus movimientos.

— Contemplando las vistas, Enzo?

Su voz, me hace fijar mis ojos en los suyos, me sonríe divertida y con picardía.

— Me volviste un ninfómano. — la acuso.

Alza una ceja, se levanta y se acerca a mí, intento no bajar mi vista a sus pechos pero al sentirlos sobre la tela de mi camisa, no ayuda.

Polos opuestos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora