Capítulo 34 [ Ella es así ]

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Enzo

Los nervios siguen intactos desde ayer, desde que acepte reunirme con él y se me cruzo por la cabeza rechazarlo, retroceder y evitar hablar con él. Creo que sí lo veo ahora mismo, soy capaz de salir corriendo.

Camino de aún extremo al otro en mi habitación a veces me detengo para ver si estoy bien vestido. Mis manos sudan, mi corazón deja de latir o lo hace como un loco.

Su suspiro y sus manos en mis hombros me hacen detenerme, me mira con poca paciencia.

— Puedes parar? Parece que tienes algo en el trasero que no te permite quedarte quieto. — sus manos suben y bajan por mis brazos.— Todo saldrá bien, tranquilo.

Hago una mueca.

— Y si sale todo mal?

Olivia se encoge de hombros.

— Pues vienes y follamos. — responde, la mente sucia.

— Piensas sacarme mi tristeza con sexo? Es en serio, Olivia? — cuestiono, con una ceja alzada.

Ella se ríe, divertida.

— Quieres qué te haga mimos, te de besos y cantemos una canción? — sugiere burlesca.

Es capaz de hacerlo, no sé de que se burla.

Pongo mis manos en su cintura, la acerco más a mí cuerpo y dejo que su cercanía me calmé.

— Harías eso?

Me sonríe de lado, sus manos acunan mis mejillas y me acerca a su rostro.

— Mataría a una cucaracha voladora por tí.

Ruedo los ojos y ambos reímos.

— Sé convertirá en algo nuestro, no?

— Por supuesto, mata momentos. — se burla.

Acerca sus labios a los míos, los une en un beso intenso, profundo y lento, ella manda en el beso. Mis pulgares acarician su cintura, la acerco más a mí, y me pierdo entre sus labios tibios, suaves y adictivos.

Nos separamos cuando el timbre suena, y el llamado de mamá avisando que es mi padre. Joder.

Mis nervios vuelven y ella lo nota.

— Dile lo que sientes, si te hace bien reprochar, hazlo. Mereces decirle todo lo que sientes y lo que te guardaste. — acomoda mi pelo.— Aprovecha la oportunidad de poder saciar todo dolor, tristeza y desilusión que sientes. Y.. estoy para tí, bien?

Ladeó la cabeza, viéndola con ternura ante sus palabras.

— Bien. — le sonrió, suspiró. — Nos vemos en la fiesta de hoy?

— Lo que sea por salir de mi casa. — dice con amargura.

Entrelazo nuestras manos y salimos de mi habitación.

— No quieres darte también la oportunidad de hablar con tu hermano?

Niega con la cabeza.

— No podemos decirnos más de dos palabras, que empezamos a pelear y aún me reprocha por lo del vaso.

Sonrió, me contó como le lanzó un vaso a su hermano y tuvo que ir al hospital para curarle la herida del hombro.

— En tu defensa, creíste que era un ladrón o secuestrador. — agrego.

Ella me sonríe.

— Ves, por esto eres mí Enzito. — deja un beso en mi mejilla.

Alzo las cejas.

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