Capítulo 35 [ Cansada ]

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Olivia

La paciencia es algo que muy pocas veces logro tener y con personas o temas muy selectivos, en este preciso momento no la estaría encontrando. Hace un momento, Leo me escribió diciendo que su tío aún no reviso la evidencia que le mandamos porque está ocupado con otros casos importantes.

Como sí vender ilegalmente drogas y permitir que menores consuman, no es algo de importancia.

Discutí con mis amigos para ir a esa fiesta, golpeé a Leo y casi jodí todo con Enzo. Vale todo lo que pasó para qué apoyé su puto trasero en su silla y vea los archivos. 

El sonido del silbato hace que vuelva a la realidad y baje la velocidad a la que iba corriendo. Estiro mis piernas, brazos y cuello para liberar la tensión.

Miro de reojo al equipo de fútbol al sentir sus miradas en mí, están en fila con una sonrisa en el rostro.

Paso por su lado, pero un brazo en mi muñeca me detiene, freno y subo lentamente la mirada hasta toparme con unos ojos verdes. Lo miro de mala gana al tocarme, y él tragando saliva, me suelta.

— Se te perdió algo? — espeto.

Él sonríe con emoción.

— Tu número, me lo das. — dice con coquetería.

Le sonrió.

— No.

Él frunce el ceño, disgustado por mi respuesta.

— Por qué? — cuestiona. Iba a hablar pero él me detiene al volver a hablar. — Es por el adicto?

Frunzo el entrecejo.

— Adicto? — repito.

—Bueno, Enzo se llama. Por él?

Mi sangre hierve, me acerco a él y tomo su camiseta en un puño.

— Si sabes su nombre por qué mierdas le dice así, pedazo de inútil? — espeto. Él traga saliva.— Se llama Enzo, ni adicto ni mierdas, Enzo, soy clara?

Él asiente rápidamente.

— Sí.

— No tiene porqué haber un motivo para no querer, pero ahora que te escuché, ya tengo muchos. — gruño, iracunda.

Lo suelto bruscamente, y sus amigos llegan a atraparlo antes de que caiga al suelo.

— Todo bien? — pregunta uno, mirándonos.

Acomodo los mechones sueltos de mi coleta.

— Sí, solo le enseñe algo básico a su compañero. — digo y ellos nos ven confundidos. Él inútil, solo baja la cabeza. — Que jueguen bien, chicos. — les digo.

Me doy la vuelta y veo como las chicas van entrando a las duchas, tomo de mi agua y seco mi sudor con una toalla.

— Ahora siento miedo de hablarte. — habla una voz divertida detrás de mí.

Me giro y me encuentro a la chica con la que ví a Enzo hace una semana hablando.

Que no me venga con qué está enamorada de Enzo.

— Pues me estás hablando, así que mucho miedo no tienes. — hablo, mirándola fijamente.

Ella se ruboriza.

— Sin miedo al éxito, no? Esa es tu frase.

Casi sonrió ante eso.

— Digamos que sí. — respondo.— Necesitabas algo?

Polos opuestos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora