"Todo en el mundo es sobre sexo excepto el sexo. El sexo es poder"
- Oscar Wilde
Ekaterina
Corrí por las calles de Masium, tratando de recordar el camino por el cual habíamos venido. A cada paso que daba sentía la inflamación en mi feminidad. No iba a reconocerlo en voz alta, pero me afectó muchísimo la escena en la tienda.
De por sí nunca me gustó ver pornografía. Lo había intentado en mi adolescencia cuando las hormonas empezaban a picar, pero ver algo así en vivo y en directo, con la presencia de Bastián detrás de mí, era otro nivel.
Llegué a la casa, una vez que abrí la puerta corrí escaleras arriba para encerrarme en mi habitación. Creo que ninguno de los hermanos estaba en la casa, pero si me vieron me importaba poco.
Estaba abochornada, pero también terriblemente excitada.
Cerré con llave la habitación y me fui derecho al baño. Abrí la ducha y dejé que se templará el agua mientras me arrancaba la ropa que ya estaba toda sudada. No, no solo tenía calor, y lo confirmé cuando me quité las bragas y vi un manchón de humedad en ellas.
El agua golpeaba mi cuerpo mojándolo totalmente. Era casi angustiante lo que me pasaba. Todo esto era inmoral, pero el cuerpo reaccionaba y me sentía en la obligación de darle un poco de lo que quería.
Callé mi consciencia y unté un poco de jabón en mis dedos para acariciar mis pezones que ya estaban erguidos. Cerré los ojos y me apoyé en la pared de azulejos detrás de mí, pellizque mis pezones y acune mis pechos que ya sentía pesados. La respiración se volvió errática y la temperatura del agua ayudaba a calmar el calor de mi piel.
Mis manos bajaron por mi abdomen y acaricie los pliegues de mi vagina, que ya estaban húmedos por la excitación. Recree las imágenes en mi cabeza y acaricie mi clítoris con dos dedos de una mano, e introduje un dedo de la otra.
Me imaginaba mi cuerpo en una cama grande, yo acostada en el centro y muchas manos acariciándome. Manos de piel canela, que ascendían a brazos fibrosos y después de unos segundos mostraban los dueños de esos cuerpos. Los tres hermanos acariciaban mi cuerpo, bajaban sus bocas a mi piel, besando cada rincón.
Los labios de Neo atacaban mi pecho derecho, mientras que Alexander mamaba del seno izquierdo. Bastián me veía desde la cuna de mis piernas, sonriendo como un niño y beso lánguidamente mi centro para después concentrar las lamidas en mi clítoris.
Unos dedos entraron en mi cavidad haciendo sonidos eróticos por la humedad que despedía, las lenguas arrasaban con toda la piel expuesta y cada uno tenía un objetivo. Otro par de manos se unió a las de Bastián, unas más delicadas y con las uñas pintadas.
Junto a Bastián se encontraba Lucrecia que sonreía morbosamente con los labios pintados de carmín. Ambas bocas chuparon, mordieron y lamieron, alternándose entre mi abertura y el nudo de nervios. Ellos compartían un beso para después volver a devorarme, mi espalda se arqueó, acercándome más a los otros dos hermanos.
— ¡Ay, si!
Unos embistes más de esos dedos, y mi gritó resonó por toda la habitación.
Parecía una película, oscureciendo la escena de esos cuerpos y devolviéndome a la soledad de la ducha. El único sonido era el del agua golpeando el suelo y mi respiración errática. Alce una de las manos que tenía en mi entrepierna, viéndola brillosa por mis jugos.
Me corrí duro, como nunca antes y todo eso lo había desencadenado una pareja teniendo sexo, y la presión con la pelvis de Bastián.
— Soy una enferma.
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La Reina de los Sax
RomancePrimera entrega de la serie "Los Placeres de Masium" Ekaterina Petrov no tiene más alternativa que huir de su lugar natal. Por un estúpido acuerdo de su padre, ella queda en medio del fuego cruzado y solo puede esconderse del otro lado del mundo. In...