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Ekaterina

— No puedo creer que ellos hayan dicho eso. — Mencionó Sasha, llevándose una cucharada de helado a la boca

Eran cerca de las cinco de la mañana. Al final terminamos yendo al departamento de ella, para tirarnos en el sillón, atiborrarnos de helado, y hablar mal de los hombres que dejamos en la oficina del bar.

Lucrecia nos había acompañado las primeras dos horas, pero después vinieron sus maridos y la llevaron de vuelta a su hogar. Aunque fue el tiempo más que suficiente para que pudiera comer helado con nosotras, y quejarse de la actitud déspota vivida en el bar.

— No sé porqué lo hicieron, más que nada Alex. Ellos no son así, él no es así.

— Me siento mal porque discutiste con tus hombres por mi culpa.

— No fue por tu culpa. — Le quité el tarro y comí un poco — Ellos no debieron hacer eso, y no solo por lo que dicen.

— ¿Por qué?

— Porque hace un mes yo tuve exactamente ese planteo. — Me sinceré — Creer que una mujer podía estar en una relación con varios hombres, en mi pueblo es de zorra. Una mujer que no merecía tener respeto, porque ella ya se lo estaba faltando. Que cualquiera puede hacerte lo que desea, porque bueno, tu ya te estás exponiendo al ser una mujerzuela.

— Que horrible es tu pueblo.

— Ni me lo menciones. — Ella bufó molesta — Entonces, llegan ellos y me muestran un mundo totalmente distinto, en donde estaba bien disfrutar de lo que hacía con mi cuerpo, porque es mío y yo tengo la decisión.

Sasha se sentó más pegada a mí, apoyando su cabeza en mi pecho.

— Tienes muchísima suerte de tenerlos, aunque ellos sean unos estúpidos.

— No sé cuánto tiempo podré sostener una relación así.

— Ellos se arrepienten, y estoy segura que te pedirán perdón cuando vayas a hablar con ellos en la casa.

Eso esperaba, de corazón lo hacía. No era una cuestión de ego, de decir que yo tenía razón. Eran ideales, era defender en esto nuevo en lo que creía, que es mi libertad. Es justamente eso mismo que ellos me enseñaron, y si tenían eso en sus mentes, lamentablemente tendría que abandonarlos.

Por nada del mundo volvería a estar una jaula, por más que se me desangrará el corazón de amor y dolor.

— ¿Y qué pasó con esos hombres?

Suspiró, tomando el control de la televisión frente nuestro y encendiéndola para poner un poco de sonido a la noche silenciosa.

— Los conocí a través de una aplicación, honestamente no hay mucho para contar. Les dije lo que estaba buscando, y ellos no dudaron en viajar a Masium para verme.

— ¿Ya habían tenido algo así?

— Sí, este no era nuestro primer encuentro.

— ¿Y qué hay con Jasper? — Pregunté confundida, acariciando su cabello — Pensé que él te gustaba.

Volvió a suspirar, como por novena vez en menos de cinco minutos.

— Me gusta, pero es un estúpido controlador. Le dije que quería experimentar con alguien que me generará confianza, pero solo creyó que era una estúpida.

Asentí, escuchando como se le rompía la voz a punto de llorar.

— Por eso dijo que te había rechazado...— Afirme, recordando las palabras del cantinero

La Reina de los SaxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora