"La unión hace la fuerza y las cosas pequeñas florecen de la concordia"
- Homero
Ekaterina
El fuerte sol de Brasil impactaba de lleno en mi cara, como si estuviera dentro de la habitación rentada. Abrí los ojos molesta por mi descuido de dejar las ventanas abiertas durante la noche. Las dejé de esa manera porque realmente me quedé maravillada por la vista que tenía desde allí.
Al estar en un primer piso, podía ver perfectamente como a unas cuantas cuadras se ubicaba la playa y no pude evitar quedarme embelesada con la postal de la luna brillando sobre las aguas tranquilas de Masium.
En Rusia no había nada de eso, así como tampoco el calor agradable. Ahora que lo pensaba, todo parecía muy frío en casa, y no solo hablaba del clima.
Desde que me dieron la habitación, no había salido para absolutamente nada. Casi toda la tarde y noche embobada viendo a la gente ir y venir. Era claro que no estaba en un lugar muy turístico por la cantidad de personas que vi. Todos se trataban con mucha familiaridad, como si fuera estrictamente necesario pararse a hablar con los vecinos que te cruzaras por la calle.
De dónde venía, rara vez logramos hacer contacto visual con alguien. Todo era muy impersonal, como si nos rodeáramos de máquinas. Por eso quizás me distraje muchas horas viendo la interacción del pueblo en sus calles. Todos parecían tan simpáticos, que me sentía tan fuera de mi elemento.
Otra cosa que me descolocó, fue Neo Sax.
De entrada, la comodidad que sentía con su cuerpo. El gran tipo había paseado frente a mí y hablado con total naturalidad, vestido solo con unos pantalones bajos que mostraban el elásticos de sus interiores.
Tuve que hacer muchísimo esfuerzo para concentrarme en su rostro, y no en ese cuerpo grande y fornido vestido de piel canela. El hombre había sido amable, aunque tenía una chispa pícara en sus ojos verde oscuros.
Le había pagado la renta por un mes de la habitación y prácticamente huí a ella. Tenía la increíble excusa de querer descansar de mi largo viaje y acomodar mis pertenencias. Neo me comentó los horarios en donde podría acercarme a la cocina para comer con él y sus hermanos, a los que aún no había conocido.
No creo que en una posada normal, los dueños le dieran tantas libertades a los inquilinos, como por ejemplo comer con ellos y usar sus efectos personales. Pero quizás era una costumbre de estos lados de Brasil el hacer sentir cómodo al nuevo. No podía quejarme, porque realmente necesitaba ahorrar lo más posible, y salir a comer fuera no era una opción dentro del presupuesto.
Tendría que encontrar un empleo pronto.
Me coloqué la blusa más fina que tenía y un pantalón de chándal, haciendo un inventario mental sobre la ropa que necesitaba. Até mi cabello en una coleta y tomé mi celular para teclear rápidamente a Alec.
Baje cuidadosamente las escaleras, prestándole atención a los pequeños detalles que ayer no había visto. Como por ejemplo, que a la salida de mi habitación había un pasillo con muchas puertas, que presumo serían los demás cuartos. Los colores cálidos y vivos de la casona, y que no había ni una sola foto o adorno en las paredes.
Me hubiese encantado tener una casa colorida en Rusia, pero como las demás, tenían tonos en blanco y gris. Bastante monótono la verdad, pero ahora entendía eso que mencionó Alec en el avión, que los latinos tenían vida, color y fuego.
Me detuve antes de entrar a la cocina cuando escuché unas voces masculinas.
— Creo que ellas es la indicada...— Esa era la voz de Neo
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La Reina de los Sax
RomancePrimera entrega de la serie "Los Placeres de Masium" Ekaterina Petrov no tiene más alternativa que huir de su lugar natal. Por un estúpido acuerdo de su padre, ella queda en medio del fuego cruzado y solo puede esconderse del otro lado del mundo. In...