Extra

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Ekaterina

Caminaba junto con Alex, tomados de la mano hasta llegar a nuestra casa. La noche de Masium era más fresca que el calor sofocante del día.

Muchos turistas llegaban llenos de ilusión para conocer La ciudad del Placer, como la llamaban en las noticias.

Algunos vecinos nos veían pasar y saludaban, ese era uno de los encantos del lugar que me atrapó.

Me aferré al brazo de Alex, levantando la vista para sonreírle cuando se encontró conmigo.

Mi hombre de acero…

— Estás muy feliz está noche. — Dijo sonriendo de lado — ¿Que te ocurre, preciosa?

— Nada…— Traté de disimular — Siempre estoy feliz desde que nos casamos.

Hizo un gesto con la cabeza y sonrió ligeramente, un gesto que solo hacia para mí o sus hermanos.

— ¿Y no tiene nada que ver con los planes para esta noche?

Podrían pasar miles de años viviendo juntos, pero no dejaría de darme un poco de pena como se refería a sus promesas sexuales.

— Puede ser, aunque tengo otros planes antes.

Alzó una ceja interrogante y reí, por supuesto que ni se imaginaban nada de eso.

— ¿Qué es? — Dudaba porque no había dicho nada de tener algo por hacer — ¿Se trata del edificio?

Alexander pensaba que el entusiasmo se debía a la construcción que estábamos haciendo en la entrada de la ciudad. Desde que empezaron a caer los extranjeros como gotas de agua, descubrimos entre los locales, que no había capacidad suficiente para todos.
En vez de molestarse por lo de podría ser una invasión de culturas distintas, los que pudieron compraron tierras y la mayoría estaba creando lugares para que pudieran vacacionar.

Me parecía sorprendente que yo hubiera logrado todo eso, pero gracias al apoyo y la contención de mis maridos, me había convertido en una ciudadana ilustre de la comunidad en Masium.

Si, eso también me emocionaba, pero no era exactamente la fuente de mi felicidad.

— ¿Están los chicos en casa? — Afirmó con la cabeza — Espero que no tengan planes para salir esta noche.

Unos pocos metros se veían las luces encendidas del porche de nuestro hogar. Alexander tenía demasiada curiosidad, pero como era un tipo rudo y dominante no iba a hacer muchas más preguntas.

Aunque apostaba mi anillo de bodas a que se moría para hacerlas.

Al cruzar la puerta, tuve una especie de deja vu. Recordé la primera vez que entré a una posada, y me pareció alucinante el hombre moreno que me había atendido. Me acuerdo haber pasado por estos mismos pasillos y deslumbrante por los colores que tenía la sala.
También como me presentaron a los otros dos hermanos, sentirme una auténtica depravada por tener deseo por los tres.

Recuerdo como pensé que esa encerrona que me hicieron con el contrato de trabajo podía parecer una situación tóxica, pero no había nada más alejado de la verdad.

No habría una persona en el mundo que me quisiera y cuidara más que ellos tres. La manera en la que me potenciaban para que cada día sea mejor, para que cumpliera mis sueños y deseos, no podía hacer nada más que amor verdadero.

Suspiré al ver la sala de estar. Había tantos recuerdos en esa enorme casa, que parecía que hacía mil años nos hubiésemos visto por primera vez.

Sentí a Alexander parándose detrás de mí, su rostro se había preocupado, supongo que me había visto demasiado ensimismada.

La Reina de los SaxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora