15

57.9K 3.6K 903
                                    


"Un enemigo sabio se encarga de esperar, y atacar cuando el oponente cree que esta en su mejor momento" - Sun Tzu



Ekaterina

— ¡Más rápido, Señor!

Las manos del mayor de los hermanos, me afianzaban con fuerza por las caderas. Me sostuve de la mesada donde tenía la parte superior del cuerpo apoyada, para no caer por las fuertes penetraciones del hombre rudo detrás.

— Me encanta este culito, preciosa. — Gruñó detrás de mí, respirando agitadamente — No hay nada mejor que esto.

Cuanta verdad, por Dios.

Transcurrió un mes desde que hicimos el amor por primera vez, y junto con ellos, descubrí una afición especial por el sexo anal.

El sudor me perlaba la piel y lo sentía deslizarse por mi espalda, justo donde Alex se apoyaba. Una de sus manos me sostuvo de una de las nalgas, y la otra fue a apretar directo a mi nudo de nervios, haciéndome delirar. Me dio una fuerte nalgada, que fue el detonante para que mi cuerpo se estremeciera y me corriera con una fuerza casi dolorosa.

Sentí todos mis músculos contraerse, grité cuando embistió con rapidez en mi trasero, llegando a su clímax.

Salió suavemente de mi interior, gemí al tacto delicado en mis caderas. Me dio la vuelta y me tendió el pequeño bote, sonriendo.

— Muy bien, preciosa. Recuerda que siempre debes llevarlo o habrá un castigo.

Me guardé el lubricante en uno de los estantes de la cocina. Sonreí al recordar una de las órdenes que me había dado el dominante. Cargar conmigo siempre lubricante anestésico, por si alguno de los hermanos emprendía sus juegos en otro lugar que no fuera una de las habitaciones.

— Gracias, Señor.

Me arrinconó contra la mesada, me puse en puntas de pie para poder besarlo. Algo que podía distinguir de los tres, era la manera en la que demostraban el afecto, fuera de lo sexual.

Los besos de Bastián eran necesitados, los de Neo eran exigentes y Alexander tenía la particularidad de besar dulcemente, contrastando con su manera de tener sexo.

Pasé los brazos por su cuello, tratando de sujetarme y estar un poco a su altura. Sus labios inflamados acariciaban los míos con maestría. Me deleitaba con el roce suave de ellos, sintiendo un calor extraordinario en el pecho, que nada tenía que ver con el hecho de compartir la cama hace un mes.

— Me voy a duchar y veré al enfermito.

Sonrío y me dio espacio para salir. Cuando pase por su lado, me palmeó el trasero con fuerza. Me di la vuelta frunciendo el ceño, pero el descarado sonreía como una criatura.

— Realmente amo este culo, preciosa.

Salí de la cocina directo a mi habitación, sonriendo.

Traté de ser lo más rápida posible en el baño, tenía muchísimas ganas de ver a Bastián, que estaba en reposo por la vasectomía reversible.

Ellos optaron por hacérsela uno a la vez. Primero fue Neo, quien hizo un berrinche total por el reposo que debía guardar después de la cirugía, actuando como un niño que necesitaba mi atención todo el tiempo, y que se la daba encantada.

Alexander lo tomó un poco mejor, siendo más terco al respecto de quedarse en la cama. Le gustaban las atenciones, pero claramente no era tan demandante.

La Reina de los SaxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora