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"Pero esta noche, estrena libertad un preso

y esa niña se convierte en mujer" 

- Joaquín Sabina


Ekaterina

Corrí las pocas calles que me separaban del bar, sin prestarle atención a las personas que pasaban a mi lado e intentaban saludarme. Debía faltar al menos dos horas para iniciar mi turno en el bar, pero sabía que Sasha ya estaba ordenando todo y fue el único lugar de escape.

Atravesé las puertas tratando de regular mi respiración y parecer lo más normal posible, pero apenas la chica puso sus ojos en mí, supe que se había dado cuenta que algo andaba mal. Ella dejó la escoba con la que limpiaba el escenario y vino a mí en rápidas zancadas.

— ¿Estás bien?

Sasha me inspeccionaba con la mirada y su voz sonaba preocupada. No me detuve para ver mi reflejo en ningún lado, por lo que no sabía cómo debía ser mi aspecto.

— Si, no te preocupes.

Quise pasar por su lado, pero ella me tomó de la muñeca impidiéndome avanzar.

— Algo te paso, y si no quieres que llamé a los hermanos, me vas a decir que te pasa. — Habló firmemente

Observé a nuestro alrededor. El bar estaba vacío y la única actividad que se notaba era la limpieza de Sasha, aunque estaba segura que la luz prendida en el entrepiso, era de Alex perdido en su trabajo.

— Necesito ropa limpia y una ducha. — Quise arriesgarme, tenía mucha fe de que ella pudiera ser una buena amiga — Después de eso, te lo voy a contar.

Puede que omitiera alguna parte, pero ahora me sentía valiente y solo necesitaba una persona que me entienda, o al menos con quien poder compartir todo lo que tenía dentro y no sabía cómo manejar.

Sasha tomó mi mano y fuimos al piso de arriba donde estaban las habitaciones donde los clientes jugaban y se divertían. Nunca había venido a este piso, pero ahora entendía porque preferían estar aquí y no hacer encuentros particulares fuera del local.

Entramos a la primera habitación y me maravillé con lo poco que vi. Una enorme cama de sábanas blancas, unos muebles raros y lo que más llamó mi atención, unas sogas que iban del techo al suelo. La chica a mi lado se rió a carcajadas cuando vio mi rostro sorprendido.

— Ellos sí que saben lo que pueden ofrecer a los clientes.

Asentí y fuimos al baño que tenía la habitación. No era más que otra maravilla y me pregunté cuánto debían pagar los clientes de membresía para poder acceder a una habitación así, y que los hermanos Sax podrían ser casi ricos.

— Voy a buscarte un cambio de ropa que tengo, creo que puede irte. — Sasha me dejó cuando habló y cerró la puerta del baño

Me quité la ropa rápidamente y abrí la ducha. Dejé que se templara y entré para limpiar mi cuerpo con los productos que había en un estante. Me fijé en el pequeño jacuzzi que estaba en una punta, y se me hizo agua la boca.

Me imaginé siendo una de las pocas mujeres que venían al bar, dispuestas a disfrutar de los placeres que en la sociedad se consideran como prohibidos. Utilizando las instalaciones, después de ser enredadas en las sogas que bajaban del techo de la habitación, y después relajándose en el jacuzzi con algún buen amante.

No lo pensé demasiado y lo activé, poniendo los aceites y sales dentro de la mini piscina automática. Cerré la ducha y caminé hasta el jacuzzi, tocando el agua espumosa que llegaba hasta el borde.

La Reina de los SaxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora