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Ekaterina

Habían pasado solo cinco días desde que Alec vino a la casa, y no podía dejar de pensar que lo había lastimado.

Yo no tenía la culpa, en ningún momento le di el pie para que pensara que buscaba algo más. Desde el primer momento marqué que era un gran amigo, de hecho, era mi mejor amigo. La verdad era que me tenía muy mal el hecho de finalizar este vínculo así, que me insultara y quisiera hacerme sentir culpable por encontrar una manera de ser feliz.

No iba a dejar a mis hombres, pero no podía evitar sentirme un poco más.

Suspiré por novena vez en el lapso de diez minutos y decidí concentrarme en lo que estaba haciendo. El escritorio de Alex estaba regado de papeles que me servían en mi investigación. Estaba dispuesta a mostrarle un buen plan de marketing a mis novios, en donde se pudiera promocionar un lugar tan paradisiaco y novedoso como Masium, con el entretenimiento principal del bar.

El pueblo era grande, pero estaba deshabitado. Más o menos pude contar un total de dos mil hombres y sólo trescientas mujeres viviendo aquí.

— ¿Rusa?

Alcé la vista de los papeles, en la puerta estaba Sasha, con el ceño fruncido. Era el mediodía, por lo que seguramente se extrañaba de verme tan temprano en el bar, y más siendo que esta noche la tenía libre.

— Hola, Sa.

— ¿Qué haces tan temprano aquí?

— Estoy trabajando en algo. — Levanté una carpeta al aire y ella arqueó una ceja — Es un proyecto para atraer mujeres al pueblo.

Ella casi trotó para ponerse a mi lado, inclinando su cuerpo para poder leer lo que tenía hasta ahora. Sonrío ampliamente al ver como estaba diseñando un buen plan para mostrar lo más interesante que tenía el lugar: Muchos hombres dispuestos a tener una pareja y mimarla como se debía.

Coloqué estadísticas, fotos y posibles pruebas que podríamos poner para hacerle una buena publicidad al lugar. Si las mujeres de lugares cercanos no se interesaban en vivir aquí, al menos traería personas al bar donde aumentarían los ingresos exponencialmente.

— No sé cómo se te ocurrió, pero es algo genial esto. — Dijo emocionada

— ¿Qué es genial?

Bueno, parecía que era el día de interrumpir a Ekaterina en su trabajo.

Alexander y Neo ingresaban a la oficina. Reprimí un jadeo al verlos, algo que me pasaba siempre que estaban en el mismo lugar donde me encontraba. Ellos siempre se veían comestibles y me sentía afortunada de poder llamarlos "mis novios". Muchas veces me preguntaba cómo es que habíamos llegado tan lejos, no solo en lo sexual sino también en lo sentimental.

Las miradas verdes masculinas me detallaron todo el tiempo. Siempre velando por alguna necesidad que tuviera, o simplemente siendo amorosos conmigo.

En definitiva, ellos tres eran mi propio cielo, y me parecía genial que otras mujeres conocieran los hombres maravillosos que se formaban en Masium. Creo que todas deberíamos alguna vez en la vida, parar en este pueblo para sentirse amada por ellos.

— ¿Cómo estás, amor? — Neo fue el primero que se acercó a mí cruzando la oficina — Te estuvimos llamando.

Le dio un beso en la frente a Sasha y se inclinó para besar mis labios con dulzura y lentitud. Sentí los habituales fuegos artificiales en el vientre, como cada vez que uno de ellos rozaba mi boca. Alexander repitió la acción de su hermano menor, saludando a Sasha y después dándome un beso, aunque un poco más exigente que el de Neo.

La Reina de los SaxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora