20 PARTE II

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Ekaterina

Vi como la pelirroja comenzó a quitarse la ropa, dejándola pulcramente acomodada sobre la mesa auxiliar que se le proporcionaba a los participantes del podio. A la par de ella, tres hombres grandes y fornidos están vestidos solo con pantalones de chándal que colgaban de sus caderas. El cuerpo tonificado y femenino estaba enfundado con una lencería perfecta de cuero, que sólo realzaba sus encantos para hacerla más hermosa.

Si alguien me preguntaba cual era la definición del bar "La Reina", diría que era Samantha a punto de subir al escenario de atracción principal.

— Se está tirando un farol, claramente.

Observé a Sasha un segundo para volver la vista al frente.

— Puede ser, pero no vamos a negar que la maldita tiene sus armas cargadas.

Y en especial, las estaba apuntando contra mí.

Ella subió ayudada de uno de los hombres, parándose en el centro del podio que la iluminaba con las luces, como si fuera una estrella de cine. Ella se acomodó y le pidió algo a uno de sus acompañantes.

— Es tan obvia. — Murmuró Sasha a mi lado, con los brazos cruzados — Ellos son iguales a los hermanos, hasta en eso tuvo que ser evidente.

No me había percatado de ese detalle hasta que Sasha lo mencionó. Era verdad, los tres acompañantes tenían un estilo similar a los hermanos. Los tres grandes y fornidos, uno con el cabello rubio, uno pelinegro y un castaño.

Sí, ella me estaba dando un mensaje, y también a mis hombres. 

Estaba en una disyuntiva. Por un lado tenía el furor de querer pelear con fiereza por ellos, pero también me estaba invadiendo los miedos y dudas al respecto.

Samantha se arrodilló, tomando una postura de sumisa perfecta, con mucha más gracias y elegancia a la que hacía en nuestra habitación. Su piel pálida resplandecía con el negro del cuero ajustado, reluciendo como una diosa de cabello rojo. El hombre de cabello rubio se acercó a ella, sujetando sus cabellos con fuerza y bajando sus pantalones hasta los tobillos. Sin preámbulo alguno, metió su miembro en la boca pintada de carmín. Era totalmente rudo, jalando sus cabellos para dejarla con la nariz pegada a su pelvis, haciendo esfuerzo para no ahogarse.

— Esto es desagradable. — dijo Sasha indignada — Hasta para mí.

No, no era desagradable. Era una escena excitante, pero no podría estar en su lugar ni por asomo. El hombre al que ella amamanta, no estaba siendo ni un poco delicado con ella tampoco estaba priorizando el placer de ambos.

Aunque a ella se la veía muy a gusto con eso.

Las embestidas dentro de la boca femenina eran imbatibles, estaba casi segura que tocaban la garganta y más. La gente se aglomeraba a su alrededor devorándola con la mirada, siendo ella la auténtica dueña de la noche.

Unos pocos minutos después, la violenta mamada estaba dando sus frutos cuando el hombre empujaba su cabeza con más rapidez hasta hacer que su cuello se moviera en ángulos difíciles para un humano. La polla dentro de su boca se moldeaba contra sus mejillas cuando ella succionaba, mirando al hombre sobre ella como una loba en celo.

El rubio arrojó su cabeza atrás y jaló del cabello con brusquedad para sacarla del lugar donde estaba, con tal fuerza, que Samantha quedó sentada en el suelo con la respiración agitada y los labios húmedos. Los otros dos hombres subieron al podio, llevando unas gruesas sogas consigo.

El encargado bajó uno de los ganchos que colgaban del techo, para que los recién llegados hicieran unos nudos fuertes y rápidamente tuvieran todo preparado para la frutilla del postre.

La Reina de los SaxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora