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Neo

— Cariño, si no paras voy a acabar vergonzosamente como cuando era un crío.

Sujeté en un puños los cabellos rubios de ella, tratando de alejarla de mi entrepierna. Ekaterina me veía maliciosamente desde su lugar, arrodillada en el suelo de la ducha, no tenía el menor interés de dejar de mamar de mi cuerpo, pero esto tenía que parar ahora o no podría disfrutarla.

— Vamos, amor. — Jale su cabello y recibí un gemido directo a mi polla, a ella realmente le gustaba que le tironearan el pelo — Sé que te gusta chuparla, pero necesito estar dentro de ti.

Se alejó de mi pelvis, haciendo un puchero adorable con los labios hinchados.

— A mi me gusta complacerte.

— Solo tienes que respirar en mi maldita dirección y ya me estás complaciendo.

Ella sonrió, iluminando el puto lugar con ese simple gesto. Me incliné para tomarla por los muslos y subir su cuerpo un poco sobre el mío. Sus piernas colgaban abiertas sobre mi pelvis, el agua de la regadera empapaba nuestros cuerpos parejamente, creando una cortina de vapor a nuestro alrededor.

Reajuste su cuerpo, pegando nuestros pechos húmedos. Le di un beso profundo, metiendo mi lengua en su boca, masajeando con deleite todos sus rincones. Kata suspiró y se sujetó con una mano a mi hombro, y la otra salió disparada a mis cabellos negros.

Tomé mi polla, alineándola en su entrada caliente. No dejé de besarla en ningún momento, disfrutando de su boca que respondía a mí con devoción, y a la caricia en mi cuero cabelludo. Pegué su cuerpo a la pared de azulejos detrás suyo, y de una sola estocada entré en mi paraíso personal.

Ella se separó de mi boca, echando la cabeza atrás y tomando aire con fuerza. Los cabellos mojados rubios se pegaban a la pared, sus uñas deslizaban un camino por mi pecho, mandándome una corriente eléctrica directo a la polla. No tenía mucho tiempo, sentía las pelotas pesadas y a punto de liberarse.

Sostuve su cuerpo con un brazo en su cintura, deslice mi mano libre por su pecho, pellizcando y tirando de esos tiernos pezones que me volvían loco. Descubrí con ella, que tenía una clase de obsesión por las tetas. O quizás sea solo las de ella, no lo sé, solo quería manosearla todo el tiempo.

— Neo, por favor...— Suplicó jadeando

Me encantaba cuando ella pedía por favor, que la follara como sabía que le gustaba. Alcé lentamente las caderas, uniéndonos despacio. Retrocedí y volví a embestir, pero esta vez mucho más profundo.

— Sí, justo así.

Tenía muy poco tiempo hasta que reventará, así que martille mis caderas contra las suyas, haciendo que todo su cuerpo saltase sobre mí, sacudiéndose placenteramente. Ella se enroscaba en mi cuerpo, gimiendo contra la piel de mi cuello.

— ¿Te gusta como te follo, amor?

Las palabras sucias eran la debilidad sexual de Ekaterina Petrov. Era algo que había descubierto en los últimos días, que a ella le ponía que le dijeran guarradas.

— Sí, Neo. — Di un fuerte empujón, tocando esos lugares secretos que la hacían delirar — Me encanta, estoy a punto de correrme.

Su voz estaba un poco ronca, aunque chillará. La sostuve de las caderas para guiar el ritmo, fuerte y rápido. Apreté la mano en su cuello, presionando ligeramente en su piel. Ella abrió la boca, jadeando y moviendo sus caderas para encontrar el golpe duro de las mías. Sus piernas me abrazaban, ajustándose para poder meterme aún más profundo.

La Reina de los SaxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora