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"Escucha, solo hay algo a lo que le temo. A que puedas amarlo más que a mí."

 -Pearl Harbor


Ekaterina


Me puse de pie, quitándome las extremidades de Bastián y Alex que descansaban sobre mí. Ver a Alec en la sala de la casa fue un golpe de vuelta en mi realidad.

El rubio estaba vestido como lo haría una persona en este clima, un detalle que a mí me había pasado desapercibido cuando hice la maleta. Su barba platino estaba arreglada, y por un momento pensé que era igual al protagonista de esa serie de vikingos que veía Neo.

Di unos pasos en su dirección y me arrojé a abrazarlo, siendo recibida por dos barras de acero sólido. Aspiré su aroma, y parpadeé las lágrimas que picaban detrás de mis ojos. Olía a nieve, vodka y hombre.

Todos los recuerdos de nuestra infancia me atacaron, y no me había dado cuenta cuanto lo extrañaba. Alec era la última tabla salvavidas, pero también el hilo que me conectaba a mi familia.

Mi familia...

Aunque mi padre no se había comportado como tal en mucho tiempo, y mi madre era demasiado sumisa como para enfrentarse a su marido vendiendo a su hija a un capitalista, a pesar de todo eso, los extrañaba.

Me aparté un poco, aunque fue inútil evitar que viera alguna lágrima furtiva, después de todo él me conocía mejor que nadie.

— ¿Qué haces aquí?

Apretó ligeramente las manos que mantenía en mi cintura, y aunque fuera mi mejor amigo de toda la vida, me sentía repentinamente incómoda con su mirada abrasadora.

— Dije que vendría a ver como estabas. — Su voz seguía siendo igual de gruesa que siempre, pero esta vez ocultaba algo

Asentí, no queriendo que hablara mucho delante de los Sax. Salí de la prisión de sus brazos y me giré para ver a los hermanos. No era un buen momento, dado el repentino ataque de ira que había tenido Neo, y la garganta inflamada de Alex.

Neo se había sentado en el lugar donde yo estaba anteriormente, completando el trío que nos observaban intensamente. Carraspeé y recordé los modales que se había empeñado en enseñarme mi madre, y tratando de apartar la vergüenza.

Después de todo, los cuatro son tus amigos... Dijo mi conciencia tan molesta, recordandome que los Sax solo eran eso.

— Él es Alec, un amigo de Rusia. — Lo presenté, voltee a ver al rubio y los señalé respectivamente — Ellos son Bastián, Neo y Alexander Sax.

Alec se acercó a ellos y sujetó la mano de cada uno en un saludo masculino, deteniéndose en particular con Alex.

— Esa garganta se ve mal, amigo. Deberías ver a un médico.

Su acento era muchísimo más marcado que el mío, haciendo que sea un poco menos comprensible lo que decía. Alex frunció el ceño, claramente no le gustaba que le dijeran lo que tenía que hacer.

— Estaré bien...— Musitó en voz baja y grave

Al menos estaba recuperándose con rapidez. Me acerqué a ellos y toqué el brazo de Alec para llamar su atención.

— Ellos tienen un bar, fue una pelea de borrachos que pusieron en orden. — Sonreí para restarle importancia — Nada de qué preocuparse.

Alec estrechó los ojos, no creyendo ni una palabra de lo que decía. Es verdad, apestaba para mentir, pero prefería eso a tener que contarle lo que realmente había sucedido. Seguramente se pondría como loco, queriendo que me vaya de la casa de los hermanos.

La Reina de los SaxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora